¿Exportable el modelo Ixtenco?

Si el gobierno, a través de sus áreas de inteligencia, sabía de lo que se avecinaba y no hizo nada, muy mal; si no lo supo, peor.

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

Lo ocurrido en San Juan Ixtenco puede repetirse en cualquier momento en cualquier municipio del estado, habida cuenta de que las causas que originaron el conflicto se repiten de manera sistemática en algunos municipios en donde no se le da la real importancia a lo que provoca inconformidad, malestar y acciones de desestabilización.

Son ciertos ayuntamientos que en el estado de Tlaxcala enfrentan división al interior del cabildo, que registran nepotismo, que se niegan a trasparentar el uso de los recursos económicos, que tienen un alto grado de inseguridad que no es atendida por las áreas encargadas y que exhiben un sinnúmero de situaciones que ponen en riesgo la estabilidad social y por el momento viven en un permanente riesgo de enfrentamiento.

Lo que ocurrió en Ixtenco no es sólo culpa del presidente municipal, mismo que no midió las consecuencias, que no supo medir el clima que estaba viviendo el pueblo al que gobernaba, sino lo son también las autoridades estatales que no supieron interpretar de manera correcta la información proveniente del municipio otomí y que evidenciaba un estallido social en cualquier momento. Si el gobierno, a través de sus áreas de inteligencia, sabía de lo que se avecinaba y no hizo nada, muy mal; si no lo supo, peor.

Lo cierto es que los acontecimientos en ese municipio del oriente del estado fueron una cadena de errores, de malas decisiones, de pésimo fluir de la información y de una mala interpretación de lo que es el gobierno, de lo que es gobernar y de lo que significa estar al frente de una enorme responsabilidad como lo es ser autoridad.

El casi ex alcalde no supo negociar, conciliar, dialogar y hasta negociar; su contraparte no pudo darse a entender, no fue capaz de sustituir la violencia por la palabra, no tuvo la capacidad de ceder en aras de la paz entre los habitantes. De cualquier forma, las partes son los culpables y victimarios y el pueblo golpeado, agraviado, violentado en su tranquilidad, es la víctima. Ambas partes deben reconocer que no era necesario llegar hasta donde llegaron las cosas, que jamás podrán justificar la violencia y que esta nunca pudo ser ni siquiera una opción.

Ahora bien, tales elementos de inconformidad y de desestabilización se encuentran presentes en otras administraciones municipales en las que el descontento se acumula, en donde el desconcierto sólo está esperando el mínimo pretexto para encender un fuego de imprevisibles consecuencias. Hay alcaldes obstinados en sus caprichos, confrontados con su cabildo y con los presidentes de comunidad. Hay ausencia de obra, de respuestas, de atención respetuosa, eficiente y eficaz. La delincuencia es el común denominador y no hay siquiera posibilidad de respuesta positiva.

Pero lo más grave es que no existe proyecto, intención ni forma de terminar de cualquier forma con lo que tiene en el descontento a la población. Los gobiernos municipales se la pasan haciendo cuentas alegres y otorgando al pueblo cifras de resultados inexistentes. El plan municipal de desarrollo no contempló nunca un plan B ni les fueron dados a los alcaldes manuales o estrategias de cómo enfrentar una turba de cientos de ciudadanos que les muestren repudio.

Desde cualquier lado que se le mire, lo ocurrido en Ixtenco es grave pues abre el camino para que otros opositores opten por el mismo método para desestabilizar y obtener lo que deseen. No se puede sentar un precedente que sirva de modelo para tirar alcaldes, no se puede permitir otro error en los servicios de inteligencia estatal que tenga como consecuencia la violencia y no debe ser posible soslayar la inconformidad social.

En esto de crear condiciones de gobernabilidad no sólo trata de mantener la paz y atender los conflictos con prontitud y eficiencia cuando se presentan, sino mantener actualizada y fluida la información y actuar para prevenir los conflictos, lo que en el caso Ixtenco, no ocurrió; las condiciones para que esa historia se repita, en mayor o menor grado de intensidad y consecuencias, están dadas, todo depende de las autoridades que simplemente no están cumpliendo las expectativas.

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