En una enfermedad grave todo cambia, la familia poco a poco se va: Ángel

Ya no sólo enfrentaba yo la enfermedad y casi visible muerte de Mari, si no la inconciencia de mi familia

 I. Carolina Campos

La vida no es fácil cuando enfrentas una enfermedad como es la Insuficiencia Renal Crónica. Todo cambia, tu trabajo, tu estado de ánimo, tus alimentos, tu casa, tus amigos y hasta tu familia, es lo que más duele, que la familia cambie, que al principio te dicen “estamos contigo en lo que necesites, y cuando los necesitas, no están, y lo peor, que te digan déjala, ya no te sirve, así ya para que la quieres si ya no te sirve ni como mujer”, es el sentimiento de Ángel un hombre de aproximadamente 50 años de edad quien vive solo desde que Mari su esposa se fue al cielo desde donde lo cuida.

La presente entrevista la concede Ángel quien vive en una comunidad de la capital del estado y comparte con nuestros lectores de Ojo Águila, la enfermedad, sufrimiento y muerte de su esposa Mari, mujer a quien recuerda con mucho amor.

“Mi vida lo era todo ella, mi Mari, mi esposa, mi ángel. Nosotros nunca pensamos que esto nos fuera a pasar cuando nos casamos. Yo soy del Estado de México y llegue a Tlaxcala por motivos de trabajo, entonces yo trabajaba en la cuchara, si, de albañil, y como no tenía trabajo me vine a Tlaxcala con unos parientes, fue cuando conocí a mi esposa, nos casamos y nos

quedamos a vivir aquí, aquí donde ella entró en mis brazos el día de nuestra boda y de donde me dejó para ir a la presencia de nuestro señor Jesús…”

“…No sabíamos lo que nos tenía preparado el destino. Al año de casados nació Toño nuestro hijito quien murió a un par de meses de nacido ya que traía un problema de salud grave, a los dos años enfermo ella, entonces no sabíamos que se trataba de un mal de los riñones, y lo peor, que el problema ya estaba demasiado avanzado y no nos dimos cuenta, nunca nos dimos cuenta, porque ella hacia su vida normal, teníamos una vida normal como toda pareja. Un día al trabajo me fue a llamar mi cuñada porque mi esposa se había desmayado, de inmediato la lleve al hospital, me la atendieron rápido y dijeron que tenía los riñones muy congestionados y que la iban a dializar, que le pondrían un catéter, yo no dude en decir que si, lo que quería es que ella estuviera bien y nos regresáramos pronto a la casa…”

“Salimos a los tres días pero regresamos a los dos otra vez al hospital, y así fue durante cuatro años. Pasábamos cuatro días en el hospital y tres en la casa o menos días en la casa o en el hospital de esa forma ya era nuestra vida. Todo cambio, nuestros alimentos ya no eran lo mismo a lo que estábamos acostumbrados, ya casi no comíamos sal y carne, además ya ni para carne nos alcanzaba porque en el trabajo faltaba yo mucho y me despidieron, ya sólo hacia yo una que otra chambita, y tener que pagar estudios, pasajes y comida en los días que me la pasaba en el hospital, pues quien me la iba a cuidar si no yo”.

Recordando y con los ojos llenos de lágrimas, Ángel continua su relato, mientras limpia con cariño una foto de su amada a quien por momentos abraza y aprieta contra su pecho, como queriendo revivirla.

“Los amigos y familiares al principio te dan todo el apoyo y te dicen; no te preocupes, no estás sólo, estamos contigo, cuenta con nosotros, pero pasa el tiempo y se van yendo poco a poco, te dejan sólo con tu enfermo y tu dolor. Eso pasó con nosotros, se fueron alejando, de los amigos se entiende, pues que obligación tienen para con uno, pero de la familia, eso sí duele y duele mucho, y más cuando en lugar de ayudarte y apoyarte en esos momentos difíciles, te dicen; no, pues ya para que sigues ahí, mira, mira nada más, tú te estas acabando ahí cuidándola día y noche y luego que va a pasar, te vas a enfermar, déjala, déjala, así enferma para que te sirve, ya no te sirve ni como mujer, entre otras palabras que mejor prefiero callar. Yo quería en esos momentos de su apoyo no de sus regaños o consejos que aun más me destruyeron, ya no sólo enfrentaba yo la enfermedad y casi visible muerte de Mari, si no la inconciencia de mi familia…”

“…Una noche de septiembre mi esposa murió en mis brazos, pero antes de cerrar sus ojitos, me dijo; cásate, no te quedes sólo, yo seré tu ángel porque desde el cielo te voy a cuidar, y si, si me cuida, tuve un accidente en el trabajo, me caí de un andamio y gracias a Dios y a mi ángel, no me pasó nada”

Nuestro entrevistado comparte su historia con el fin de hacer un llamado a la familia de no abandonar a quien tiene un ser querido enfermo.

 

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