¿Es esta nuestra verdadera imagen?

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Cualquiera que escuche el discurso oficial, pletórico de buenas intenciones y cifras a modo, diría que efectivamente, Tlaxcala es sucursal del edén o un fragmento de la tierra prometida por los dioses y sus profetas. Sin embargo, vivir en esta entidad, si bien no es una filial del infierno, tampoco es como lo describen los gobiernos actuales y pasados.

En la reciente semana en Tlaxcala hemos sido testigos de tres hechos relevantes que dibujan de cuerpo entero la realidad de esta entidad. Una es la terrible situación de mortal violencia hacia la mujer, traducida en feminicidios, una segunda es el nivel de violencia a la que está expuesta la mujer y la otra, se refiere al alto nivel de suicidios e intentos del mismo por población de todas las edades y estratos sociales. Estos fenómenos, a pesar de ser evidentes, preocupantes y por desgracia cada vez más frecuentes, no son dignos de la atención y acción de las autoridades.

El asesinato de mujeres en nuestro estado se está volviendo normal, continuo e injustamente carente de importancia. La violencia del varón hacia el sector femenino es muy preocupante por alcanzar niveles alarmantes sin que eso sea motivo siquiera de un pronunciamiento oficial en tanto que el problema del suicidio y sus intentos crecen exponencialmente sin que se escuche un proyecto, programa, inversión o acción para enfrentarlos.

La violencia ejercida hacia Carolina Ramírez Martínez, ex trabajadora del ayuntamiento de Españita demuestra la vulnerabilidad del sector femenino y el grado de estupidez que se puede demostrar por parte del o los agresores. Esto evidencia una total falta de respeto a la vida, a la integridad humana y a la condición de mujer. Quien o quienes hayan ejercido ese nivel de violencia deben ser llevados ante la justicia primero porque esa acción representa un delito y segundo, porque la impunidad alentará a seguir ese patrón de conducta. Es grave lo que pasó en ese municipio y aumenta por lo que dio origen a la agresión. Esos actos son vergonzosos y deben, tienen que agraviarnos a todos.

La muerte de dos mujeres en Tlaxcala, la que apareció desmembrada en Papalotla y la de la activista de Huamantla confirma que ahora como nunca, la mujer se encuentra prácticamente en situación de exterminio y sigue siendo tan vulnerable como antes, a pesar de los buenos deseos y de las declaraciones triunfalistas del gobierno en turno. Programas van y vienen, presupuestos que se incrementan año con año supuestamente para defender a la mujer, declaraciones, cifras y estadísticas danzan alegres en tanto el sector femenil se vuelve más y más frágil y expuesto.

A la declaración humillante de que Tlaxcala es la capital mundial de la trata de personas, de ser el centro de acción de los padrotes, se suma el fenómeno del suicidio entre la juventud que cada vez a menor edad decide escapar por la puerta falsa sin que haya institución gubernamental federal estatal o municipal que mediante programas y acciones preventivas orienten al adolescente respecto a la importancia de la vida. A los jóvenes no sólo los estamos perdiendo por las adicciones o por la cooptación de la delincuencia organizada.

Como las mujeres, los jóvenes de la actualidad están expuestos a los peligros y riesgos de estos tiempos de modernidad y tecnología. Ellos también son una población vulnerable y se encuentran lejos de la atención, interés y programas y recursos de los gobiernos que ni siquiera saben qué hacer y en contra de quién. En mi estancia en aula, no he sabido por parte de los maestros y directivos o por parte de los padres de familia y de los alumnos, de un plan institucional que inculque valores de vida a quienes por su situación quieran o piensen en el suicidio.

Carolina Ramírez Martínez, la ex empleada municipal cuyo pecado fue denunciar acoso sexual exige y merece justicia. Nancy López García exige que su muerte no quede impune, la dama asesinada cobardemente y aparecida en Papalotla, así como muchas mujeres de nombre y rostro anónimos gritan por justicia. Esas muertes y esa violencia son el alarido en la conciencia de quienes hacen poco y lo hacen mal por defenderlas, protegerlas y garantizarles el derecho a la vida. Los casi niños que mueren por mano propia y desorientados, son un llamado a esas autoridades que no pueden con el paquete y tampoco renuncian.

Algo está mal en el mundo, nos estamos equivocando como raza humana, algo se nos ha podrido dentro del alma y la consciencia al grado que permitimos que taeles aberraciones ocurran; alguien no está haciendo su trabajo como para que el delito sea sinónimo de impunidad y las leyes conviertan en inocentes a los criminales.

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