Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
En días recientes, en cualquier ciudad de Tlaxcala, al día siguiente de una de tantas festividades religiosas que congregan a mucha gente, se observó un fenómeno que retrata de cuerpo entero el cómo la enseñanza en México no se traduce en educación pues esta no se socializa y no repercute en la convivencia del pueblo.
Tras la ceremonia religiosa, las actividades culturales, la feria y los antojitos mexicanos, los cientos de asistentes al acontecimiento anual se permitieron dejar el lugar como la sucursal del peor muladar o la concentración de desperdicios y basura propia de seres inconscientes, incultos y analfabetas.
A esa reunión acudieron personas que tal vez jamás hayan acudido a una escuela y así se podría explicar más no justificar su negativa actitud de ensuciar el entorno, pero igualmente estuvieron presentes médicos, abogados, arquitectos, profesores y políticos y dignatarios de la iglesia y del gobierno pero en realidad, los hizo uno solo su actuar propio de incivilizados y carentes de dignidad y vergüenza.
Lo anterior podría poner en relieve la realidad de la educación, la enseñanza, la cátedra o la instrucción en México que bien pude ser mucha, impartida y recibida en las mejores escuelas y universidades, que puede otorgar calificaciones de elementales a doctorados y honoris causa, pero que en la práctica o en la convivencia revela que el conocimiento o la ciencia no se socializan, que no se ponen al servicio de la especie humana, que no son humanistas, que no son solidarias ni justas.
Una acción tan simple como tirar una sola basura de cualquier tamaño, estacionarse en doble fila o en la rampa especial para personas con capacidades especiales, adoptar actitudes arrogantes o discriminatorias o hasta abusar del físico o el conocimiento y de ello sacar provecho, arroja al estiércol todos los títulos, certificados, reconocimientos, licenciaturas, doctorados y clase social real o imaginaria. A la gente se le conoce por lo que hace, no por lo que dice.
Si el conocimiento, la enseñanza, la cátedra y el aprendizaje no se ponen al servicio de la sociedad y no se traducen en valores, entonces no cumple ni siquiera con una cuarta parte de su objetivo, razón y destino. El conocimiento, si no es para servir, para ayudar, para atender o para mejorar, entonces quien lo posee en realidad se convierte en el más ignorante y representa el fracaso de la educación que esta, no debe entenderse como años de estudio y los papeles obtenidos como consecuencia.
Lo visto en esa pequeña o grande ciudad de Tlaxcala es triste pues retrata de un solo golpe la realidad de nosotros mismos. Si no tenemos la capacidad de comportarnos bien como colectividad, si no tenemos la capacidad de encontrar alternativas para enfrentar nuestros retos, si no entendemos que no hay otros pues nosotros somos los otros y somos esos los demás a los que nos referirnos para tratar de evadir nuestra obligación y responsabilidad entonces como sociedad estamos fracasando.
El mundo va a cambiar con nuestro ejemplo, no con nuestra opinión: el consejo empuja pero el ejemplo arrastra, así es que la actitud de los adultos es ejemplo para los niños y jóvenes y esa actitud de dejar basura de forma impune está formando el comportamiento de las futuras generaciones que van a creer que es normal comportarse como cerdo o como cualquier animal que rechazaría la similitud por honor y vergüenza. De nada sirve el conocimiento y los títulos con ese resultado “no sabe más quien sabe mucho, sino quien sabe lo que realmente importa”.
Por eso algunos hablan de que la educación sin valores en realidad nos hace bestias más inteligentes, pero bestias al fin. La educación sin compromiso es pérdida de tiempo, la educación sin educación ni respeto es letra muerta… un ser sin valores es el simio que jamás debió bajar del árbol…