Estúpida, la violencia hacia la mujer

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Ninguna forma de violencia puede ser considerada normal. Y nadie puede entenderla o argumentarla como necesaria y mucho menos una opción. Los seres evolucionados, conscientes, inteligentes y medianamente razonables saben que es la palabra el elemento vital e insustituible para dirimir diferencias, para mantener la paz y la gobernabilidad, para una relación armoniosa y para el intercambio de ideas y de bienes. No por nada los más grandes pensadores y filósofos de la humanidad consideran a la violencia como el máximo ejemplo de brutalidad, de estupidez y ceguera.

Si ya de suyo la violencia es un claro ejemplo de primitivismo e ignorancia, el considerarla “normal” en las relaciones de pareja, en el deporte o en el día a día, es peligrosamente inaceptable e innecesaria pues nos conduce a la barbarie y al extermino de un sector o clase social, al dominio del género masculino respecto al femenino o nos lleva al sometimiento del pueblo por parte del poder político, del poder económico y hasta del religioso.

Ninguna forma de violencia puede ser aceptada ni entendida como normal por ningún ser humano mediantemente consciente. Si bien el poder domina por el miedo y obtiene por la violencia, son la palabra, el respeto, la voluntad, la tolerancia y la educación la contraparte que hace nivelar la balanza de la convivencia pacífica y la relación armónica entre la raza humana. Ninguna cultura, ni raza ni pueblo ha podido sobrevivir ni desarrollarse en medio de la violencia. Ninguna familia ni individuo puede crecer sano si tiene como antecedente y forma de vida a la violencia.

El problema en México es que algún sector de la sociedad se está acostumbrando a la violencia y el género femenino poco a poco va considerándola normal. Los enfrentamientos entre grupos de la delincuencia organizada son cada vez más sangrientos y con un número cada vez más elevado de muertos mientras que la violencia que se ejerce en contra de la mujer tiene cada día más mayor salvajismo y estupidez al tiempo que crece la cifra de asesinadas, violadas, desmembradas, apuñaladas y vendidas y compradas sin el menor pudor de la sociedad imperturbable.

En los hogares mexicanos los hombres aprenden a despreciar y a denigrar a la mujer por serlo. Desde temprana edad los varones conocen las palabras con las que las definen y las sobajan, hablan de ellas con el leguaje sucio y vulgar que aprenden de sus mayores, entienden que pueden ser objeto o producto y negocio, que son débiles y manejables, que el miedo las domina y las hace proclives a recibir los golpes y las ofensas sin ofrecer resistencia suficiente.

Es en los hogares y no en otro lado es donde el hombre macho aprende a violar el cuerpo y los derechos de las mujeres, a usarlas sexualmente, a negarles posibilidades y oportunidades; el hombre cobarde cree que es de valientes golpear a una mujer y considera que se hace más hombre por hacer gala de fuerza y humillación para demostrar dominio.

Los hombres machos, violentos, cobardes e ignorantes consideran a la mujer su propiedad, le niegan el derecho a su libertad incluso para pensar, vestir y opinar; las tienen sometidas mediante el miedo y las subyugan a golpes y humillaciones. Ese tipo de violencia nada tiene que ver con el estrato social ni con el nivel económico o académico del hombre. El macho es imbécil con dinero o con títulos; la mujer es sometida en una residencia o en una casucha, en un pueblo en la ciudad.

La mujer debe unirse, informarse, defenderse, sobrevivir a este ignominioso sistema de injusticia institucional y a este aberrante acoso del macho pues ambos pretenden con sus omisiones y sus acciones, eliminarla. Desde el poder o desde las dependencias, nadie está de parte de la mujer y por ello es que no puede ni debe permitir mantenerse al margen pues muchas de las víctimas, vivas o asesinadas, pensaron que no era necesario levantar la voz o hacer algo.

En los meses más recientes, la violencia ejercida en contra de la mujer se ha vuelto cada vez más inexplicable e inaceptable, es cada vez más cruel y las causas que la motivan se revelan con toda su crudeza en tanto que la insensibilidad gubernamental se acrecienta. La trata y el secuestro de mujeres es común y cotidiano y la aparición de otro cuerpo arrojado como basura en cualquier lugar de Tlaxcala y el resto del país se vuelve cada vez más “normal”.

Es urgente crear mecanismos que protejan a la mujer desde la parte institucional pues el gobierno nada hace y si algo hace, lo hace mal y siempre demasiado tarde. Pero sobre todo, es importante y apremiante lograr implantar en los hombres el respeto por la mujer. El varón debe entender que la mujer no es su propiedad, que es igual, que tiene derechos, que merece libertades, que debe vivir y en paz, que nada justifica ni explica golpearla o humillarla o rechazarla. Urge que nuestra sociedad se vuelva inteligente y civilizada.

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