Feminicidios: indignante estupidez humana

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Los recientes hechos violentos en los que perdieran la vida dos jóvenes mujeres, deben llenarnos de rabia pero también de una profunda preocupación por la ausencia de valores y de respeto hacia los demás. La muerte de la poblana Mara a manos de un desquiciado y el cobarde asesinato de la oriunda de Tepeyanco, Tlaxcala, nos indican el grado de descomposición social que sufre nuestra sociedad; en ese sentido, ser víctima o victimario está tan cerca de nosotros en lo individual que esa posibilidad latente nos hace estar ya, siempre, al filo de la navaja, en permanente peligro.

Al hombre se le ha desconectado el chip de la inteligencia y se le ha activado el de la brutalidad. Muchas personas, hombres y mujeres, han perdido el sentido de la realidad y en su demencia y estupidez confunden el reclamo de reales o supuestos derechos con su libertad de disponer de las vidas y los bienes ajenos. A esos seres se les ha ausentando la razón, la lógica, la compasión, el humanismo y todo don y virtud que hace de esta raza la suprema sobre el resto de las especies evolucionadas.

La culpa de tan aberrantes acontecimientos no es culpa del gobierno, o no toda. Lo es más de quienes como padres de familia no supieron inculcar en sus hijos el sentido del respeto, la importancia de los valores humanos y la responsabilidad que representa y significa la libertad. A los hijos se les excedió en permisibilidad, a las hijas se les dejó en extrema libertad y la ausencia de la autoridad, el ejemplo y la disciplina han creado seres carentes de humildad y ausentes de sentimientos positivos.

La muerte de esas dos mujeres debe llenarnos a TODOS de indignación pues como sociedad TODOS contribuimos de una u otra forma a crear personas insensibles y vacías de tolerancia y solidaridad. La falta de educación se observa en cualquier lugar en gente de todas las edades. Desde el adulto que arroja impunemente la basura en la calle, el que se estaciona en doble fila, el que evade el pago de un producto en la tienda hasta el que propaga rumores o se expresa agresiva y despreciativamente de las mujeres, TODOS somos partícipes de una cultura de desprecio hacia los demás y hacia lo que nos rodea.

La síntesis de toda actitud negativa, de toda carencia de principios, de falta de respeto y de dignidad humana la encontramos en el asesinato ruin y cobarde de ambas mujeres que en distintas fechas y diferentes lugares cayeron víctimas de la estupidez, de la ignorancia y de ese hueco que como sociedad hemos dejado en el corazón y la mente de unos cuantos despreciables sujetos que sin embargo, también representan el signo y sello de lo que es la sociedad y los sentimientos actuales.

Son tiempos difíciles en los que el pueblo se siente indefenso y a merced de la violencia. Y en el afán de desentendernos y desobligarnos culpamos al gobierno, al sistema educativo nacional y hasta al estado del tiempo por la falta de valores entre nosotros mismos. Está tan corrompida la sociedad que es desde dentro desde donde empieza la descomposición y es internamente en donde nace el cáncer que nos carcome y consume lentamente sin encontrar la cura o el paliativo a la desgracia generalizada.

En tanto lloramos a nuestras víctimas, mientras sufrimos la ausencia de nuestros semejantes asesinadas de manera cruel y cobarde, mientras maldecimos la mala suerte por la mala hora, al tiempo que arrojamos nuestra rabia como reproche a todos y a nadie, vemos cómo muchas de nuestras jovencitas se embrutecen en el alcohol, cómo algunos de nuestros estudiantes de secundaria se drogan y nos entristecemos por la imagen de decenas de hombres y mujeres que día a día se suman a los escuadrones de la muerte o engrosan la lista de desaparecidos o ausentes del hogar.

Mientras no salimos del estupor por la aberración que representa quitarle la vida a una mujer, vemos a nuestras autoridades declarar estupideces de casos aislados, vemos padres de familia desatenderse de sus obligaciones para sus hijos, vemos un país sumido en la pobreza, vemos impunidad y corrupción entre algunos funcionarios, vemos la indiferencia y arrogancia de los aparatos de justicia y vemos con vergüenza el uso comercial de las mujeres.

No hay opciones visibles para este país, aunque sí existen. No se vislumbra el principio del fin de la pesadilla y por lo tanto, habrá más casos de violencia irracional e innecesaria pues se mantiene la tendencia hacia el desprecio por la vida y no hay voluntad en lo personal y en lo colectivo por arreglar un poco de lo mucho que hemos descompuesto por desidia, por abandono de nuestras responsabilidades y porque delegamos en otros la obligación que como raza, cultura y especie tenemos para con nosotros mismos.

La violencia que conocemos en los medios, la que estremece a la sociedad, la que avergüenza a la raza humana, por desgracia, no está tan lejana como parece y está tan inmediata como no quisiéramos ni merecemos. El peligro es siempre una posibilidad; estamos irremediablemente al alcance de la tragedia y no siempre depende de nosotros evitarla.

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