El peligro que se cierne sobre la sociedad que puede con esa aprobación, perder sus derechos más elementales y ver violentados sus principios supremos
Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista
Hace muchos años, al inicio de una administración gubernamental estatal, los representantes de los medios de comunicación, al ver los desaciertos de los nuevos funcionarios, nos preguntábamos si aquellas pifias eran falta de oficio y exceso de ignorancia e ineptitud o estrategia. Con el paso de los días, con sorpresa, nos dimos cuenta de que las fallas no eran parte de un plan, sino que efectivamente, los funcionarios eran incompetentes.
En materia de la tan famosa ley de seguridad interior, misma que tuvo la atención y la muy acertada y oportuna opinión de organismos internacionales, la pregunta es si de verdad el gobierno federal y los legisladores tienen plena conciencia de lo que representa o de plano se pasan de ignorantes, pero a su beneficio. Cabe aún a estas alturas el beneficio de la duda respecto a si conocen el riesgo de dictadura que significa y el peligro que se cierne sobre la sociedad que puede con esa aprobación, perder sus derechos más elementales y ver violentados sus principios supremos.
Con este tema, polémico y contradictorio, siempre queda la impresión de que el Poder Legislativo queda subordinado al Ejecutivo como ocurre en muchas entidades de la República Mexicana. Con esta situación, a muchos queda la idea de que hoy como nunca los diputados federales y los senadores traicionaron al pueblo y olvidaron que fueron elegidos para representar los intereses de la nación y de quienes la habitamos. Hay un sentimiento de indefensión, de impotencia, de rechazo casi generalizado a esta ley que incluso corre el riego de nacer muerta.
Para muchos tlaxcaltecas en particular, hay esa incómoda idea de que los diputados locales, los que integraron la anterior legislación y los de esta, se han convertido en verdugos del pueblo al negarles el derecho y la libertad de autogobernarse mediante el voto del presidente de comunidad en las sesiones de cabildo. Los parlamentarios, principalmente los del Partido Revolucionario Institucional, no preguntaron a quienes los pusieron ahí, a quienes votaron por ellos, a quienes les pagan su muy elevado salario respecto a la conveniencia o no de quitar la mayoría de edad a las poblaciones del estado. La gente se siente traicionada.
En cuanto a esta ley que representa un enorme riesgo para las libertades en México, la sociedad en general se siente traicionada al no tener la oportunidad y posibilidad de opinar. Los legisladores consideraron que el pueblo, verdadero gobierno y poder, no podría ni debería temer que exponer sus puntos de vista o apoyar o rechazar esta o cualquier otra ley. Simplemente consideraron que la población mexicana no tenía por qué saber y conocer de lo que le afecte o beneficie. No nos consideraron ni inteligentes ni importantes como para consultarnos. Aprobaron la ley obedeciendo más a otros intereses u otro nivel de gobierno.
Ahora bien, este panorama ha venido a ensuciar o ennegrecer el panorama político electoral en México y ha colocado a nuestra nación en la lupa internacional. Los gobiernos y pueblos del mundo ven con preocupación el peligro en que se encuentran las libertades y la enorme posibilidad de una dictadura. A los legisladores mexicanos les pasó de noche las experiencias de Venezuela, de Panamá, de Guatemala o República Dominica por mencionar sólo algunos países. Así es como crece la sospecha de que, por encima de los intereses nacionales, por sobre los derechos de los mexicanos, hubo otro tipo de intereses, incluso económicos, para aprobar una ley nociva y contraria a la razón y la lógica de un pueblo que todavía ahora lucha por construir una forma de democracia.
Para los ciudadanos conscientes y para los partidos y candidatos que se llaman de oposición esto es oro molido, es una mina de diamantes, es la lotería sin comprar boleto. Hay mucho material para atacar al régimen actual y a los aspirantes que buscan darle continuidad. Y se ensañan, llegan a la vulgaridad y a la ofensa, desquitan su frustración descalificando y agrediendo como si por medio de los memes del internet o mediante mensajes groseros pudieran revertir esa ley o hacer cambiar de mentalidad e intereses al poder.
Si ya la descalificación y rechazo a un gobierno va a ser pecado, si decir la verdad a un régimen ya va a ser delito, si hacer uso de la libertad de expresión va a ser perseguido y si se busca tapar la boca al ciudadano crítico y analítico, entonces hay que demostrar ese rechazo en las urnas, hay que demostrar esa inconformidad eligiendo a quien proponga restablecer los derechos y las libertades y respetar el punto de vista de otro. La mayor venganza se debe cobrar en las casillas el día de la elección. El apoyo o rechazo a esta y otra ley, a este partido o a cualquier otro, muéstralo en la boleta, no en expresiones inútiles u ofensivas.
Continuar con esa inconformidad que ofende, denigra, violenta, agrede y señala lo único que viene a hacer es elevar la animadversión hacia lo establecido y a rechazar el estado derecho o hasta a degradar a las instituciones nacionales, lo que, en un momento dado, podría hacer que las cosas se salgan de control haciendo que la población se confronte y conduzca la inconformidad hacia una situación de violencia generalizada.
Si esta ley o cualquier otra son benéficas para México, si este gobierno federal o estatal son los idóneos entonces hay que salir a votar por los partidos y candidatos que le son afines para continuar con el progreso y desarrollo y si, por el contrario, la creación de esta u otra norma es lesivas para el pueblo y si este gobierno ha traicionado a la sociedad, entonces en masa votemos por el cambio. Pero, de cualquier forma, toda divergencia se debe dirimir en las urnas, no en la confrontación o la desorientación.
