Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
La entrega de la presea Miguel N. Lira será para el Congreso del estado de Tlaxcala, y en especial para los legisladores que emitieron la convocatoria y dieron el fallo, el signo de la mediocridad, la ineptitud y la ignorancia. Así ha sido en casi todas las legislaturas o desde que con una pésima idea, se instituyó el galardón para reconocer al periodista con mayor trayectoria en la entidad.
Para empezar, don Miguel N. Lira fue más escritor que periodista. Sus obras más reconocidas, apreciadas y leídas son las que tienen que ver con la literatura, más que con los medios de comunicación. Este premio, que injustamente no existe para los creadores, debió ser para los escritores. Pero para los diputados es lo mismo otorgarle el premio a la encargada del aseo, el contador o el directivo de un periódico que a un hombre o mujer que se distinga por su carrera informativa o que en la talacha diario se rife la piel y hasta la vida.
Si en años anteriores la entrega del premio de referencia fue una aberración, en este año fue toda una estupidez. Resulta indignante ver la forma en que los diputados manchan la imagen de tan insigne literato tlaxcalteca y en su nombre cometen arbitrariedades que ponen en vergüenza a todos los legisladores que, si no es de una forma, es de otra, pero acaban recibiendo el rechazo y el reproche social. Sus abusos y desaciertos los colocan como la peor gestión habida en la historia de Tlaxcala.
Convocaron a las instituciones, organizaciones y sectores diversos a proponer a quienes pudieran merecer este muy cuestionado galardón. Esas instancias hicieron lo propio y sugirieron a comunicadores destacados quienes en su mayoría cumplieron con los requisitos de la convocatoria y se sometieron a la decisión INAPELABLE, repito, inapelable del jurado, mismo que al final, por presiones, conveniencia e ignorancia, recularon y determinaron cambiar de opinión aun cuando ya habían notificado a José Luis Ahuatzi, formal e institucionalmente, haber sido ganador del reconocimiento.
Pocos días antes, en la presentación de la convocatoria, los diputados integrantes de la comisión para la entrega de la presea juraban que este año la ceremonia sería impecable y que la decisión sería justa. Sus propósitos duraron el tiempo en que a alguien no le gustó la determinación y obligó a los endebles legisladores a otorgarle el premio a alguien más, violando así su convocatoria y obedeciendo a intereses ajenos al periodismo, a la ética y al mismo Miguel N. Lira.
No tengo el honor de conocer a don Raúl Jiménez Guillen. Las referencias que tengo de él es que es un excelente catedrático y un acertado directivo de la Jornada de Oriente. Me han dicho que es buen amigo y buena persona. Y creo que precisamente por eso y por congruencia y solidaridad no debió aceptar la presea que ya antes ha sido corrompida y rechazada precisamente por las malas prácticas de los legisladores. Esa medalla ya estaba manoseada, provenía de un desacierto, tenía un origen indigno y había sido arrebatada a un periodista al que con o sin ella, es el ganador. Su error fue aceptarla y recibirla.
Esa presea debería ser devuelta por quien la tiene en su poder y no porque la merezca o no, sino por honor, por dignidad, por empatía con el sector periodístico estatal y para evidenciar la ineptitud, incompetencia e ignorancia de los legisladores que no tienen la capacidad ni el nivel intelectual para saber quién sí y quién no y por qué. Pero además, esa medalla al mérito debe dejarse en el olvido pues su mal otorgamiento avergüenza a los periodistas y pone muy mal al congreso del estado de Tlaxcala
Hasta el menos conocedor del tema en nuestra entidad condena acremente a los diputados, les reprocha sus aberrantes decisiones y los coloca en el lugar que les ha asignado la historia: el desprecio y el olvido. Y no, no sólo por el tema de la presea Miguel N. Lira, sino por sus múltiples desaciertos en todos los órdenes pero que no tienen el mismo efecto cuando de dinero se trata. El “fondo moches”, los altos sueldos y las asignaciones indebidas desde el poder los evidencian como lo que no queremos y no merecemos los tlaxcaltecas.
En el estado de Tlaxcala hay excelentes periodistas que han recorrido mucho camino, que son reconocidos por estar siempre en la primera línea de batalla, que lidian con los funcionarios déspotas, con los policías agresivos, con los políticos violentos pero sobre todo, que están en las marchas, en las manifestaciones, en los enfrentamientos, en los accidentes y linchamientos, que son agredidos amenazados, corridos, golpeados, en el sol inclemente del mediodía en los cierres de carreteras, en las lluvias de las inundaciones, en el riesgo por llegar pronto al lugar de la noticia… a esos se les debería de reconocer y premiar, no a quien está detrás de un escritorio.
En materia de premios, homenajes y reconocimientos… quien los necesita no los merece y quien los merece, no los necesita.