El año del miedo y la esperanza 

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Como nunca en la historia reciente, llegamos a un nuevo año en el que lo más cierto es la incertidumbre y el miedo. Jamás la humanidad se había enfrentado a una nueva realidad en tiempos en que se supone que la ciencia, el conocimiento y la inteligencia son el signo de la civilización y el desarrollo de la raza humana. Jamás antes el hombre se sintió y reconoció vulnerable, mortal, frágil. El pasado 2020 fue el año en que esta civilización se aceptó posible de desaparecer de la faz de la tierra.

Una pandemia ha venido a rectificar, a reformar, o deformar, o modificar el rumbo de la humanidad. Un virus ha venido a cambiar totalmente el concepto que se ha tenido de la vida y la muerte y la presencia de este bicho ha transformado la existencia y los conceptos de economía y geografía mundial. El mundo es, tiene que ser, uno antes y otro después del coronavirus, para bien o para mal.

La historia habrá de marcar la parte en que la imagen de los seres humanos adquirió otra fisonomía cuando tuvo que ocultar la mitad de su rostro para impedir ser contagiado, o tal vez, para esconderse o huir de la muerte que estuvo siempre latente, posible, vigilante, perseguidora y efectiva en el momento y lugar indicado. El hombre tuvo que taparse el rostro para sobrevivir y debió enclaustrarse entre cuatro paredes para engañar a la muerte o para jugar con ella a las escondidillas.

El año 2021 era esperado, pero más como amenaza o como verdugo que como ese transcurrir del tiempo tradicional, lógico, normal, anhelado y promesa; llegaba lento, a pausas y se asomaba como sombra ominosa o mal presagio. El optimismo del hombre ocultó el verdadero riesgo y peligro de su llegada. En el peor momento de la pandemia, tras la llegada de una engañosa tregua, la humanidad se quiso dar un respiro como creyendo que festejando la Navidad y el año nuevo conjuraba la amenaza de un exterminio global y lento, pero seguro.

La ignorancia u osadía de la raza humana le dio lo suficiente para retar al enemigo y salió a la calle, sin protección, sin cuidarse ni cuidar a los suyos, sin sana distancia, desoyendo a las autoridades, negándose a ser estadística y posibilidad, rechazando las leyes, omitiendo espacio para la razón y la lógica, creyéndose inmortal e ignorando que el mal regresaba y se disfrazaba de feria patronal, de grito de independencia, de costumbres y tradiciones de día de muertos y de posadas y festejos decembrinos.

La huella de ese año de desgracia, dolor, llanto y muerte queda plasmada en las ausencias, en los nombres de quienes no debieron morir, de quienes aun tenían mucho por hacer y dar. Queda impreso en los brazos huérfanos, en los espacios sin ellos, en la pena de quienes al principio, en los días de amenaza, no creyeron en la letalidad del virus, en la segura llegada al país, al estado, a la ciudad, a la cuadra… al hogar. Primero se fueron gente ajena, lejana, extraña, improbable; primero eran seres anónimos. Luego fueron conocidos, vecinos, hombres y mujeres con rostro, nombre y apellido… terminaron siendo nuestros seres queridos.

Pero es también casi por consuelo, el 2021, el año en que la esperanza se hace necesaria, indispensable, urgente, tangible, posible. Llegarán las vacunas. Habrá experiencia. Los niños volverán a las escuelas, la gente develará su rostro, el gel antibacterial será historia y ya la humanidad recordará y ejercerá su libertad cortada por un enemigo invisible, asesino infalible. Quedará imborrable la lista de los que se fueron y habrá tiempo para el recuento de los daños, para el juicio a quienes hicieron mal las cosas, homenajes para los héroes vivos y muertos; ojalá y también hubiera tiempo para reflexionar, para cambiar al mundo que nos manda señales inequívocas y contundentes.

Llega el año 2021 y con él un mundo de posibilidades, con 365 días de oportunidades, con un mensaje de buena voluntad dirigido a quien quiera oírlo, para quien cuente entre sus valores la humildad.

Este nuevo año debe ser, tiene que ser, el que modifique positivamente la mentalidad y actitudes de los h0mbres, el que nos abra los ojos y el espíritu, el que nos muestre nuestra realidad irrefutable de igualdad y fragilidad. Este año nuevo debe ser diferente, debe representar vida, esperanza, salud, fortuna, amistad, amor… pero no depende del 2021, sino de usted, de mí, de todos. Feliz año nuevo, pero feliz porque todos nosotros así lo hemos querido y estamos haciendo algo para que sea. De nosotros depende saludarnos al principio del 2022.

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