La sociedad secuestrada

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

 

Hace algunos años, tres o cuatro tal vez, vislumbrábamos el incremento de la violencia, la delincuencia y la inseguridad y pronosticábamos, por un lado, las consecuencias de la incapacidad e ineptitud e las autoridades y por el otro, el aumento en la ira de una sociedad cada vez más agraviada por los delincuentes lo que se traduciría, más pronto que tarde, en linchamientos.

Bastó muy poco para incendiar a los pueblos. La pasividad casi sospechosa o inexplicable de las instituciones policiacas y de justicia hicieron que muchedumbres irracionales e irrefrenables se fueran contra culpables e inocentes en una agresión brutal que dejaba a los victimarios en calidad de víctimas, golpeados, heridos, humillados, vejados y en el peor de los casos, muertos. La línea que separaba la razón del linchamiento se rompió de forma irremediable; la brutalidad negó existencia al dialogo, a la razón, a la justicia.

Quienes veíamos crecer día a día la inseguridad y delincuencia, sabíamos que tarde o temprano las autoridades habrían de verse rebasadas, que las instituciones irían a verse superadas y que la acción de las hordas sería el personaje central en un Estado ausente, omiso, tibio, irresponsable y cómplice. La gente se cansó de la incompetencia de quienes cobran por no brindar seguridad a las personas y sus bienes y tomó la “justicia” por propia mano asesinando incluso a inocentes.

los gobernantes y políticos han caído en el ridículo de sus declaraciones al entender el fenómeno de la violencia como casos aislados, casos atípicos y normales o sucesos de todos los días; sólo así han tratado de explicar su ineptitud y con cifras a modo, gráficas autocomplacientes y datos de uso personal intentan convencer a una sociedad harta de incompetentes de que no pasa nada, de que nos hay por qué preocuparse ni ocuparse y de esa forma, dejar de hacer.

Para la gran mayoría de los tlaxcaltecas, muchos de los funcionarios policíacos de cualquier nivel y muchos burócratas de las instituciones de justicia, ya debieron haber renunciado. Ante la evidente ausencia del estado de derecho, por vergüenza, por dignidad, por honor y por falta de una estrategia siquiera lógica de combate a la delincuencia, ya no tendrían por qué estar siendo mantenidos del pueblo.

Las declaraciones, resultados y planes o proyectos del poder son una vergüenza; las imágenes y poses de funcionarios despreocupados y felices son patéticas. La realidad está a la vista, las cifras rescatadas de los medios de comunicación son la verdad, las escandalosas situaciones de linchamientos son frecuentes y reales y las víctimas de todo tipo de delito prácticamente se encuentran en la indefensión, mientras que los culpables, de los delitos y de la omisión oficial, se hayan en la impunidad.

En una entidad federativa calificada por ociosos funcionarios como “una de las más seguras del país” o “el segundo estado más seguro” todos los días se cometen delitos de alto impacto que van de femicidios, ejecuciones, asaltos a mano armada a negocios y transporte de mercancías, secuestros hasta robo a unidades del servicio público de pasajeros y robos menores a casas habitación. De eso dan cuenta los medios y no la autoridad; hay otra cifra, la negra, la que no se publica, la que no es atendida de muy mal modo en los ministerios públicos ni ensombrece la felicidad de los jueces pero que existe.

Así es que Tlaxcala es un referente nacional en materia de Linchamientos e inseguridad, violencia y delincuencia. Lo que se espera de todo esto no es nada halagador. Vendrán cosas peores pues la gente que se hace justicia por propia mano buscará matar a detenido culpable o inocente antes de que lo rescate la policía y lo entregue a los encargados de la puerta giratoria. La gente no entiende por qué la autoridad protege más al delincuente real o supuesto que a las víctimas; alguien ha dicho que los delincuentes no tienen derechos pues los perdieron al momento de decidir cometer fechorías. Pretextos va a haber muchos.

Por lo tanto, y hasta que esta violenta realidad sea parte de los “hechos que ocurren todos los días” hasta que dejen de ser atípicos y ya no sean “hechos aislados” habremos de acostumbrarnos a que un día haya un linchamiento y otro también los tlaxcaltecas dejaremos de ser personas libres pues quiérase o no, la sociedad en este momento está secuestrada por el temor. Y eso no es normal

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