¿Honestidad u honradez?

Vayamos siendo honrados para reconocer con  honestidad que en democracia, estamos en pañales

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

En estos días de campañas electorales, la palabra honestidad tiene mucha demanda y se desparrama y escurre en el discurso, se acomoda en cada frase, se luce en la verborrea demagógica y se multiplica como plaga en la perorata soporífera del y de los candidatos a puestos de elección popular que se cuentan por miles.

Hablan, hablan y hablan los aspirantes a algo o a todo, incansablemente, repitiendo lo mismo, reiterando lo aprendido a fuerza de pronunciarlo en cada oportunidad, insistiendo en venderse como la novedad, lo increíble y maravilloso, como la cura de todos los males y el remedio para todos los bienes… como la personificación de la humildad, la honestidad, la pureza de acción y pensamiento y juramentando ante lo divino y lo maligno, ante lo sagrado y lo maldito, que son el milagro esperado y prometido.

Y habremos de creerles, a algunos, a los que ya ocuparon un cargo y nada hicieron, a los que ya estuvieron registrados en una nómina gubernamental con regular o mucho salario, a quienes se han aferrado y enquistado en el servicio público, que son honestos, pues con ello nos dicen que honestamente no quieren salirse del poder porque no saben hacer otra cosa vivir del erario y que fuera de él es un error y es una condena de morir de hambre.

Sí, si la honestidad es hermana del cinismo, si ser honesto no es otra cosa que reconocerse inepto, incompetente, deshonesto y atento para disponer de lo ajeno… ser honesto no es otra cosa que aceptar las limitaciones que nos hacen obstáculo y burocracia para el pueblo que nos paga los salarios, es mostrarse como el déspota funcionario que se molesta con quien le exige resultados, es exhibirse prepotente e ignorante y decir con mucho o nula vergüenza que, efectivamente, se es así, que es ese el sello personal y la característica natural, pero ya qué.

Así es que ser honesto no representa ningún riesgo; no tiene mayor misterio, no vale nada pero cuesta mucho; ser honesto tal vez sólo requiera de mucha valentía y una enorme cantidad de cinismo.

Ahora que si los candidatos de lo que quieren hablarnos es de honradez entonces… entonces el discurso, la promesa, la propuesta, el proyecto, las intenciones y los objetivos adquieren otra dimensión, otro significado, otro rumbo, otros intereses y motivos… por eso poco se habla de ella, por eso son pocos los discursos teniéndola como personaje central, y porque hablar de honradez es compromiso, es juramentación, es identidad y esencia, mejor nos la disfrazan y ocultan haciéndola transitar entre la confusión y la demagogia.

Para un político avezado, para alguien que ya ha caminado las rutas de las campañas, sabe que la gente poco se preocupa por descifrar el mensaje, sabe que no le da la gana de darle la interpretación correcta a las palabras, sabe que ni le va ni le viene si la propuesta y la promesa en viable o sólo trabajo de merolicos… simplemente sabe que siempre es lo mismo, que siempre son los mismos y que de todos modos, alguien va a ganar, pero nunca el pueblo…

Así es que, señores electores, la invitación es a conocer de fondo y no sólo de forma al aspirante, al discurso, al significado de las palabras melosas de la promesa pues ahí se esconde la verdadera intención del candidato y la ignorancia de los ciudadanos que forman el binomio que fabrica la mediocridad de la política y de quienes la usufructúan.

En la lucha por la dignificación de la política y en la búsqueda del respeto para la sociedad que elige, y muchas veces mal, a sus gobernantes, vayamos siendo honrados para reconocer con  honestidad que en democracia, estamos en pañales.

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