Las graves implicaciones de la falta de justicia
De cada 100 delitos que se denuncian ante el MP, solo 5 son investigados y 2 llegan a recibir sentencia, la impunidad en México anda por el orden del 90 o 95 por ciento
Aquiles Córdova Morán
Manuel Hernández Pasión, Presidente Municipal de Huitzilan de Serdán, en la Sierra nororiental del estado de Puebla, fue asesinado arteramente en las goteras de la ciudad de Zacapoaxtla, en la misma zona serrana, el día martes 10 de octubre de los corrientes. Ha pasado ya, por lo tanto, más de un mes del crimen sin que las autoridades responsables den alguna señal visible de querer hacer justicia en el caso.
Creo que todo mundo sabe de la proverbial ineficacia (o falta de interés) de los órganos encargados de investigar y castigar el delito en México, tal como lo demuestra elocuentemente la estadística que dan a conocer periódicamente los especialistas en el tema: de cada cien delitos que se denuncian ante el Ministerio Público (recordar que mucha gente se abstiene de hacerlo por temor o por considerarlo absolutamente inútil), solo 5 son investigados y solo 2 llegan a recibir sentencia, es decir, la impunidad en México anda por el orden del 90 o 95%, algo realmente escandaloso que debiera preocuparnos a todos los mexicanos por igual.
Teniendo esto en cuenta, creo probable que todo el que sepa del asesinato del Presidente huitzilteco tienda a pensar que no hay nada nuevo en ello; que se trata solo de una cifra más para la estadística de la impunidad, pero creo poder demostrar que no es así. Es cierto que Manuel no es el primer antorchista abatido a tiros por los enemigos del progreso y de la participación organizada de las masas populares en la política nacional; por el contrario, la lista de víctimas inocentes que pertenecieron a nuestras filas y que siguen esperando justicia como quien espera a Godot, es larga y dolorosa. Para no ir a buscar ejemplos a lugares y tiempos remotos, permítaseme traer a la memoria uno muy reciente y escandalosamente brutal e injusto, el secuestro y posterior sacrificio de don Manuel Serrano Vallejo, padre de la destacada luchadora Maricela Serrano Hernández, cuya familia, su señora madre en primer lugar, no ha recibido de las autoridades ni siquiera los restos de su ser querido para darles una sepultura digna.
De acuerdo con esto, también es larga y bien aprendida nuestra experiencia en la lucha contra la insensibilidad, la sordera y la ineficacia de las autoridades judiciales; sabemos cuál es el argumento infalible tras del cual se atrincheran siempre para eludir su responsabilidad frente a quienes reclaman justicia: una y otra vez, tantas como sean necesarias para aburrirlos y desanimarlos, les recitan la misma letanía: el “informe detallado de los avances”, la enumeración prolija de los “indicios” con que cuentan, la lista de “sospechosos” a quienes están “investigando”, las “pistas” que están “agotando”, etc., etc. Pero nunca pasan de ahí. El final es siempre el mismo: a pesar de sus ingentes esfuerzos, dicen, “no ha sido posible dar con los culpables” y, por tanto, tampoco es posible aplicarles “todo el peso de la ley” como habían prometido.
Pues bien, lo nuevo y distinto en el caso de Manuel es que las autoridades poblanas no pueden atrincherarse detrás del consabido pretexto de las prolijas y eternas investigaciones, sencillamente porque, ya a las pocas horas de haberse cometido el crimen, los autores materiales habían sido plenamente identificados. Ello obedeció a varios factores: a) el asesinato se cometió a plena luz del día en un lugar muy transitado,
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b) la zona está ampliamente vigilada por cámaras de seguridad, algunas de ellas propiedad de SEGOB federal, c) los asesinos echaron mano de cuatro vehículos que fueron fácilmente identificados por las cámaras, d) el asesino directo de Manuel usó un camuflaje fácil de distinguir y recordar, e) para colmo de certezas, el vehículo del asesino directo fue abandonado en la escena del crimen, y dentro de él se halló el camuflaje respectivo. Hay testigos oculares que lo vieron abordar el vehículo abandonado y que identifican plenamente tanto al carro como al usuario, a este último por nombre y apellido.