Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Mal terminan las cosas que empiezan mal, y el proceso electoral de este año que pretendió ser una exhibición del avance que en materia democrática vive Tlaxcala, terminó convirtiéndose en un dolor de cabeza para partidos políticos, gobiernos estatal y federal, candidatos a lo peor, una pesadilla para la sociedad que paga muy alto el costo de la ineptitud e incompetencia de las “autoridades” encargadas de organizar y llevar a cabo los comicios.
En mis años de periodista y ciudadano con derecho a votar no había visto tanto desaseo y corrupción en un proceso electoral, ni había sido testigo de tanta suciedad entre los candidatos que han cambiado el discurso y la propuesta, el dialogo y la tolerancia y la madurez y la civilidad por la agresión artera, la violencia verbal y física, la compra del sufragio y el ataque frontal a sus antes contrincantes y ahora enemigos.
La democracia en México, y particularmente en Tlaxcala es cara, muy cara, pero al mismo tiempo, careció de personal capacitado, eficaz y eficiente que deje fuera de toda sospecha de imparcialidad y de ausencia de limpieza al proceso de este año. Todos los carísimos funcionarios que integraron el ITE fueron buenos para asignarse los sueldos y salarios que les perecieron buenos pero no para ofrecer resultados libres de impugnación y de rechazo generalizado.
Si bien el poder desde su cúspide negocia el voto de los tlaxcaltecas según los intereses que están y estarán siempre por encima de la voluntad del pueblo, a veces me parece que el sistema debería ser un poco más discreto y repartirse el botín que representan los cargos de elección popular cuando menos, con mayor vergüenza. Como lo están haciendo están evidenciando que la ineptitud e incompetencia del ITE se puede sustituir por la negociación y los acuerdos, de ahí que a estas alturas aun haya perspicaces dudas respecto a los resultados.
Para los que piensan mal y por lo mismo están en desacuerdo con todo y a favor de nada, no hay la menor dura de que el destino de la gubernatura de Tlaxcala no está en los votos, ni en los resultados, ni en los fraudes reales o ficticios, ni en la violación descarada de la ley por parte de unos y de otros y de todos, sino en los intereses políticos y en el reparto del poder no de los tlaxcaltecas sino del sistema.
El voto de los tlaxcaltecas se negocia en Bucareli, en los Pinos y en los comités nacionales de los partidos involucrados y se basa en el devenir de la política nacional rumbo al 2018; se trata en todo caso de ajustar las decisiones a las coincidencias de un proceso electoral plagado de errores sospechosamente potenciales de propiciar una anulación.
La determinación final de si se llevan a cabo elecciones extraordinarias y se repite el proceso para elegir al gobernador de Tlaxcala o no, no tiene que ver con quien hizo mayores trampas en campaña ni a quien le resultaron más efectivas las marrullerías, sino con mandar señales de que en México sí se atiende el reclamo de las minorías y sí se hace efectivo el cumplimiento de la ley claro, en el marco de una imagen deteriorada que tiene nuestro país en el exterior.
Los principales actores políticos del estado saben bien que el destino de la candidatura al gobierno de Tlaxcala y de un hipotético nuevo proceso electoral ya no depende de si hubo fraude o no, de si se violó la ley o no, de si los métodos utilizados como campaña son argumento legal para anular la elección, sino en lo que al régimen le convenga por ejemplo, en una negociación que tenga como fondo impedir el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en el 2018.
Los candidatos, los partidos políticos y la autoridad electoral en Tlaxcala saben perfectamente que el proceso electoral de este año fue una aberración, que hay situaciones con tan evidente falta de aseo y con tal alto novel de corrupción que es imposible hacerlo pasar como una coincidencia o equivocaciones involuntarias. Aunque quieran, los involucrados ya perdieron el control de la elección de este año. La negociación y el acuerdo en la forma de repartirse el poder está la clave para poner orden o lo que es lo mismo, burlar la voluntad del pueblo…
A estas alturas, los señalamientos justos o erróneos, las sospechas certeras o no, la maliciosa incompetencia y desaseo del proceso comprobable o no, ya han dejado de representar el argumento para un nuevo proceso electoral; el voto no se respeta, se negocia…