Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Es preocupante, por decir lo menos, el cada vez mayor involucramiento de hombres y mujeres, también cada vez más jóvenes, en hechos delictivos o en actos abiertamente violentos, lo que acusa una grave pérdida de valores, en una completa y aberrante ignorancia de lo que es la vida y una ausencia de motivaciones para vivir.
En los actos terroristas ocurridos en Francia y en Alemania, y principalmente en los países y religiones extremistas, los muchachos, menores de 24 años de edad y que tuvieron a su cargo la muerte de ciudadanos indefensos, actuaron con el mayor desprecio a la vida y a las creencias de los demás y exhibieron una saña jamás concebida en otros tiempos, en los que la humanidad no se auto proclamaba sociedad civilizada, culta, inteligente y evolucionada.
Algo se está haciendo mal en las culturas orientales y occidentales, con las religiones piadosas o extremistas, con las riquezas y pobrezas, que las actuales generaciones desconocen el respeto, la educación, los principios fundamentales y elementales de la vida, la libertad de los otros, las diferencias religiosas y políticas y étnica… algo se ha podrido en la mente, algo se nos ha perdido en el corto camino de la historia, algo ya no está en su lugar.
En México nos encontramos con casos de jovencitos de 14 años ya con un largo y negro historial delincuencial, adolescentes que ya no les tiembla la mano ni reconocen el remordimiento o la compasión al momento de ejecutar a uno o varios seres semejantes, muchachos que desprecian la vida y se sumergen sin retorno en los grupos organizados del delito con el falso argumento de que prefieren diez años en la opulencia y no toda una vida en la miseria, confiados en que dentro de los grupos de narcotráfico todo es ganancia así sea por apenas unos años…
En las escuelas secundarias del estado de Tlaxcala nos encontramos con estudiantes de 13 a 24 años con una idea completamente distorsionada y una actitud totalmente torcida del y hacia el futuro, el cual se les ha cancelado en la mente y se les han cerrado los espacios y los caminos a grado tal que se les ha perdido el rumbo, y mejor optan por dejar de esperar, de luchar, de inventarse, de buscar y viven al día, al momento, con lo que vaya saliendo.
Los muchachos de ahora han dejado de verse reflejados en los buenos ejemplos de sus padres, y han adquirido la costumbre de sus mayores de culpar de todo a todos, han asumido que efectivamente, no tiene caso dialogar, esforzarse, trabajar, si como escuchan, el maldito gobierno se roba todo, si los políticos son los culpables de todas las desgracias terrenales y del universo, sin no existe un solo servidor público honrado, si todas las mujeres son traicioneras, si como machos es obligación irrenunciable ser alcohólicos, valientes y desobligados.
Lo que pasa a los “chicos de hoy” es culpabilidad y responsabilidad única y exclusivamente de los padres de familia que han delegado en otros su obligación de educar con ejemplos, que han permitido que los hijos busquen y encuentren en los “amigos” el lugar y cariño que no conocen en el hogar, que les han inculcado la idea de que no se puede ser feliz sin alcohol ni cigarros ni drogas, que les han hecho creer que no vale la pena ser honrado ni ganarse el sustento con el trabajo limpio, que les han dejado claro que esta pinche vida vale madres y que no tiene ningún sentido ni motivo la existencia.
Lo que se ve en la calle con la desorientación y confusión de los muchachos es el reflejo de la falta de valores y de educación que es cada vez mayor en el hogar, es la ignorancia por el respeto, es la ausencia de motivaciones y sensibilidad para seguir adelante, es el desprecio hacia la vida y hacia el derecho de los demás, es la falta de argumentos para enfrentar la vida.
La violencia extrema de la que hacen gala los hombres y mujeres de estos tiempos tiene mucho que ver con el desprecio y violencia del poder hacia las clases menos favorecidas, con las expectativas incumplidas de los sistemas y regímenes de gobierno, con la corrupción de la clase política, con la traición y la mentira de las religiones y con la cancelación del futuro de las actuales generaciones.
Todos estos elementos, juntos, forman el caldo de cultivo ideal no para una nueva revolución o para un levantamiento armado en la búsqueda de un cambio para la civilización humana, sino para crear entes carentes de valores y de motivos para una convivencia armónica o para la continuidad de la vida en el planeta tierra.
Los culpables de esta situación confusa y peligrosamente cotidiana somos todos, todos los que con nuestras acciones y omisiones dejamos a nuestros hijos y en general a todos los jóvenes una herencia de violencia…