Las mentiras de la 4T y el modelo económico derrumban al país, no la pandemia

José Orlando Isidro Ramos

 

Hace unos días López Obrador salió a decir, “hay buenas noticias, en general, en cuanto a la situación económica, íbamos muy bien, ora sí que como se dice en mi pueblo, por expresión de un ex gobernador: ¡tan bien que íbamos! y se nos presenta lo de la pandemia”, en un intento por deslindar a la administración del gobierno morenista ante la debacle económica que ya sufre el país y que se prevé tenderá a alcanzar niveles devastadores para la economía nacional.

Dice, además, para congraciarse con los mexicanos, que “no nos agarró mal parados la pandemia” ya que se habían implementado medidas de combate a la corrupción, medidas para hacer un gobierno eficiente y justo para remontar “la crisis económica mundial que precipitó la pandemia del coronavirus”.

México está entre los primeros 10 países a nivel mundial con mayor contagio en el mundo (con 81 400 casos positivos contabilizados al 28 de mayo) y figura entre los primeros lugares, también a nivel mundial, por el número de fallecimientos en 24 horas cuya cifra alcanza 501 decesos en 24 horas el 26 de mayo y por el número total de defunciones se coloca entre los países más afectados en América Latina con 9 044 muertes (al 28 de mayo) y una tasa de letalidad de 10.7%. Aclaro que los datos son oficiales, pero que el mismo subsecretario de salud reconoce que hay más contagiados y muertes no considerados en el modelo de vigilancia “Centinela” adoptado por la Secretaria de Salud. Las cifras no reflejan la política de prevención y atención de un país preparado, dicen, por el contrario, que nuestro país no adopto a tiempo los protocolos correspondientes para contener al nuevo coronavirus; que los hospitales y el personal médico no estaba preparado ni contaba con los medios materiales, científicos y tecnológicos para atender el contagio (por lo que siguen las denuncias y protestas de los trabajadores del sector salud ante la situación de riesgo, desabasto de material quirúrgico y falta de equipo técnico), que los esfuerzos por contralar el SARS-CoV-2 son ineficientes porque en nuestro país, según la OCDE, sólo se aplica 1 prueba de detección por cada 2 mil 500 habitantes y, sobre todo, que el mismo jefe del ejecutivo menosprecia las alertas que emite la Organización Mundial de la Salud (OMS) al obstinarse con sus “giras de trabajo” y desatendiendo las prevenciones para garantizar la salud pública.

Las víctimas de la pandemia y sus dolientes son la fiel prueba de que nuestro país no estaba preparado aunque oficialmente se diga lo contrario y se les menosprecie en fríos números estadísticos.
Por otra parte, la realidad económica que viven los mexicanos es todavía más dura y totalmente opuesta a la visión triunfalista de López Obrador.

Antes de la pandemia, de acuerdo al Banco Mundial, México figura entre el 25 por ciento de los países más desiguales del mundo; según la Oxfam, el 40 por ciento de la riqueza se concentra sólo en el 1 por ciento de la población, es decir, de cada 100 pesos generados en nuestro país 40 pesos se le quedan a una sola persona y 99 personas se dividen los 60 pesos restantes; el INEGI presentó datos para enero 2020 en los que se registró una tasa de desocupación de 3.7 por ciento (la tasa más alta desde septiembre de 2016) y una tasa de informalidad laboral de 56 por ciento con una población económicamente activa de 57.3 millones de personas; los estudios del Consejo de Evaluación del Desarrollo Social de la Ciudad de México (Evalúa), reconocen que 90 millones de personas viven en condiciones de pobreza, de acuerdo a su Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP): y finalmente, el Inegi reportó que la economía mexicana cerró el 2019 con un crecimiento económico igual a cero por ciento. ¿Tan bien que íbamos? ¿dónde están los resultados de un gobierno eficiente y justo?

Aunque las afectaciones económicas por la pandemia son aún incalculables, instituciones como el Coneval estiman que la pobreza por ingresos se incrementará entre 7.2 y 7.9 por ciento, aumentando la pobreza extrema entre 6.1 y 10.7 millones de mexicanos, estima también una caída del 2 al 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) arrastrando con él la pérdida de empleos formales.

