Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
La puesta en operación del complejo de seguridad C5 en el estado de Tlaxcala supone un notable avance en materia de combate al delito y a la delincuencia. Han sido muchos millones de pesos invertidos en tecnología de última generación al servicio de las autoridades e instituciones obligadas a proporcionar garantías de paz e integridad a la sociedad. Este logro también supone que ya no habrá pretextos para que las instituciones se vean rebasadas y superadas por los malos.
La delincuencia, hasta este momento, mantiene en jaque a las policías y los delitos se multiplican por todo el territorio estatal. Simplemente no pueden con los ladrones de autopartes, con los que roban autos, con aquellos que asaltan a las personas que retiran fuertes cantidades de dinero de los bancos, con los asaltantes de tiendas OXXO ni con las bandas que atracan a los pasajeros en el transporte público. Esperemos que esa situación haya sido la parte más oscura de la noche en el gobierno morenista y que el futuro sea promisorio para hacer realidad el cambio. En este asunto no puede haber tolerancia ni contemplaciones.
Para combatir a la delincuencia con seriedad y buscando resultados a favor de la sociedad hacía falta dinero y voluntad. Unidas ambas a la tecnología, forzosamente el resultado debe ser una notable disminución en los índices delictivos y una mayor percepción de seguridad individual y colectiva para los tlaxcaltecas. De cualquier forma, la postergación o la omisión para tomar medidas como las adoptadas en esta materia, han sido y son una deuda pendiente de todos los gobiernos anteriores que simplemente se hicieron de la vista gorda o cómplices de la delincuencia.
De verdad la sociedad tlaxcalteca confía en que a grandes males, grandes remedios y espera con vehemencia que por fin el combate a los delincuentes se dé sin dar ni pedir cuartel. Se cree que la puesta en marcha de complejos sistemas electrónicos y modernos y efectivos protocolos de actuación van a traer como consecuencia el fin de la complicidad policiaca con los delincuentes y la captura de grupos que se han asentado en Tlaxcala y vulneran el orden, la ley y la justicia.
Tras la puesta en operación del C 5i, en la última semana de mayo, los que conocen del tema y hasta los críticos del actual régimen de gobierno estatal, fueron testigos de los primeros resultados y que fueron considerados como éxitos. Como que se notó un cambio en el actuar y en las consecuencias de los hechos delictivos. Hubo capturas, persecuciones con finales favorables, detenciones, más efectividad de las corporaciones estatales y municipales. Sí se puede, es sólo cuestión de querer, de hacer las cosas bien.
Cierto, estos primeros buenos resultados estuvieron matizados con el reto que la delincuencia hizo al gobierno. Mientras por un lado se aplaudían los primeros logros, gracias a la tecnología, también las bandas delictivas asaltaban con violencia a cuentahabientes en Chiautempan y Tenancingo, hubo disparos y lesionados, hubo violencia en algunos puntos y se seguían dando casos de robo de autopartes. Es cosa de tiempo, creo, ya se está trabajando en eso y todavía hay espacio para el escepticismo y la crítica de unos y para el beneficio de la duda.
Y será el actual gobierno el que cumpla su palabra y finalmente ofrezca garantías de seguridad a los tlaxcaltecas. Porque la seguridad ha sido un pendiente, una promesa incumplida, una obligación postergada, una deuda añeja y un derecho negado a pesar de ser bandera de campaña y promesa imposible de cumplir de todos los políticos, partidos y gobiernos. Así es que la tarea es extremadamente delicada y urgente. Del éxito o del fracaso de esa nueva estrategia oficial todos habremos de ser testigos.
Ahora bien y suponiendo que este enorme complejo electrónico sea el remedio para el combate a la delincuencia, habremos de decir que el gobierno ha hecho su parte, que está cumpliendo con su obligación… pero hay también la obligación de la sociedad para apoyar en la seguridad, participando de muchas maneras en prevenir, evitar y disuadir los delitos. El gobierno no puede solo y eso está más que demostrado, así, como se ha demostrado que la apatía, la complicidad social y la falta de valores y de educación y respeto en el hogar son el origen de todo mal.