La lista negra de los delitos en Tlaxcala

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Desde amenazas cumplidas o no, violencia y lesiones en el hogar y robos menores hasta despojos, fraudes y violaciones o acoso sexual, la lista negra de delitos en Tlaxcala es grande y grave y todos tienen el común denominador de la impunidad que se deriva, de acuerdo a expertos, de la incapacidad, corrupción y complicidad de las instituciones encargadas de hacer justicia.

Para esas instituciones, bastante caras para la sociedad, si un hecho o un delito no llega a sus manos, si no es parte de sus expedientes, entonces no existe; es producto del imaginario colectivo y hasta una estrategia de los contrarios en la política para desacreditar al régimen; no hay víctima, no hay victimario, no se suma a las estadísticas, no preocupa ni ocupa ni quita el sueño.

La situación se torna más grave si entendemos que la cifra de delitos que se persiguen y que llegan a una sentencia es ridículamente pequeña, insignificante, mediocre. En los juzgados y ministerios públicos los expedientes se acumulan, forman montañas, se pierden, se extravían las pruebas, los agraviados se cansan y el trato de los empleados del pueblo es déspota, grosero, agresivo, incompetente…

Mientras, dentro de la sociedad, quienes se sienten superiores, se dan el lujo de agredir y ofender al vecino, se jactan de dañar propiedades ajenas o no pagar un préstamo; saben que la burocracia legal lo permite, lo fomenta y promueve. Hay innumerables casos de mujeres que son golpeadas por su pareja hasta hacerlas perder el conocimiento pero no denuncian, saben que es perder el tiempo, que incluso se les revierte el caso. Y hay mujeres violadas quienes identifican y señalan a su agresor pero omiten denunciar, por vergüenza, por dignidad y porque nadie les salvaguarda su integridad y sus derechos.

El sistema de justicia en Tlaxcala no conoce de casos de fraude mediante el préstamo de dinero llamado “gota a gota” que ya opera, o al menos un sistema parecido y descubierto en Apizaco. Este método, traído de Colombia en años recientes y operado por ciudadanos de ese país, es extremadamente violento y además de dejar sin propiedades a los incautos, a veces deriva en la ejecución del deudor o en el secuestro de algún familiar. Pero si ese hecho presuntamente no es denunciado, cosa muy común y entendible, entonces no existe y por lo tanto no hay nada que hacer.

También ha prosperado en este estado el despojo de casas habitación. Existe en Tlaxcala una o varias bandas perfectamente organizadas que adquieren en renta una vivienda y con el paso de los meses, dejan de pagar el alquiler pretextando problemas económicos hasta llegar a la negativa total para después pelear la vivienda como suya y con argumentos legaloides y complicidad de las autoridades, se quedan con ella, no sin antes amenazar de muerte a los legítimos propietarios o golpearlos al momento de reclamar el bien o yendo a agredirlos hasta donde se encuentren.

Este delito se ha incrementado en los meses más recientes y se comete en Huamantla, Calpulalpan, Apizaco, Tzompantepec, Santa Cruz Tlaxcala, Chiautempan y Zacatelco; pero para las autoridades, que sólo responden con pretextos por los delitos que causan más impacto, no pasa nada. Tlaxcala es el estado más seguro del país, es una extensión del edén, una sucursal del paraíso y la envidia del resto de nación envuelta en violencia irracional e irrefrenable.

La sociedad no denuncia porque no tiene confianza en las autoridades, porque el trato en las oficinas (que los funcionarios creen su propiedad) es agresivo y el trámite desesperadamente lento y porque duda de la probidad de policías, ministerios públicos, jueces y secretarias. El panorama es desolador y sin un futuro prometedor.

La lista negra de delitos es larga y la impunidad deja en indefensión al pueblo; la delincuencia tiene garantizada su prosperidad.