El fracaso de la Guardia nacional…

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

 

El fracaso de la Guardia Nacional está garantizado en la medida en que la sociedad mexicana determine no participar en las tareas de seguridad y prevención del delito y pretenda por creencia que la sola presencia de esa institución habrá de venir a terminar con la violencia y la delincuencia que azotan al país.

El origen de la inseguridad es la violencia y ambas provienen de la falta de educación, de valores y la casi ausencia de inteligencia de unos cuantos malos mexicanos que libremente decidieron tomar el mal camino que los habrá de llevar, más pronto que tarde, al panteón o a la cárcel. No tienen más alternativas. La educación y la enseñanza de los buenos principios se dan en el hogar y si es desde ese lugar desde donde no se promueven y fomentan la Guardia Nacional sólo será buenas intenciones.

La violencia o al menos no toda y no la común, la que afecta el barrio, la colonia, la cuadra y hasta una que otra ciudad, no la genera el gobierno, sino el hijo del vecino que empieza por dejar de estudiar, por acercarse a las adicciones, por no querer trabajar y soñar con el dinero fácil y acaba creando grupos delincuenciales o sumándose a los ya existentes, contribuyendo a engrosar las cifras del crimen.

Los feminicidios, los fraudes, las extorsiones, la invasión de predios, los asesinatos pasionales, los pleitos de cantina, las broncas familiares y los conflictos por cuestiones de herencias entre otros, elevan enormemente los niveles de violencia en México y estos no son responsabilidad o culpa de ningún nivel de gobierno, sino son causados por una falta total de cultura de convivencia pacífica y de respeto a los demás y a uno mismo.

La Guardia Nacional no va a poder atender ni entender un mal negocio que deviene en pleito y en venganza, no va a educar al hijo o al padre irresponsable que se sumerja en el alcohol o las drogas, nada podrá hacer donde este rota la estructura familiar y donde los hijos dominen a los padres. Ninguna forma de gobierno o de poder ajeno al núcleo familiar podrá inducir a hombres y mujeres al respeto, a la bondad, a la tolerancia ni a practicar el sentido de igualdad. Si no es con la aportación, intervención, apoyo, interés y voluntad de la familia, los índices de violencia e inseguridad se mantendrán o aumentarán.

Lo que sí puede hacer el gobierno desde su obligación y responsabilidad, desde el sistema escolar o educativo nacional es integrar al plan escolar la observancia de los valores, incluir en los libros de texto gratuitos las leyes que castigan las malas acciones, plantear conceptos preventivos del delito y hasta incluir algunos ejemplos de lo que es un delito y lo que es su castigo. En este sentido la Secretaría de Educación Pública tiene mucho por hacer pues mucho dejo de hacer y ha abandonado su objetivo de educar y no sólo de enseñar.

El combate a la delincuencia organizada o no, desde el fuero común o federal, desde la familia o desde la educación, desde los valores o desde la consciencia, desde la dignidad y la igualdad y el retorno de la paz social pasan, de forma inevitable, por la participación de toda la sociedad que debe estar segura de que no necesitamos más policías ni más cárceles, sino menos delincuentes, que no se requiere de más dinero para matar gente, sino menos gente dispuesta a matar y morir por dinero. La puerta más segura es la que nunca se cierra; la calle más limpia no es la que más se barre sino la que menos se ensucia.

El éxito de la Guardia Nacional tiene mucho que ver con la reforma a las leyes penales en México que hoy por hoy son de puertas giratorias, son instituciones de oferta al mejor postor, son garantía de impunidad, de ineficacia e ineficiencia; las instituciones encargadas de procurar la justicia en nuestro país son un fracaso o son la vergüenza social. En ese sentido, la no participación de cualquiera de los actores redundará, inevitablemente, en el fracaso de las instituciones nacionales y en el recrudecimiento de la violencia.

De todos los mexicanos depende.

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