El ¿fracaso? de López

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

En materia de inseguridad pública, de violencia generalizada y de delincuencia organizada, el resumen del sexenio agonizante será, debe ser, de fracaso. Durante el mandato de Andrés Manuel López Obrador no sólo no disminuyó el baño de sangre en todo el territorio nacional, sino que se amplió y los amos y señores se apoderaron del destino de muchos mexicanos.

En el presente sexenio los ciudadanos se volvieron más vulnerables y el patrimonio de las familias se vio amenazado o de plano fue extinguido como consecuencia del cobro de piso. Miles de familias lloran la desaparición de un integrante y en su enorme mayoría, jóvenes hombres y mujeres jamás van a regresar a casa. La vida de cualquiera de nosotros, como nunca, tuvo el mínimo significado para quienes pueden disponer de ella.

La política o filosofía oficial de privilegiar los abrazos y evitar los balazos terminó siendo una broma muy pesada y de pésimo gusto, finalmente se convirtió en una pesadilla o en una aberración. Esa estrategia resultó contraproducente. Ingenuamente alguien pensó que los delincuencias o sicarios tenían sentimientos o que entienden el lenguaje de los humanos. La crueldad con las que actúan sobrepasa lo humano y los intereses que persiguen y que los han corrompido no son de fácil entendimiento ni aceptación. El resumen o el balance de este gobierno es totalmente adverso, negativo, absurdo.

Claro que a favor de este mandato hay argumentos, algunos medianamente válidos. Es cierto que el cáncer de la violencia, de la delincuencia organizada, de la corrupción institucional y de la complicidad evidente de policías y jueces y magistrados está muy avanzado y que ha hecho metástasis en todos los sectores sociales del país. La política y el clero no escapan a los tentáculos de la mafia y son los jóvenes la materia prima y el objetivo de esos grupos poderosísimos y de alcance internacional. Nada escapa ya a ellos.

Eso fue lo que encontró Andrés Manuel López Obrador a su llegada y fue ese el escenario que no pudo modificar. Ya se va el presidente de la esperanza y de las expectativas y deja al país igual o peor en materia de inseguridad. Logró importantes avances en muchas o cuando menos en algunos sectores o áreas, pero en el tema que más duele y que empeora, queda la herida abierta, queda la deuda y la duda que impiden ubicar al mandatario de la nación en el lugar que hubiera querido.

Porque de alguna forma, sus críticos van a usar esos resultados negativos para denostar los avances en algunas instancias como salud, política internacional, estabilidad económica y combate a la pobreza o las que usted me diga y como quiera que sea, van a utilizar estos resultados para resaltar el fracaso. Y es que el mensaje o la casi certeza que queda al terminar el sexenio es que la situación en materia de combate a la delincuencia no hubo resultados positivos. El discurso con la realidad no compagina. Para el pueblo, los resultados son los que cuentan.

López Obrador va a pasar a la historia como el jefe de estado que dijo las cosas por su nombre y de frente a quien tuvo que decirle. El presidente desacralizó lo intocable. Llamó a los delincuentes con su nombre y apellido y los fue a sacar de donde estuvieran, ya fuera en la política, en los negocios, en la educación o en el gobierno mismo. Fue cautivante, carismático, ídolo e ícono para muchos proclives a caer en el fanatismo. A López Obrador no se le pueden regatear los logros, pero tampoco se le pueden ocultar ni perdonar sus fallas.

El hecho de que no haya puesto fin al poder de los jefes de la mafia que deciden candidatos y candidaturas y que determinan quién sí y quién no, que hubiera seguido permitiendo la corrupción o la ineptitud e ineficiencia en los gobiernos de MORENA y hasta que hubiera llenado de panistas, priistas y perredistas su gobierno, habla de un doble discurso o de un lenguaje no comprensible para la mayoría de los mexicanos. Esos van a ser sus claroscuros, sus máculas y puntos negros. López Obrador será consecuencia y resultado de sí mismo.

El próximo gobierno tiene un enorme reto, pero lo peor que puede hacer, será crear altas y falsas expectativas. Si algo tiene que modificar será la política de permitirle libertad e impunidad de los delincuentes y de apapachar a los generadores de violencia que bañan de sangre al país. El reto es gigante, pero a su favor está que la esperanza se mantiene y que el pueblo tiene fe en Claudia Sheinbaum… señora presidenta, usted no tiene permitido fallarles a los mexicanos.

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