La institución financiera BBVA también hace sus estimaciones en las que, considerando una caída económica del 7 por ciento, 12 millones de personas entrarían en pobreza y 12.3 en pobreza extrema, 32 mil por día y 366 por hora, si la caída económica llega al 12 por ciento serían 16.4 millones de personas las que entrarían en pobreza, 44 808 por día y 1 867 por hora. La pandemia por COVID-19 ha profundizado los altos índices de desigualdad, pobreza, hambre y vulnerabilidad que ya sufrían los mexicanos, pero sobre todo, ha puesto de manifiesto que México sigue fundamentando su modelo económico en el libre mercado de corte neoliberal por lo que ha quedado prácticamente indefensos ante la contingencia sanitaria al no implementar políticas que tiendan a promover estructuralmente el desarrollo social.

El supuesto de que la intervención del Estado en la economía es pernicioso y que el libre mercado es deseable y benéfico por su tendencia al equilibrio, teorizado por economistas como Milton Friedman y puesto en práctica por políticos empoderados como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, es un dogma que, en sociedades con una profunda desigualdad económica y social, con ingresos muy por debajo de los niveles mínimos de bienestar y condiciones laborales sin garantías ni derechos sociales, se ha convertido en un verdadero dique infranqueable para el desarrollo social y crecimiento económico nacional, tan es así, que entre los 33 millones de trabajadores que viven al día con un empleo informal o los 15 millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza extrema, no han podido cambiar sus condiciones de vida en décadas y tampoco están cambiando con el gobierno de la 4T. Hay 90 millones de mexicanos expuestos a la inanición y este gobierno como los anteriores no está atendiendo los problemas más sentidos de los mexicanos en estos momentos: el hambre y la falta de ingresos, en cambio se muestran autoritarios amenazando con la fuerza policiaca y la Guardia Nacional impidiendo el funcionamiento de los pequeños centros laborales o reprimiendo los actos de manifestación que solicitan auxilio gubernamental, ésta es, pues, la política neoliberal en práctica.

No es la pandemia COVID-19 la que está derrumbando las naciones, es el modelo económico capitalista neoliberal el que ha dejado vulnerable a los países que no han promovido su desarrollo considerando los estándares mínimos de bienestar para su población.

Es el modelo económico capitalista el que ya no puede ofrecer garantías de supervivencia a la humanidad, dejándola totalmente vulnerable ante fenómenos virales como el que estamos viviendo, por perseguir la concentración desmedida e irracional de la riqueza mundial. Un gran número de analistas señalan que la debacle económica se debe a la contingencia sanitaria y no atisban que el problema surge en un modelo económico que ha llegado a su etapa final, que ha caducado y que no puede resolver la contradicción profunda de desigualdad social que impera en nuestro país y en el mundo.

No es cierto que “íbamos bien” en México y que “ya vamos saliendo”, el SARS-CoV-2 se va a quedar como una enfermedad más para los humanos en el mundo y podemos superarlo con un sistema de salud eficiente y desarrollado. Su impacto económico nos costará más de una década superarlo y este sobre esfuerzo lo llevaran en sus espaldas la fuerza laboral y productiva del país, nadie más.

Pero, para no llegar al mismo punto en el que estábamos antes de la pandemia es necesario que los pobres de México, porque son los que sufren la desigualdad y la injusticia del sistema actual, conviertan su número un una fuerza social que busque cambiar el modelo económico del país por una más justo y humano, el Movimiento Antorchista Nacional ya ha expuesto la alternativa democrática para lograrlo, con un proyecto de nación transparente y claro, que requiere de la conciencia y voluntad de la mayoría de los mexicanos, mejorando realmente así sus condiciones de vida.

Seguir creyendo en mesianismos sin la participación activa de las masas acrecienta el sufrimiento y pobreza del pueblo mexicano, cuyo consuelo es oír falsas promesas de transformación y mentiras sobre la realidad en que vive para justificar su política errada.

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