El conocer hasta dónde pueden llegar los extremos de la irracionalidad
Por: Bernardino Vazquez Mazatzi
Además de las horrendas consecuencias de la violencia terrorista registrada en pleno centro de Francia y algunas otras partes del mundo, destaca el que la mayoría de los actores de los atentados sean jóvenes, muchachos en el despertar de la vida y ninguno mayor a los 30 años.
La edad de los combatientes musulmanes tiene mucho que ver porque de manera grotesca representa la situación de la juventud a nivel mundial, en que se da la falta de oportunidades, la nula o poca posibilidad de desarrollo, la intolerancia en sus diversas manifestaciones, el bombardeo de mensajes de violencia y sobre todo, un extremista adoctrinamiento que los induce a aborrecer la vida propia y ajena y a entender, amar y promover la carencia de respeto hacia los demás como algo normal y hasta obligado. Y eso, sin reparar en los niños menores de 10 años en manos de ISIS a quienes ya han enseñado a asesinar sin el mínimo asomo de piedad o razonamiento.
A edad temprana los jóvenes son materia elemental y carne de cañón de las ideologías extremistas y de las religiones fundamentalistas, pero para que su estrategia dé resultados, debe contar con la complicidad de los gobiernos de todo el mundo que se esfuerzan por negarles los más elementales derechos a los llamados “herederos de la civilización humana” a quienes les cierran las puertas del empleo, de la autorrealización, de su derecho a la cultura y a la educación y les niegan toda clase de oportunidades que los lleven a su integración social plena y su inclusión como seres humanos racionales y dotados de conciencia.
Las guerras santas, los ideólogos políticos de extrema izquierda, los ministros del culto fundamentalista y las organizaciones del narcotráfico encuentran en la ambición, inmadurez y energía de los jóvenes la materia prima para el logro de sus ambiciones y poco o nada les importa anular vidas inocentes en aras de su codicia pues ninguna lucha que apague una vida o sentencie y condene a una civilización o cultura o pueblo puede ser justa, ni siquiera explicable y mucho menos justificable.
El conocer hasta dónde pueden llegar los extremos de la irracionalidad y saber hasta cuánto es posible manipular a los jóvenes debe poner en alerta roja a los gobiernos de todo el mundo pues el nivel de violencia alcanzado por los terroristas nos deja perfectamente claro qué es lo que como sociedad estamos haciendo mal y qué es lo que no estamos haciendo para salvar a la juventud de la tentación de matar y morir por una utopía o por intereses del capitalismo o por el poder de esos entes podridos en el fanatismo.
En México no se está haciendo mucho por los jóvenes de todas las edades y se hace menos por los chicos considerados de las clases media, media baja y baja que ya casi es la mayoría de la población nacional, y ser joven en esta nación es sinónimo de peligrosidad y ociosidad, es servir sólo para ingresar al falaz mundo del narcotráfico, es una forma de identificarse con los riesgos y la vulnerabilidad y es estar disponible para defender los intereses de otros y para ofrendar la vida en beneficio de unos cuantos.
De alguna forma los acontecimientos que se viven en gran parte del planeta y que tienen que ver con la vida interrumpida de los jóvenes nos interesa, nos debe interesar y nos debe hacer reflexionar a todos, pero mayormente al gobierno, respecto a lo que se tiene que hacer en beneficio de ellos pues su discurso siempre los inspira y su partido los utiliza ya que los muchachos son sustituibles y no le representa más que estadística, gráfica, cifras y buenas intenciones.
“La muerte de un joven será siempre un naufragio; la muerte en un anciano debería ser siempre la llegada a un puerto seguro”, dice el sabio filósofo. Esta leyenda nos debe quedar claro y nos debe orientar respecto a nuestra responsabilidad como sociedad y sobre la inmensa deuda que tienen los gobiernos del mundo.
En todas partes del planeta, en estos momentos, se está gestando el aniquilamiento de los jóvenes y no necesariamente los aniquilan aquellos que les lavan el cerebro para inducirlos al sacrificio de sus vidas, sino aquellos que sentados cómodamente en sus escritorios los utilizan como argumento y elemento para enriquecerse o para el cumplimiento de sus planes. O No.