Guerra estúpida

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

El ataque del grupo fundamentalista Hamas a Israel representa poco más que un suicidio de esa organización palestina. Los líderes de esa facción terrorista, que no la población de la Franja de Gaza, conocen perfectamente del poderío militar de su odiado vecino y ya habían calculado perfectamente su reacción. Las consecuencias estaban previstas, y se cumplieron o se están cumpliendo.

Israelíes y palestinos, los de Gaza específicamente, se odian desde hace siglos. Las nuevas generaciones ya traen ese rencor en la sangre, ya es genético, y desde sus primeros días de vida, a los niños se les enseña a despreciar a sus vecinos del norte y entre sus mandamientos sagrados está la orden de aniquilarlos; morir en batalla les representa un honor pues es su pase seguro al edén.

Opinar respecto al conflicto en el Medio Oriente es aventurado. Árabes, musulmanes, palestinos y cristianos son una mezcla religiosa, étnica, social y cultural muy difícil de entender y hay intereses de Occidente que impiden la pacificación de esa zona del mundo. A Estados Unidos y a sus aliados de Europa les conviene mantener el pleito incluso entre hermanos árabes y musulmanes.

La paz en la región es imposible. Y no es porque Inglaterra y la Liga Árabe no hayan hecho bien las cosas antes y después de la segunda guerra mundial, antes y después de 1948, cuando decidieron otorgar un territorio a Israel para fundar su patria, sino porque los palestinos consideran que el actual territorio que gobierna Benjamín Netanyahu les pertenece. Y tienen algo de razón, Israel ha invadido un día sí y otro también territorio del sur, desde la frontera hasta los Altos del Golán.

En estos momentos, Israel recibe la conmiseración de la comunidad internacional y los palestinos de la Franja de Gaza cuentan con el desprecio mundial. Y no es para menos. El ataque a Tel Aviv el sábado 7 de octubre a las 6:30 hora de allá, fue sanguinario, inenarrable, injustificado. Ahí se ejerció una crueldad poco conocida en la perversidad humana que debe avergonzar a toda esta civilización dizque inteligente y moderna.

No puede ni debe justificarse por ninguna forma, la violencia. Tal vez podríamos tratar de explicar la virulenta y cruel incursión palestina a Israel porque este país ha cometido también actos terribles en contra de sus vecinos del sur. En sus incursiones a la Franja de Gaza ha hecho prisioneros y mantiene en sus cuarteles a mujeres y niños a los que ha torturado, mutilado y asesinado. Es la guerra. Es la barbarie en toda su expresión. Es la estupidez de los odios raciales, étnicos, religiosos y económicos; ambos son carne de cañón.

Como siempre, en las ganancias de la industrial del armamento, en el reparto de los despojos o en la distribución del botín siempre hay quien sale ganando y en este caso, es Occidente, representado por Estados Unidos y Europa, dueños de la OTAN. Es triste reconocerlo, pero la sangre de niños, mujeres embarazadas, de acianos y enfermos masacrados por los palestinos del sur van a beneficiar y enriquecer a algunos; siempre ha sido así.

Ahora bien, este conflicto o su continuación, sin duda el más cruento de los enfrentamientos continuos y permanentes, puede escalar y provocar una guerra regional a gran nivel. A Israel lo apoya Occidente y a Hamas que no necesariamente palestina, lo apoya Cisjordania, aunque a medias, pero hay grupos terroristas que odian a muerte a Israel y que son despiadados como ISIS, los grupos talibanes y todas aquellas organizaciones diseminadas por todo el mundo que invocan a la Yihad Islámica, o guerra santa.

Y esto es precisamente lo que hace letal y absurdo el conflicto: el tema religioso. Para los suicidas por causas del Corán, su muerte es el pase directo al cielo; no hay mayor gloria y honor que dejar esta vida en ofrenda al profeta. Así es que morir y matar es una ley suprema de cumplimiento obligatorio y de cumplimiento continuo.

La crueldad demostrada por Hamas no tiene forma de narrarse y no puede ni debe justificarse. El ataque a Israel fue un festín de sangre y muerte, fue un derroche de estupidez y sinrazón, fue una exhibición de crueldad que no se puede perdonar. Más allá de la complejidad en lo político, ideológico, religioso o étnico, está el derecho a la vida, el uso del dialogo y el respeto, conceptos que en esa zona del planeta carecen de todo sentido.

No importa cuántos muertos se contabilicen hasta hoy ni cuántos otros miles vayan a ser consecuencia de esta brutalidad, pues la sed de sangre, el odio, el deseo de matar y las ganas de morir no van a parar la matanza. Y no hay, simplemente no existe, una forma de parar la guerra, de reconciliar a las partes, de poner fin a la idiotez de los protagonistas.

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