Hartazgo social y violencia irracional

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Lo ocurrido en navidad en San Pablo del Monte, si bien se traduce o se resume en violencia irracional y pérdida del control de la autoridad, como nunca denota pérdida de confianza de la sociedad hacia la autoridad y un exacerbado rencor y animadversión hacia todo lo establecido y respecto a todo cuanto represente un sistema de gobierno ya caduco y fuera de tiempo.

A las masas les es suficiente un pretexto, un rumor, un chisme, la mínima provocación para expresar su descontento al cual aún no le encuentran origen claro, rumbo definido ni argumentos o conceptos claros, pero que forzosamente los obliga hacia un rumbo marcado por el rechazo a la autoridad, por el rompimiento y el destrozo a lo que la presente, a la agresión hacia aquello que, creen y consideran esas masas, se infunda en un uniforme, en unas insignias, en un nombramiento, tras un escritorio o una representación para supuestamente oprimir o despreciar al gobernado.

Hace ya bastante tiempo que el pueblo se encuentra harto de su gobierno. Aunque no lo manifieste de manera abierta, aunque no participe en mítines y plantones, aunque no tenga los conocimientos legales ni los argumentos convincentes, una parte de la sociedad mexicana incuba un resentimiento al poder que lo ha traicionado, que los ningunea, que le impone cargas tributarias, que se aprovecha del cargo para enriquecerse de forma absurda, que utiliza su fuero para garantizarse impunidad, para burlarse con cinismo de la debilidad de unos…

Esto que está pasando es extremadamente peligroso. Y los estudiosos sociales no le han encontrado una explicación del todo coherente. El poder hace uso de la fuerza legal para hacerse entender y para aplicar la ley pero eso no soluciona nada y por el contrario, empeora la situación pues el pueblo se siente agredido, reprimido, silenciado y amenazado. Ya se han acumulado muchos agravios, reales o supuestos, ya se ha dejado que el rumor parezca verdad, ya se ha evidenciado mucho la corrupción de gobernadores, magistrados y políticos; el vaso ya se llenó y el vaso está a punto de desprender esa gota famosa.

En los tribunales, ante la ley, ante los ministerios públicos y frente a la policía, el sujeto de a pie se siente indefenso, se considera vulnerado, se ve humillado y si se puede o se deja, entonces acaba siendo culpable de algo; luego entonces, sólo le queda el poder hacerse escuchar de forma violenta y en grupo, hace uso de la violencia para que en bola adquiera la fuerza que necesita, se hace presente en masa para desde la clandestinidad romper, incendiar, terminar con lo que lo agravia, según sus resentimientos acumulados.

Lo ocurrido en San Pablo del Monte y ya muy frecuentemente en todo el territorio tlaxcalteca, nada tiene que ver con justicia, con la protección de los vulnerables o débiles, con la ayuda al vecino víctima de la violencia o con una defensa ante una injusticia o una atrocidad oficial. Tiene que ver con el estallido de los resentimientos acumulados, con una idea, equivocada o como quieran llamarle, de venganza común; el pueblo, ya irracional y fuera de control sólo tiene en mente hacerse entender o hacerse notar por medio de la violencia que termine con lo que representa el poder.

Y lo hace porque, se explica pero no se justifica, en las oficinas, en lo individual, es nadie. No es atendido con eficiencia, eficacia y respetuosamente; porque lo hacen dar muchas vueltas para que al final no le ofrezcan una solución favorable, porque el presidente municipal se vuelve invisible e inaccesible; porque el policía lo infracciona pero no captura al delincuente, porque no hay apoyos para las obras pero sí para las borracheras, porque el cinismo de los corruptos es inverosímil y eso hace que la gente ya tenga o se invente argumentos y motivos al por mayor. La masa utiliza la venganza como pretexto; la autoridad ni siquiera tiene un pretexto para explicar.

El poder, el sistema, cualquier forma y nivel de gobierno, de cualquier partido, jamás va a aceptar que ha sido rebasado, que es incompetente, que carece de sensibilidad para atender a la sociedad, que no tiene la capacidad ni el conocimiento ni la voluntad para ser gobierno; ante ello, se sale con las estupideces de que “son casos aislados” o en el peor de los casos y como monumento a la ignorancia y diplomado en burla “focos rojos sólo los de los semáforos”.

Tlaxcala habría de declararse en estado de alerta permanente pues lo ocurrido en San Pablo del Monte se va a repetir en cualquier parte, en cualquier momento, con cualquier pretexto y con resultados muy graves. Urge hacer algo pero… quién le pone el cascabel al gato…

 

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