Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Los jóvenes de ahora, pretendiendo intimidar al poder y erigirse como guerreros indómitos, salvadores de la estirpe y descubridores de nuevas formas de vida y de vivir, lanzan temeraria y terrible advertencia diciendo “se metieron con la generación equivocada” lo que provoca hilaridad y mofa pues así se reconocen como una sociedad actual errada, fuera de lugar y equivocada en sus conceptos, entendimientos y luchas. Tal vez lo que la consigna pretende gritar es: se equivocaron de generación…
Cualquier demanda que enarbolen las actuales generaciones, si no empiezan por entender qué es lo que quieren y de quién, qué esperan y por qué o para qué no tiene ningún sentido ofrecerse como carne cañón o materia prima de líderes que negocian y venden movimientos disfrazados de reivindicaciones o exigencia de derechos. Las actuales juventudes tienen más energía que ideales, más frustraciones que métodos de lucha y más desinformación que argumentos para lograr lo que pretenden.
Ver a muchachos llenos de vida y de discurso pintarrajear paredes, saquear negocios, vandalizar edificios públicos, arrebatar la mercancía a humildes comerciantes, provocar caos viales, incendiar edificios públicos, lesionar a quienes se oponen a sus marchas y perder el sentido del respeto y la igualdad nos da la idea de que, efectivamente, esta es una generación equivocada y que su lucha no obedece a ideales ni anhelos, sino a intereses perversos ajenos a cualquier forma de superación cultural individual o colectiva.
Las juventudes de estos tiempos buscan un cambio, necesitan un cambio, les es urgente. Pero no son la forma ni el fondo los correctos. Les sobran sueños y ganas pero les falta inteligencia y guía, les sobran motivos y argumentos pero les falta conocer aún más cómo se mueve la política, los intereses económicos, los intereses oscuros detrás del discurso… los objetivos de quienes están en el poder.
A esta edad los chicos son manejables, son vulnerables, son controlables ya sea por la política o por la fuerza. Se les puede convertir en kamikazes, en bombas humanas, en muchedumbres, en víctimas lo mismo de la mafia que del poder. Se les puede transformar en mártires, en cifras, en estadísticas, en números. En estos tiempos son ellos los que pagan el precio de la inseguridad, son el material con el que están hechas las ejecuciones, son quienes ocupan el lugar en las fosas clandestinas; son ellos a quienes se les aniquila y extermina en esta absurda lucha del Estado y los grupos de la delincuencia organizada.
Los jóvenes de ahora salen a las calles gritando consignas para sordos, peleando por ideales de utopía y manchando con ellas las paredes enfrentándose a la policía en desigualdad de número, fuerza y violencia, ofreciéndose de a pechito como próximos desaparecidos y apareciendo en la Alerta Amber y dañando más a su igual y dejando intacto el régimen contra el que supuestamente luchan. Porque ese es el punto: mientras ellos se desangran, alguien, en algún buen hotel de cinco estrellas, frente a una copa de buen champagne, negocian y se reparten el botín y los restos de los muertos y heridos.
A los chicos de nuestros días aciagos los han llevado a luchar entre ellos mismos, a pelear contra su propia raza de igual nivel de miseria, a dañar el patrimonio de quienes también poco tienen, a herir a los que como ellos son víctimas, a quienes igualmente son víctimas del régimen, a quienes también gritan por respeto e igualdad. Para este momento los muchachos ya no hacen diferencia entre lo que se puede y lo que se debe hacer y han pasado a convertirse en victimarios. Se han convertido en seres como aquellos a los que critican y supuestamente buscan derrotar.
No, a los jóvenes no se les debe siquiera sugerir silencio. Mucho menos coartarles la libertad de pensamiento y de palabra. Nadie, en ningún lugar, debe intentar siquiera callar a un muchacho lleno de urgencias por ser escuchado y deseoso de ser protagonista de su tiempo. Un joven no acepta ser inducido en pensamiento y acción: son libres, deben mantenerse así; lo que no es aceptable ni entendible verlos convertirse en carne de cañón y al servicio de intereses ajenos a su pensamiento.
Si no lo entendemos así entonces, todos, confirmamos que esta, es la generación equivocada.