Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Mucho se dice de la escasez del agua en el mundo y de los conflictos que se avecinan por la pelea que va a causar el tenerla, o el no tenerla. En estos tiempos ya se están dando luchas entre naciones e incluso internas, por conseguir así sea poco del preciado líquido. Y se verán cosas peores, de eso no hay duda, esas guerras están anunciadas, la angustia por su ausencia ya se siente en algunas regiones del planeta.
En México, la escasez de agua se acentúa cada vez más y año con año otras regiones del país se suman al territorio que padece la falta de este elemento de vida. Hay amplias zonas de estados y municipios en las que ya no hay agua y tienen mucho tiempo sin conocer lo que es un servicio regular, eficiente, continuo. Hay lugares en los que desde hace tiempo no saben lo que es abrir la llave y ver caer el chorro cristalino y rumoroso.
Muchos recuerdan lugares en los que existían manantiales de agua transparente, añoran esas imágenes del brotar continuo del que se podía beber sin la mínima precaución, eran veneros en los que las mujeres iban con sus cántaros para llevar a sus hogares aquello que no sólo les mitigaba la sed, sino que les servía para el baño diario y para mucho más. Pero esos sitios poco a poco se han ido perdiendo ante el avance absurdo de la “civilización”
Tlaxcala avanza poco a poco, pero de manera segura, hacia tiempos difíciles en los que ya no habrá agua suficiente para satisfacer la demanda social, de manera paulatina caminamos hacia situaciones de crisis que generarán inestabilidad e ingobernabilidad. Y esos tiempos no están muy lejanos pues sólo basta ver los problemas a que se enfrentan las actuales autoridades para darse una idea de lo que vendrá en el futuro cercano.
Pero el problema no es que conozcamos el problema, que hablemos de él, que nos digamos expertos y opinemos como si de verdad supiéramos lo que decimos, sino que poco o nada se está haciendo para disminuir el impacto de esa crisis y que, si algo se está haciendo, se está haciendo mal. Los gobiernos actuales y pasados han gastado miles de millones de pesos en difundir su imagen personal, en elefantes blancos, en su enriquecimiento desmedido, en obras de utilidad anual y han invertido miserias en resarcir el daño al ambiente y en prevenir la falta de agua y sus consecuencias.
Los partidos políticos y los políticos tiran cientos de millones a la basura en material electoral y en promesas absurdas y poco o nada han hecho siquiera por proponer soluciones a corto, mediano y largo plazo que aminoren el impacto de la carencia parcial o total de agua. La política y los políticos son parte fundamental del problema no sólo por lo que hacen, sino por lo que dejan de hacer al no contar con estrategias, planes, proyectos, recursos, voluntad, imaginación e inteligencia para frenar o impedir ese futuro trágico.
En Tlaxcala se escuchan ocurrencias, mensajes demagógicos, discursos de sueños guajiros, promesas incumplibles y letanías confusas, pero nada posible, nada viable, nada lógico… en realidad como ciudadanos y como gobierno nos estamos suicidando, nos encaminamos al exterminio pues sin agua no hay vida, sin consciencia no hay futuro, sin responsabilidad ni compromiso no hay mañana. Y, sin embargo, sabiendo todos todo esto, hacemos poco o nada. Somos sólo el problema.
Ojalá y los gobiernos actuales que presumen y alardean de humanismo y sensibilidad, que juran que conocen los problemas sociales y que los van a solucionar, hagan algo tangible, visible, útil, real, palpable. Ojalá y cuenten con la suficiente voluntad e inteligencia para garantizar un futuro cercano y lejano con posibilidades de sobrevivencia. El mañana sólo es posible con agua disponible. La vida está garantizada con ella. Eso, creo, no es muy difícil de entenderlo.
Urgen acciones para aprovechar el agua de lluvia que injustamente se escapa hacia los drenajes y se mezcla con la suciedad; hay que detener y aprovechar el agua que fluye desde las barrancas y que se pierde sin ninguna utilidad; hay que planear estrategias para aprovechar la lluvia como se aprovecha el sol en los nuevos sistemas que generan electricidad y calor. En las ciudades al agua de lluvia no tiene ningún aprovechamiento. Su desperdicio es injusto.
Tlaxcala puede y debe evitar una crisis por agua. Y no hacer algo desde ahora, sería el peor error. Urge empezar desde ya pues no hay que olvidar que, en el tema de la supervivencia humana, perder el tiempo y dejar las cosas para después es algo que no se debe entender ni aceptar. Mañana puede ser demasiado tarde.