Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
El descontento social anunciado o temido no ha sido proporcional al incremento en el precio de los combustibles que produce y distribuye PEMEX.
Sin embargo las muestras de descontento generalizado benefician al gobierno y estabilizan la gobernabilidad en la medida en que son válvulas de escape, en la medida en que tanto los líderes sociales, los partidos políticos y los opositores al régimen encuentran motivos y argumentos para expulsar sus críticas, sus denostaciones y hasta sus ofensas desinflando así su ira o inconformidad.
Para la oposición al gobierno y para la extrema derecha o los grupos reaccionarios, el aumento al precio de las gasolinas, diesel y gas doméstico representa un filón de oro pues ahí encuentran la oportunidad para descalificar al gobierno priista y para llevar agua a su molino político. Resultados tal vez no, pero material sí encuentran.
Pero con lo que no contaron esos agoreros del fin del mundo es con la apatía, el desinterés o el valedrismo del mexicano que no por estar en contra de ese aumento iba a arrojarse a las calles a romper y quemar como si estuvieran en Venezuela. La ira, el descontento y la inconformidad no llegan a tanto, el agravio real o supuesto no es tan personal ni tan violento ni tan perjudicial para los mexicanos. Al menos no tanto como lo esperaban quienes aseguraban un estallido social.
Para que el pueblo se levante aún faltan algunos elementos, para que la gente salga a las calles en masa se requieren más afrentas, para que la sociedad se abra a la violencia callejera y convierta las ciudades en campo de batalla como lo imaginan y hasta desean algunos líderes reales o supuestos, es necesario que pasen más cosas y aún más feas. No es suficiente el asunto de los 23, ni el dominio del narco en algunos sectores sociales y del gobierno, ni la impunidad de los gobernadores ladrones ni el salario ofensivo y absurdo de magistrados, altos funcionarios y políticos.
No es suficiente este aumento a los combustibles. Definitivamente. Aún hay telenovelas, programas televisivos corrientes de chismes, todavía surte efecto la limosna gubernamental, aún sirve de algo la promesa o la amenaza, todavía se vive de la esperanza en un cambio y aunque nadie lo quiera creer, la gente sigue creyendo que un cambio proviene de los políticos e imagina que un hombre infundado en un partido y unas siglas va a sacar adelante al país y a los pobres los va a hacer ricos.
Puede haber otro Ayotzinapa, se pueden repetir las masacres patrocinadas por el gobierno o por la iniciativa privada, se puede esperar la aparición de otros gobernadores saqueadores, tal vez se mantenga o hasta se incremente el nivel de impunidad en el poder judicial, el aguante social todavía lo puede soportar. Y el régimen lo sabe. En realidad las convocatorias a quemar gasolinerías, a bloquear autopistas y ciudades, a mítines y marchas de repudio, al poder, no le quitaron el sueño.
Es cierto que esos y muchos elementos se están reuniendo y uniendo, es cierto que el hartazgo social lleva el rumbo de una expresión más violenta, y hasta puede ser que ya haya nacido un líder que va a encabezar un movimiento reivindicatorio o justiciero, pero todavía no es tiempo; aun no hay una figura qué seguir, todavía no aparece alguien con suficiente poder de convocatoria ni alguien con la calidad moral suficiente para conducir un movimiento. Y eso lo sabe el poder.
La gente está informada, la sociedad tiene conocimiento de la realidad, no hay mentiras ni autoengaño, simplemente no es el tiempo de una expresión masiva de descontento. La población está consciente de que el aumento a los combustibles necesariamente van a venir acompañados de un aumento generalizado y descontrolado de los precios, pero eso no es suficiente para asustarse. La economía y el pueblo todavía lo van a soportar; tal vez entre mentadas y maldiciones, pero no va a pasar de eso.
Digo, a menos que esto ocurra una vez pasada la euforia de los brindis de la navidad y los abrazos y sorbos de año nuevo aunque, en ese caso, el efecto ya habría llegado demasiado tarde; cualquier reacción después del seis de enero, será tardía.
Lo cierto es también que no hay líderes y que los partidos políticos, además de ya no representar los intereses de la población, se han convertido en sus enemigos y verdugos y eso, tiene tranquilo al poder.