El hambre ante la indiferencia del Gobierno en Tlaxcala

Por José Orlando Isidro Ramos

Dirigente Estatal del Movimiento Antorchista en Tlaxcala

El país atraviesa la contingencia sanitaria por el SARS-CoV-2 en una situación crítica ante la ineficiente actuación del gobierno federal para enfrentar la amenaza de este nuevo coronavirus y por la posición refractaria o indiferente de López Obrador a las voces que demandan acciones inmediatas para evitar mayores afectaciones a la ya desacelerada economía mexicana y atención al hambre que se cierne sobre millones de mexicanos.

La población en situación de pobreza, pobreza extrema y vulnerable por carencias sociales está abandonada por el gobierno de la 4T ante el confinamiento obligado por el peligro de contagio y la falta de ingresos que les garantice su supervivencia.

La ausencia de una estrategia federal en la que accionen armónicamente los diferentes niveles de gobierno, para abatir los estragos económicos y sociales que lacera la vida nacional, obliga a cada entidad federativa adoptar gradualmente sus propias acciones para enfrentar la epidemia, limitándolos para dar resultados efectivos en la disminución de contagios, atención a las necesidades del sector salud o en brindar apoyos que logren subsanar la falta de ingresos en los hogares mexicanos.

El Movimiento Antorchista solicita a los diferentes niveles de gobierno la implementación urgente de un programa de abastecimiento de alimentos gratuitos para atender esta urgente necesidad de los mexicanos, ya que los gobiernos estatales también pueden y deben adoptar esta medida para aliviar en un grado importante el hambre que ya sufre su población.

En Tlaxcala una parte importante de la sociedad, la mayoría, no estaba preparada para sobrevivir el encierro sin tener acceso a recursos económicos. Se puede inferir del informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2020, publicado en enero por la Secretaría de Bienestar del Gobierno de México, que en números redondos 668 mil tlaxcaltecas viven en situación de pobreza, de ellos, 43 mil viven en situación de pobreza extrema; 395 mil son vulnerables por carencias; 105 mil viven vulnerables por ingresos económicos y 212 mil no son pobres ni son vulnerables. Agregando, vemos entonces que a 1 millón 168 mil tlaxcaltecas los encontró la pandemia en condición de pobreza o pobreza extrema y vulnerable por carencias e ingresos económicos y 212 mil no pasaran preocupaciones en esta contingencia al no ser pobres ni vulnerables.

Observemos los datos del Inegi sobre las condiciones laborales en Tlaxcala. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) en el Cuarto trimestre de 2019 la Tasa de ocupación fue de 62.2 por ciento; la Tasa de desocupación fue de 3.5 por ciento; 63.9 por ciento de trabajadores perciben un sueldo, salario o jornal; 27.3 por ciento sufren condiciones críticas de ocupación por laborar menos de 35 horas o trabajar estas mismas horas con un salario inferior al mínimo o trabajar por más de 48 horas ganando hasta dos salarios mínimos; 71.3 por ciento se ocupan en la informalidad laboral, y; 41.6 por ciento se ocupan en el sector informal, es decir, población ocupada en una unidad económica que opera a partir de los recursos del hogar, pero sin constituirse como empresa.

Destaco sólo dos datos: en diciembre de 2019 la tasa de desempleo era de 3.5 por ciento que significa 22 110 personas no ocupadas, para marzo de 2020 la tasa se elevó a 4 por ciento, creciendo el desempleo, apenas entrada la contingencia, en más de 2 000 personas; el 71.3 por ciento de trabajadores informales sufrieron las restricciones de trabajar o la disminución drástica de sus ingresos, nos referimos a 428 493 tlaxcaltecas que ordinariamente trabajan en condiciones de informalidad, que viven al día y que tienen un ingreso precario, por lo tanto, quedaron condenados a mayores carencias económicas.

Con 1 millón 168 mil habitantes en condición de pobreza o vulnerables, con 428 mil trabajadores informales y casi 25 mil desempleados, cifras alarmantes en sí mismas, pero que ante una crisis sanitaria cuyas dimensiones e impacto socioeconómico no es posible estimar por ahora, justifican la solicitud de apoyo que manifiesta la gente organizada en el Movimiento Antorchista.

Pero si no bastaran los datos anteriores, me permitiré externar los que llevan nombre y apellido dirigidos al Palacio de Gobierno: Cleotilde Flores, del municipio de Chiautempan, ella y su hijo perdieron el trabajo y de ellos dependen su nuera y su nieto; Faviola (sic) Chávez, del municipio de Tlaxcala, ahora solo trabaja 2 días, tiene tres hijas y la más pequeña con discapacidad visual permanente; Antonia Rodríguez, del municipio de Chiautempan, es una persona mayor, la descansaron porque labora como conserje y de ella dependen dos de sus hijos; Miguel Sánchez, del municipio de Panotla, empleado informal suspendido por la contingencia y no completa el sustento de su familia; Eva Guzmán, viuda, del municipio de Tlaxco, trabajadora doméstica, desempleada, no tiene ingresos ni encuentra trabajo; Adán Pérez, del municipio de Panotla, comerciante desde el 2006, sin ventas ni ingresos para sostener a su familia.

La pandemia por covid-19 es un riesgo latente para la vida de todos los seres humanos, tan sólo en Tlaxcala el 8 de mayo la Secretaria de Salud (SESA) registró en el estado 346 casos positivos, 310 casos sospechosos, 106 recuperados y 63 defunciones, con contagios en 52 municipios de 60 que integran el estado. Junto con esta amenaza crece soterradamente una más grande, más profunda, de origen remoto: la pauperización de las condiciones de vida de la base trabajadora, de los sectores populares y de los campesinos, debido a un sistema de producción y explotación que nos condena a una vida infrahumana y que ante acontecimientos como la presente crisis de salud pública nos coloca, a los más pobres, a los más necesitados, a los desposeídos, frente a frente ante la muerte, sin posibilidad de no encararla: el contagio o el hambre.

Los antorchistas no somos los únicos que demandan atención del gobierno del estado, ya han salido otros sectores: transportistas, artesanos, músicos, comerciantes, campesinos, tahoneros, entre otros. El hambre exacerba y prende otrora pacientes voluntades, llevando a violentos conflictos cuando se manifiesta espontánea e inconsciente, que no suceda dependerá de que la administración de Marco Antonio Mena Rodríguez, gobernador del estado, comprenda y responda satisfactoriamente las demandas de la gente, de otra manera, tarde o temprano al pueblo lo levantará el hambre.

Finalmente, en antorcha vemos que los problemas que nos aquejan a la inmensa mayoría de los mexicanos son muy semejantes, el tiempo en que marchemos como una sola fuerza todos los grupos vulnerados por el sistema y por la cerrazón de los gobiernos actuales, ondeando banderas de lucha coincidentes, se ve, cada vez, más cerca.

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