¿Esta es la justicia en Tlaxcala?

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

En México la justicia ni es pronta, ni expedita, ni rápida, no es igual para todos y en muchas ocasiones, ni siquiera es justicia. La ausencia de respuestas y de protección, servicio y ayuda a quienes intentan cobijarse bajo los preceptos legales, contribuye a elevar la desconfianza hacia las instituciones y sus representantes, los coloca bajo la sospecha de la ineptitud y la corrupción e induce a la sociedad a crear elementos o figuras de autodefensa y protección común, con acciones no inscritas en ningún precepto pero útiles o pretextables como último recurso y única opción.

Para el aparato judicial y en general de impartición de la justicia, tales argumentos no son válidos, sino los que los juristas y funcionarios han estudiado en los libros y en las universidades. Bajo los códigos, artículos, leyes, preceptos y constituciones se cobijan y los usan como escudos y hasta los utilizan en su beneficio para justificar su ineficacia e ineficiencia y para justificar la represión hacia el pueblo que no quiere ni entiende pretextos, sino resultados, que no ve en las leyes la justicia sino la protección a los delincuentes y la impunidad de los culpables.

En la semana recién terminada, fui testigo de cómo el ciudadano, cualquier habitante de Tlaxcala que no tenga influencias ni compadres, padeció la insensibilidad, la indiferencia y la burla de los funcionarios empleados del pueblo, que lejos de servir se sirven de las oficinas, mobiliario, equipo y salario que pertenece a la sociedad en su conjunto e ignoran u olvidan que se alquilan para solucionar los problemas a la gente y no para convertirse en estorbos y para obstaculizarle los trámites.

El hombre acudió a la defensoría del gobierno estatal donde le dijeron que fuera a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tlaxcala para denunciar despojo y amenazas de sus familiares, hasta donde llegó pero ahí le dijeron que habría de levantar una denuncia ante el Ministerio Público de Chiautempan, a donde fue y le dijeron que tendría que acudir al juzgado de lo familiar en la colonia El Alto de ese municipio, sitio en el que estuvo, pero donde le informaron que su asunto competía al Juez Municipal de esa jurisdicción y ahí le dieron a conocer que debería acudir asesorado por un abogado y fue enviado al Jurídico municipal en donde lo regresaron para empezar en donde acababa de terminar.

Esa es la justicia que practica el poder judicial y los encargados de administrar la ley o de observar el cumplimiento de los preceptos constitucionales, pero no es esa la que cualquier sociedad culta, evolucionada y moderna quiere, ni acepta ni entiende. Sin embargo no hay de otra, esa la única que tenemos porque es esa la que nos legislaron nuestros diputados y senadores pero que está lejana, ausente y ajena al pueblo de México.

De ahí que si bien no se justifica, sí se explica la necesidad del pueblo por organizarse para defenderse de la violencia y para prevenirse de posibles daños a su persona y su patrimonio pues en la ausencia del estado, en materia de seguridad y justicia, la sociedad se siente indefensa y sin representación ante el poder.

Casos emblemáticos de errónea, vergonzosa, pésima y de plano cómplice aplicación de la ley son muchos en el país y todos y cada uno son una vergüenza para el Estado y sus instituciones. Todas son una afrenta para el pueblo, todas son un ejemplo de ingobernabilidad, de insensibilidad, de corrupción y de una totalmente equivocada idea de lo que es el país en estos tiempos y circunstancias y de lo que la gente realmente necesita.

Por el lado de los partidos políticos y los líderes, tampoco hay mucha esperanza y poco hay para exigir pues es los puestos y cargos no están los mejores, sino los recomendados y cuando en alguna institución sí hay alguien de nivel, la inercia y los vicios, la corrupción y los compromisos, van por encima de las leyes. Así no se puede, en ningún lado. No se trata de fe o de buenas intenciones, sino de resultados y estos, no se ven por ningún lado, a pesar de las declaraciones triunfalistas y las cifras a modo.

El poder debe entender primero que no está haciendo bien su trabajo, que con relación a las necesidades del pueblo se ha quedado muy rezagado, que no cumple las expectativas de la sociedad y que su arrogancia, prepotencia e ignorancia no vienen a solucionar cosa alguna sino, en todo caso, a empeorarla y a abonar al clima de incertidumbre, desconfianza y sospecha que ya priva en la mayoría.

Lo que ocurre en todo el país bien puede ser sólo una llama de atención pero muy a tiempo; el problema es que ese llamado es para los sordos…

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