No doy malas ideas…
Es que no se vislumbra ningún cambio ni en los partidos, ni en los líderes, ni en los candidatos y mucho menos en el árbitro electoral.
Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista
Si bien ningún proceso electoral ha sido fácil y ningún triunfo en las urnas ha resultado cómodo para los candidatos, el ejercicio democrático del presente año se vislumbra como uno de los más complicados no sólo para los aspirantes que como nunca, carecen de simpatía, respeto y credibilidad, sino hasta para las autoridades electorales que igualmente no tienen toda la confianza de la sociedad.
El electorado ve con recelo la forma en que los partidos han seleccionado a sus candidatos. Y ha llamado mucho la atención la propuesta de personajes que han demostrado incompetencia, ineptitud, arrogancia e improductividad. En las listas de los institutos políticos hay hombres y mujeres que definitivamente carecen de ética, compromiso, propuesta, respeto y proyecto.
Pero a la hora de proponerlos eso fue lo último que importó pues las candidaturas, en su inmensa mayoría, son producto de presiones internas, compromisos por cumplir, intereses personales o de grupo, simpatías e imposiciones… los abanderados no tienen libertad de pensamiento y acción pues para ocupar el cargo en caso de ganar eso es lo que se requiere: dependencia a otro poder para obedecer y servir ya no al pueblo, sino a esos intereses oscuros que benefician a los políticos y al poder.
Los partidos políticos obedecen a una dinámica diferente a la del pueblo pues son intereses diferentes los que los mueven y motivan. Desde la cúspide del poder es otra la visión y la necesidad es a su vez y muchas veces, contraria a la democracia y al beneficio de la colectividad. Por ello es que los candidatos deben ser maleables, obedientes, carentes de iniciativa y ausentes de rebeldía. Un candidato que piense por sí mismo es un peligro y no sirve al poder y a los intereses de los partidos y de los políticos.
El proceso electoral de 2016 al menos en Tlaxcala es confuso. Las actitudes, pensamiento y acción de los partidos y sus dirigentes mantiene desorientada a la sociedad y siente o considera a la autoridad electoral poco confiable y hasta carente de capacidad para hacer el papel de árbitro y moderador de un ejercicio tal delicado como lo es la selección de quienes estarán en el poder por orden supremo del pueblo.
Tanto los partidos, como los candidatos y la autoridad electoral han enviado claras señales de debilidad institucional, de la existencia de luchas internas dañinas a la democracia, de intereses y motivos distintos a la búsqueda de una sociedad consciente, participativa y motivada.
Es así que el electorado observa cómo los dirigentes, tribus, corrientes, grupos y líderes pelean a muerte y con bajezas la parte de política o candidaturas o poder que creen o sienten que les corresponde y saltan por encima de quien sea y hasta exhiben su lenguaje vulgar y natural y dan una cátedra de violencia y pobreza espiritual y de educación.
Excepciones sí las hay… porque no debemos negar que existe uno que otro candidato o candidata con buenas intenciones, que hay hombres y mujeres que van a contender por un puesto de elección popular con verdaderos proyectos de beneficio social, que habrá dentro de las campañas abanderados con amor a su gente y a su pueblo, que de verdad poseen proyecto y deseo por servir… pero por desgracia esos, esos serán los perdedores pues ni modo que le ganen a la demagogia, al discurso electorero, a las cajitas de cerillos con billetes dentro, al uso de los programas federales que dizque están blindados…
En términos generales, la justa electoral del 2016, al menos en Tlaxcala, es confusa. Aunque lo peor, pues siempre hay la posibilidad de que las cosas se pongan peor, es que no se vislumbra ningún cambio ni en los partidos, ni en los líderes, ni en los candidatos y mucho menos en el árbitro electoral.
No obstante no va a pasar a mayores. La sociedad en México y en Tlaxcala no tiene interés en elegir a los mejores hombres y mujeres como servidores y van a votar, como siempre, por quien o quienes ejerzan mayores recursos económicos y materiales pues no hay que olvidar que una elección no se gana por la propuesta o el discurso, sino con y por la movilización de la noche previa a los comicios.
Comete suicidio el candidato que se gasta todo su presupuesto en campaña si sabe que la mayor parte se gasta la noche del sábado para amanecer domingo, horas en que los operadores visitan a los electores en sus domicilios con un presente nocturno o madrugador el candidato, representado en regalitos algo caros o sobres con dinero en efectivo. Así se gana la mayoría o la casi totalidad de los cargos…
Y esto no lo digo para dar malas ideas… sino para tratar de explicar por qué es que unas veces ganan los malos y otras ganan los peores…