La Pluma por la Espada
Crimen organizado y desorganizado = Contubernio e incapacidad de gobierno
Por: Mario Alberto Macías Palma
A pesar de un inherente índice de delincuencia en todo grupo social, ciudad, país, incluso en la humanidad, como se autojustificaba en su momento quien fuera gobernador Héctor Ortiz, siempre es el menor porcentaje a la parte social que se mantiene dentro de la legalidad. Cuando se rebasa cierto nivel de inseguridad es por la permisividad la para cometer delitos.
La seguridad pública, que incluye la protección física de la persona, de los derechos del individuo y de su patrimonio, esa corresponde al Estado, que como lo define la administración pública, es una entidad social que su esencia es el progreso colectivo, sí solo si brinda también seguridad.
Cuando el Estado falla, crece la inseguridad; cuando el Estado lo permite, se desborda la delincuencia; cuándo el Estado es incapaz u omiso es superado por los criminales; cuando el Estado es cómplice pasa lo que vemos en México y, lamentablemente, cada vez más frecuente en Tlaxcala.
El Tlaxcala más seguro del país, que tanto presume cada gobierno estatal desde hace tres décadas es cada vez más irreal. Este distintivo es válido, pero se magnifica ante el terrible panorama nacional de la inseguridad, sin embargo se desdibuja con el incremento de eventos delictivos de alto impacto, nunca antes vistos por estos lares.
En la lógica de la comparación, pues estamos “requete bien” ante los bombardeos en Guerrero y Michoacán, ante el desplazamiento en Chiapas o Oaxaca y Coahuila, ante las matanzas en Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Baja California o Veracruz, ante las balaceras a pleno sol en Zacatecas, Jalisco, Nuevo León, Tabasco, Sinaloa o Quintana Roo.
Ante el cobro de piso en Colima, San Luis Potosí y Baja California Sur, el huachicol en Puebla e Hidalgo, el secuestro el CDMX o Querétaro, o ante el imperio sin rubor de los cárteles en Durango, Aguascalientes, Nayarit, Morelos, Edomex o, el peor de todos, Guanajuato.
Masacres, levantamientos, y desaparecidos por todos lados, de todas edades, géneros, tamaños y sabores.
El robo en carreteras y el tráfico de migrantes cubre todo el país.
¡Ah!… y Tlaxcala con su honroso primer puesto en trata de mujeres con fines de explotación sexual.
Como no vamos a ser el estado más seguro -algo que rebate Yucatán- con esas comparaciones con lugares de terror y escenarios dantescos. Pues así sí. Cualquiera.
Pero, ¿acaso sería mejor comparase con lugares donde los delitos son escasos, son la excepción y no la norma? Y así tener mejores parámetros, pues aunque no seamos el “mejor lugar para vivir”, como dice y ha dicho desde que era gobernador Alfonso Sánchez Anaya, pero sí aspirar a mejorar en materia de seguridad.
Aquí en Tlaxcala vemos con mayor frecuencia, feminicidios, personas asesinadas ya sea aquí o sean cuerpos aventados, comerciantes asaltados en pleno centro de la capital, cada vez más denuncias de extorsión a negocios, más jóvenes indigentes por los efectos de drogas duras, periodistas allanados en sus hogares como los casos en Tizatlán o Totolac, últimamente abigeato en la zona oriente, principalmente.
Vaya que nadie se salva. Tlaxcala esta en un polvorín de inseguridad por la penetración de bandas criminales, y para quienes hacen gala de su estupidez gubernamental negando “delincuencia organizada” local o advenediza, que vean la definición de los mismos órganos oficiales:
Delincuencia organizada es igual a tres o más personas reunidas y coordinadas para la cometer de delitos. 3 tan solo 3, organizados o desorganizados, ya se considera asociación delictuosa, banda de delincuentes, cartel, crimen organizado, pues.
Cierto que la situación nacional es de años atrás, de décadas de gobiernos corruptos e incapaces, cierto que la colusión es lo que dejó crecer la crisis de inseguridad, pero también es cierto que desde lo más alto de la autoridad se puede combatir con éxito.
Así como sí lo decidiera un presidente enérgico, un gobernador o, en nuestro caso gobernadora, que no quiera dejar entrar ni crecer al crimen organizado, que no sucumba a la tentación de corromperse, que no sea rebasada por su secretario de gobierno, de seguridad, de su procurador de justicia, no habrá ningún desbordamiento de la delincuencia, a menos de que sea un inepto o inepta para gobernar en el mejor de los casos… en el peor cómplice.
ESGRIMA…
La sucesión del poder ejecutivo se adelanta en la víspera de la mitad del sexenio, y todos los exgobernadores, exgobernadora y gobernadora actual se aprestan a dar la gran batalla por imponer a quien represente, cuide, defienda, acreciente o restituya sus intereses legítimos o no.
Quien va ganando en esta carrera por la gubernatura pos Lorena Cuéllar, es José Antonio Álvarez Lima, quien ya tiene dos candidatas en sus discípulas: La dos próximas senadoras: Ana Lilia Rivera por actual partido Morena y Anabell Ávalos por su expartido el PRI. Al tiempo.