Indolencia y exterminio

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

A nivel mundial, nacional y estatal ocurren hechos que nos rebasan, nos abruman y nos impiden el análisis y su correcta interpretación. Son acontecimientos que cambian el rumbo de la historia, que modifican la geografía de los continentes, que transforman la vida de países, culturas e individuos. En rápida sucesión se acumulan hasta convertirse en argumentos fáciles de ignorar o dejar pasar inadvertidos.

Así es como surge la indolencia, el desinterés, la ausencia de atención e importancia para hechos que duelen, que derraman sangre, que acarrean muerte y hambre, que son ejemplo de injusticias y de perdida de la fe y la confianza… día a día miles de seres amanecen con el único propósito de enriquecerse a costa del sufrimiento ajeno, y lo logran, poseen fortunas para vivir tres vidas en abundancia; en contraparte hay también miles que despiertan con el afán de servir, de trabajar, de dar y luchar por hacer de este mundo menos pesaroso.

De todo el orbe surgen imágenes desgarradoras de mujeres, niños y ancianos mutilados, heridos y asesinados por guerras fratricidas sin victoria y estúpidas como todas las confrontaciones bélicas. Y en México, todos los días, a todas horas, desde todos lugares, surgen incesantes casos de homicidios irracionales, de feminicidios absurdos, de emboscadas sangrientas y venganzas sanguinarias; la mente no puede procesar toda esa información y la razón sugiere dejarla pasar, ignorarla, impedir que ocupe un espacio en la memoria y olvidarla si finalmente, se refiere a lugares distantes y gente desconocida.

Lo ocurrido en Aguilillas, Michoacán, donde fueron asesinados 10, 14, 20 y más, o menos policías estatales, es un hecho que sobrepasa la violencia y entendimiento humanos, que pone en relieve el nivel de brutalidad y estupidez de que son capaces ciertos seres, que exhibe la profundidad de la descomposición social y que nos muestra como una raza ya carente de humanismo, de respeto y de todo elemento o argumento que presuntamente nos hizo diferentes a las bestias.

Ese doloroso y vergonzoso acontecimiento, abanico y escaparate para demostrar hasta dónde somos capaces de odiarnos y exterminarnos, también pasó de largo por las conciencias de quienes, cómodamente instalados en su burbuja de bienestar, prefieren ignorar cerrando los ojos y todos los sentidos, mientras hasta su alrededor no llegue la sangre, los alaridos de dolor, eh olor a cuerpos calcinados y el llanto por la muerte de una mujer, de un niño o un anciano, o de un policía.

Así es como en presente semana y en la anterior, vimos cómo Ecuador se hundía en el desorden y la indolencia, en la violencia y la muerte, mientras los amos del Fondo Monetario Internacional dictaban sentencia a la supervivencia de la raza ancestral. Y también fuimos testigos del incremento de la guerra genocida entre Siria, tribus regionales, milicias kurdas, milicias chiíes, tropas turcas, milicias de Hezbolá, las Unidades de Protección del Pueblo, contra Turquía y contra Israel y Palestina e ignoramos la matanza aborrecible en Afganistán donde son los niños las más terribles víctimas.

Ignorar, dejar pasar, es mejor para quien se ha curado de piedad, para quien ha superado la rabia y la impotencia, para quien ya no tiene Dios ni líder en su espíritu. Es mejor voltear el rostro hacia el lado contrario, hacerse sordo a los gritos desgarradores y a los pedidos de clemencia, de oración o de limosna; es mejor hacerle creer a la mente y a la comodidad que se vive en otro tipo y espacio; finalmente, qué culpa tengo de lo que le pases a esa gente tan lejana y tan extraña, tan nada ni nadie.

Hay dolor, injusticias y brutalidad todos los días en nuestra patria y nuestro estado; todos los días se deja libre al culpable y se ajusticia al inocente, siempre hay actos aborrecibles como la agresión al presidente municipal de Las Margaritas, en Chiapas, o episodios deleznables como la libertad a los asesinos de la estudiante sólo por no haber sido capturados en flagrancia o la criminalización a la mujer violada o golpeada brutalmente por quien se dice su esposo o su pareja.

Pero esas son cosas para pasar inadvertidas, para soslayarse, para adoptarlas como “normales”, para olvidarlas si acaso por accidente fueron conocidas, para seguir avanzando libremente hacia el mundo de la indolencia y el exterminio en espera de nuestro turno, individual o colectivo.

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