Yorvelin Montalvo Solano
Para nadie es desconocido la situación de pobreza y desigualdad que se vivía antes de la llegada del gobierno de Lopez Obrador y de la crisis sanitaria que se vive actualmente en el país y el mundo. Por un lado, más de 50 millones de mexicanos sumergidos en la pobreza y pobreza extrema (según cifras del INEGI, el cual aumenta a un millón cada año) y, por el otro, un puñado (1%) de mexicanos viviendo en la opulencia con la riqueza producida por los primeros. Familias enteras que tenían que salir en busca de empleo para conseguir un ingreso que les permitiera satisfacer sus necesidades elementales, pero sin éxito alguno, no teniendo otra opción que sumarse, en el mejor de los casos, al empleo informal o, en el peor de los casos, dedicarse a la delincuencia o delincuencia organizada. Y, ante este panorama, la explicación de algunos es que los mexicanos son pobres porque son flojos, borrachos o que esperan que el “papá gobierno” les de todo. ¿será realmente estas las causas?
México ha sido, es y sigue siendo, históricamente, un país de extremos contraste en la distribución de la riqueza. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), aceptan que el 55% de los mexicanos están en pobreza, según las cifras del mismo gobierno. Pero hay estudios de otros expertos, como Julio Boltvinik Kalinka, académico y político mexicano, que afirman que, en este país de más de 120 millones de habitantes, existen más de cien millones de pobres.
Si a esto le agregamos que los mexicanos son los que más horas trabajan en todo el mundo – Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 2013)- pero con un salario extremadamente bajo, pues, de acuerdo a la OCDE, México ocupa el nivel más bajo entre todos los países de este organismo, la situación de pobreza es aún más alarmante. Y si la causa de la pobreza es que los mexicanos son flojos, la situación económica de aquellos que trabajan jornadas extremadamente largas, en donde tienen que doblar turnos, ¿habrá cambiado y ahora son igual de ricos que la minoría de los habitantes del país?
Este contexto exigía urgentemente un cambio en el orden político que venían implementando los gobiernos pasados, quienes, ante la vista de todos, sumergían cada vez más en la pobreza a millones de mexicanos. Lo que exigía, urgentemente, un cambio de gobierno.
Todos estamos de acuerdo en que López Obrador criticaba y critica precisamente este estado de cosas, utilizando como lema “Por el bien de todos, primero los pobres”. Afirmaba que no podía haber un gobierno rico con un pueblo pobre, pero ya desde este punto de vista, ¿será real que es el gobierno el que acumula la verdadera riqueza de un país? ¿Qué posición ocuparán entonces los grandes empresarios, dueños de importantes medios de producción? ¿la situación que guardan estos últimos, también cambiará a favor de las mayorías empobrecidas?
Un cambio de gobierno es solo una parte de las medidas para una verdadera transformación del país. Para ello, se requiere de toda una modificación en la estructura económica, desde el modelo económico hasta el sistema político. Es decir, aun cuando exista un gobierno del pueblo y para el pueblo, no se podrá crear una verdadera transformación si no se modifica la estructura económica del país. Marx ya lo decía: el desarrollo de una sociedad está determinado por la producción material. En otras palabras, para producir se necesitan herramientas, es decir, medios de producción; sin estas no se puede producir los medios de subsistencia del ser humano, el hombre no puede producir con sus propias manos. Es la condición necesaria, en primer lugar, para transformar a la sociedad, pues la introducción de nuevas herramientas
permitió la modificación del orden social, dejando atrás la estructura de un gobierno feudal a la forma actual. Sin herramienta no puede haber proceso productivo y, por tanto, tampoco una transformación de la sociedad.
Pero estas herramientas, no están en manos del gobierno, menos de los trabajadores, estos últimos solo cuentan con su fuerza de trabajo; los medios de producción son monopolio de un sector minoritario de la sociedad, quienes establecen las condiciones en las que tienen laborar los trabajadores. Pero es claro que, para que los dueños de los medios de producción, acepten dejar de apropiarse de esas herramientas, no lo harán por voluntad de un gobierno que dice representar al pueblo, ni con discursos moralistas y religiosos para convencerlos de que paguen un salario mayor a sus trabajadores. Entonces, en el proceso de producción, la riqueza producida no es de quien la produjo, sino del dueño de los medios de producción con la que se produjo dicha riqueza.
Son ellos, los dueños de los medios de producción, quienes se apropian de toda la riqueza producida por los trabajadores. Es aquí donde se encuentra la causa verdadera de la pobreza de nuestro país y de los países que funcionan bajo la misma estructura. Por tanto, la desgracia que viven los pobres no es la corrupción que tanto critica el gobierno actual, sino la pobreza que ocasiona la propiedad privada de los medios de producción. La corrupción es solo un síntoma más de la verdadera causa, y todas las medidas o políticas de gobierno pensadas desde esta visión unilateral no hará más que agudizar la desigualdad y pobreza que viven la mayoría de los mexicanos.
Pero habrá quienes piensen que el tiempo es poco para ver un cambio, que las críticas que se le han sumado y multiplicado al gobierno morenista son irracionales e inconsecuentes, pues no se criticó de la misma manera a los gobiernos anteriores (o es lo que quieren creer y escuchar, repitiendo lo que el Presidente de la República manifiesta en su defensa). Sin embargo, no son los discursos ni la buena voluntad de un individuo o un grupo minoritario de personas lo que cambiara la situación actual del país. Por un lado, escuchamos que se han generado miles de empleos, pero vemos millones de desempleados que no tienen posibilidad de llevar el sustento al hogar y no les queda más que delinquir, aumentando el hartazgo de otros que buscan hacer justicia con su propia mano; escuchamos también que la pandemia se ha controlado y que se ha logrado controlar los contagios, pero vemos cientos de personas muriendo al día, sin considerar a aquellos que no se contabilizan y que han muerto porque no tienen los recursos económicos para pagar la atención médica, no por nada estamos en el tercer lugar a nivel mundial con mayor contagios registrados; escuchamos que la SEP federal está prepara para atender a los estudiantes en una nueva modalidad (en línea y por medio de la televisión), pero vemos a miles de niños, adolescentes y jóvenes que no cuentan con las herramientas tecnológicas, y que muchas familias se han visto a la necesidad de empeñar sus televisores para atender su alimentación.
Quienes diferimos del gobierno actual podremos ser calificados como conservadores, traidores de la patria y cuando más se les ocurra, pero la realidad nos dará el mejor diagnóstico y nos dirá si el medicamento que hasta ahora se ha suministrado para terminar con esta pandemia (la pobreza y la desigualdad) lo atacará de raíz o solo lo aliviará por un momento, haciendo sentir feliz a la población por un tiempo, o que hace falta un verdadero antídoto para este mal. Entonces, a quienes la razón le asista, estaremos dispuesto, o deberíamos estarlo, a formar un frente común que tome el poder político con un verdadero sentido del pueblo y erradicar así los problemas de un país tan rico en potencia, pero tan pobre entre sus semejantes. Esta es la solución.