Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
La culminación de una administración pública significa también la imposición de la realidad por encima de las buenas intenciones y la ingrata irrupción de las crueles verdades grises por encima de los mundos color de rosa que los protagonistas del poder tercamente nos quieren vender y que ellos, en realidad, se creen.
Al final de una gestión municipal y de seis años de gobierno estatal, así como la conclusión de los tres años dentro del Palacio Legislativo, los electos servidores públicos acaban entendiendo que se dejaron llevar por las inercias, que el poder no es como pensaban que era, que no cumplieron las promesas hechas como por catálogo, que tuvo más poder el interés personal, de partido y de grupo que el bienestar general… que le fallaron al pueblo.
La corrupción, la ineptitud, la impunidad, la ineficiencia, la ineficacia, la arrogancia del poder, el burocratismo, la excesiva regulación y el desprecio del servidor al pueblo no cambiaron un ápice en las administraciones que fenecen. Son pocos, extremadamente pocos los servidores electos hace tres y seis años, que pueden salvarse del calificativo de mediocridad y servilismo que sella y marca al resto. Todos son iguales a los otros, todo resultó igual a años anteriores, la misma palabra vana, el mismo discurso gastado, añejo… la misma decepción de la sociedad…
Los que se van maquillan no sólo las cifras que acomodan de un lado a otro para embellecerlas en una realidad de lodo; no sólo justifican los excesos de impudicia, no solo balbucean explicaciones de burla, sino que colocan en sus rostros una careta de sonrisa fatal y forzada para decirnos que hicieron lo que nadie hizo, que Tlaxcala y los municipios por fin encontraron en su actuar el progreso y el desarrollo que es visible sólo a través de sus ojos y perceptible únicamente desde su perspectiva privilegiada. No hay autocritica, no hay una disculpa por los errores, no hay un balance en que quepa un pudimos hacerlo de otra forma o nos equivocamos en…
Para los que se van todo es color de rosa, avance, progreso, desarrollo, suficiencia, eficiencia, paz, armonía, servicio… paro los que padecemos, para quienes vemos la realidad desde el otro lado decimos que fueron lo mismo de siempre, que con ellos se repitió la misma historia que ellos juraron modificar y fallaron; nosotros reiteramos que no cumplieron las expectativas, que perdieron el rumbo, que se dejaron atrapar por el poder, por el dinero y por la voz dulce de los halagadores profesionales que de eso viven.
Al final debieron ponerse a las órdenes de quien o quienes pudieron exculparlos a cambio de dinero, debieron obedecer a quien le convenía mantener su poder, tuvieron que alinearse para que ya sea desde el partido que llegaron o desde otro, sigan manteniendo las posibilidades y las posiciones que los lleven o a mantenerse dentro del presupuesto o en la impunidad; es lo mismo.
La actual legislatura termina con más pena que gloria y pasa a la historia como la más gris, la más servil, la más improductiva. Los actuales diputados, como nunca otros en ningún otro tiempo, pasan como lo que descaradamente se pusieron al servicio del poder ejecutivo y no pudieron, no supieron o no quisieron siquiera disimular sus intereses que estuvieron, siempre, totalmente alejados del pueblo.
De políticos a delincuentes, de autoridades a perseguidos, de seguidos a odiados, de ser la esperanza a ser la desilusión, eso son algunos presidentes municipales que ahora, en la soledad del abandono y tal vez con algunos millones de pesos más, se dan cuenta de que le fallaron al pueblo, de que no cumplieron siquiera mínimamente con lo prometido…
Si, tal vez haya uno que otro edil tenga la conciencia tranquila; y es que excepciones sí las hay… pero al resto de autoridades que abusaron del poder, ni cómo ayudarlas…