El virus del fin del mundo

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

La raza humana aún no conoce el virus que la va a aniquilar. Subyacen en la inmensidad de las posibilidades y probabilidades un sinnúmero de elementos que por sí solos o combinados, crearan el virus para el cual el hombre no tendrá cura y que por su enorme poder no tendrá fronteras y su capacidad de mutación dejará pueblos enteros borrados del mapa. Las condiciones para que ello ocurra están dadas, y aparecerá, se distribuirá y actuará ya sea por causas de la contaminación global, por experimentos científicos fuera de control y lo peor, por lo que ha hecho o dejado de hacer el hombre.

La raza humana ha trasgredido todas las normas de la lógica, la ciencia, la razón, lo permisible y lo normal. A esta civilización no le será dado el derecho de su autodestrucción como consecuencia de una guerra nuclear. Si bien la existencia de armas de destrucción masiva dan como posibilidad el exterminio de todo ser viviente sobre el planeta, si bien el hombre ha modificado genéticamente a muchos seres y especies vivientes y ha producido agentes químicos capaces de terminar con la vida en el mundo, no será la mano o la estupidez del hombre los que digan la última palabra.

En estos nuevos tiempos de “modernidad” endeble, de la existencia de una raza presuntamente “inteligente”, de una cultura “evolucionada”, de seres “superiores” por encima de otras especies, es cuando más los habitantes del planeta demuestran su naturaleza cavernícola y su absurdo sentido de autodestrucción. Ciego para reconocer sus errores y sordo para escuchar consejos, sumido en la ambición de poder y sediento de dinero, el hombre avanza inexorablemente hacia su final. No existe, actualmente, argumento o idea que permita modificar su rumbo: el hombre es ya víctima y verdugo.

Las culturas que en estos tiempos pueblan la tierra equivocadamente creyeron que el poder de las armas, de la economía o de las religiones garantizaría el dominio de los seres vivos humanos o no. Rechazaron la igualdad en cuanto a sus debilidades, a sus condiciones de seres quebradizos, enfermizos, vulnerables, mortales, débiles y siempre propensos o en riesgo permanente. Por ello descuidaron el flanco por el cual les llegarán las consecuencias de su estado de inconsciencia y de cerrazón. Al hombre lo va a matar su ignorancia, sus pasiones, su indolencia y sus creencias.

Una pequeña parte de la raza humana abusó del dominio de las consciencias y creó dioses al por mayor con los cuales dominó a otro grupo mayoritario de semejantes. Sumidos en el miedo de un infierno y en la esperanza de un edén los hombres transcurrieron milenios entre el fanatismo, el miedo o la ignorancia pero siempre en la oscuridad; la mayor parte de su historia la han vivido presos de las dudas y enriqueciendo a líderes, dueños de la razón, de la vida y el futuro. Una élite de individuos se adueñó de las riquezas naturales y de la economía con las cuales también esclavizó a sus congéneres y se mantuvo sobre la humanidad alimentada de sangre y carne de sus servidores. En ambos casos el abuso es la norma y las consecuencias, habrán de ser compartidas.

A esta forma de vida tal vez única y perfecta en miles y millones de planetas de todo el espacio sideral no la va a terminar la voluntad voluble, los conflictos bélicos ni el castigo de dioses numerosos e improbables, sino el virus mortal ya nacido o creado por el hombre e inoculado en donde antes estaba el corazón, la consciencia, el amor, el respeto, la tolerancia, la prudencia. A esta raza no le ha sido dado el poder para crear artefactos o elementos para morir, sino que su fin y su mal provienen desde su interior convertido en veneno para el que no tiene vacuna, antídoto, remedio o cura.

El virus del fin del mundo, quizá ya activo entre las sociedades, no va a tener piedad de nada pues es un cáncer terrible nacido y alimentado por el mismo hombre que se aniquila, se extermina, se engaña, se roba, se asesina y mutila, se compra y se vende, se usa y se desecha, se rechaza y se odia. El mal está adentro y se reproduce.

Ese ente es el que lleva al hombre a comprar y vender mujeres y niños, el que mata sin piedad a las mujeres, el que prostituye a las muchachas, el que explota a sus congéneres, el que engaña y se enriquece con la fe y con el fanatismo, el que vende drogas y toda forma de adicciones, el que arrebata a los niños de sus madres… es el que va o ya está aniquilando al hombre.

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