Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
A los partidos políticos y a los candidatos o aspirantes se les ha terminado el mensaje, el discurso y la imaginación para convencer a la sociedad. En el 2018 lo que va a contar es el despilfarro y la descalificación, los golpes bajos, la guerra sucia, las traiciones y hasta el enfrentamiento verbal y la violencia física para tratar de ganar las elecciones presidenciales.
A partir de ahora los partidos políticos plantean escenarios de confrontación más que de contienda electoral. Saben que requieren de procedimientos alternativos y planes A, B y C pues tienen perfectamente claro que el discurso gastado, demagógico e incoherente ya no va a servir de nada. En el amor y en la guerra, dicen, de todo se vale y el amor por el poder y en la guerra por llegar van a matar y morir si es necesario.
Junto con los institutos políticos que los postulen, los posibles candidatos saben que sólo el reparto de dinero, es decir, la compra de del voto, de voluntades y de lealtades va a llevarlos a la posibilidad del triunfo. Yo no cuentan las promesas, ya no sirven los compromisos, ya nada tiene que hacer en la campaña la imagen y el discurso bonito… todo tiene un precio y se va a elevar y a pagar en la próxima contienda.
El electorado y la sociedad mexicana en general ya están hartos del discurso estéril, ya no se dejan sorprender por rostros bonitos, ya no quieren saber de promesas absurdas, ya no se les tiene confianza a los compromisos así estén firmados ante los dioses y ya no les da la gana de volver a creer en la honradez y en la ausencia de corrupción de los aspirantes.
Los casos de corrupción, de impunidad, de abuso de poder, de enriquecimiento bastante explicable pero totalmente aberrante, las muestras de arrogancia y la ausencia de resultados a favor de la clase gobernante y la profunda desigualdad entre las clases sociales en México son argumentos bastante sólidos y suficientes para mandar al demonio a la supuesta democracia selectiva y a quienes la representan o intentan poner en práctica.
Los partidos y los políticos no acaban de entender que la sociedad esta asqueada, cansada y enardecida por el degradante comportamiento de la clase gobernante que ha traicionado la confianza del pueblo y que aun así sigue cambiando de camiseta y de colores y de siglas y de promesas y cargos para seguir manteniéndose del erario ante su ineptitud e incompetencia para ganarse el salario de otra forma.
En México no hay partidos de centro, de derecha o de izquierda; a la hora de ejercer el poder son lo mismo; son oposición porque se oponen entre sí para presionar y obtener beneficios, son oposición para fingir ideologías distintas, son oposición por conveniencia cómplice y para mantenerse de las prerrogativas, pero en los hechos son simplemente lo mismo y así, simulan alternancia, cambio y democracia. Tlaxcala sabe mucho de eso.
Los mismos no pueden hacer el cambio y en nuestro país son los mismos los que están en el poder, en los puestos del gobierno de cualquier nivel, eternamente en un partido y en otro, con un gobierno azul, tricolor o amarillo, por separado o con sus múltiples combinaciones, siempre los mismos que impiden el cambio generacional y el crecimiento de la nación, los mismos camaleones que se mimetizan y camuflan.
A México como sociedad y cultura lo que le queda es alcanzar la conciencia social que se requiere para imponer un nivel elevado de política y lograr gobiernos acordes a los nuevos tiempos pues finalmente, cada pueblo tiene los gobiernos que se merecen y los actuales y futuros corruptos e inútiles gobernantes no llegan solos, sino por el voto de ciudadanos inconscientes que comprometen el futuro de las generaciones venideras a cambio de una despensa, de plástico de cinco pesos o un vale por un kilo de alimentos que dicen, se ha regalado para comprar el voto y dado como muestra de la degradación de la política y de los políticos…
México no merece esta clase política, no necesitamos este tipo de delincuentes en el poder, no queremos y no esperamos más de lo mismo, pero de ello no pude encargarse ni tenerlo como obligación ni posibilidad el poder en turno ni las presuntas autoridades electorales, sino el pueblo, entendiendo esto como el comerciante, el chofer, el estudiante, la ama de casa, el pensionado y el profesionista que debe castigar la arrogante impunidad de quienes se sienten indispensables y vitales y participar para seleccionar si no a los mejores, al menos a los menos peores.
Luego, ser ente participativo y activo crítico y exigente ciudadano para el cumplimiento de las promesas de aquellos que llegando al poder, dejan de pertenecer a los colores y partidos que los postularon. Es necesario que los elegidos por el voto trabajen, den resultados, informen al pueblo y traten al ciudadano con respeto y eficacia y eficiencia y si no pueden, obligarlos a renunciar; el que no sirva, que se vaya…