EE. UU. la eterna amenaza para América Latina

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista 

 

Los gringos se consideran una raza superior y esta es una ideología que va mucho más allá de un simple concepto racista o supremacista. La estrategia es sobrevivir como raza después de un holocausto provocado por el hombre, o luego de una catástrofe natural e incluso, tras el aniquilamiento entre culturas por cuestiones étnicas, religiosas o por crisis derivadas de falta de agua. 

Para garantizar los productos, materiales o recursos que les permita continuar sobre la faz de la tierra o incluso colonizando otros planetas, los norteamericanos creen que deben apropiarse, por las buenas o por las malas, a costa de lo que sea y sin detenerse ante naciones o gobiernos, de todo cuanto les sirva para mantener la producción de armamento, perfeccionar su tecnología y almacenar combustibles minerales o fósiles. Para lograrlo tienen la fuerza de las armas y las técnicas para que los pueblos repudien a sus gobiernos. 

Así, crean caos, desinforman, construyen andamiajes subversivos, alientan los levantamientos armados y las guerras civiles… destituyen gobernantes, fabrican golpes de estado y reprimen. Estados Unidos son una maquinaria siniestra que todo devora, todo corrompe, asesina a distancia, distorsiona religiones y culturas. Y todo con el fin de apropiarse de los recursos naturales; los gringos no tienen amigos ni saben de lealtades: tienen intereses. 

Lo triste es que dentro de esas naciones sometidas los propios ciudadanos defienden la opresión y el robo, aplauden el colonialismo, están a favor del invasor y apoyan con armas y sangre el genocidio. Hay en esos países políticos y empresarios al servicio del imperialismo pues no odian a sus gobiernos ni a los pueblos que explotan, sino que aman a Estados Unidos a cambio de mendrugos. 

Estados Unidos son la síntesis de la barbarie desde el principio mismo de la sociedades organizadas o en los intentos de construir democracias. Obedeciendo intereses propios y netamente económicos y de poder, no escatiman en derribar gobiernos opositores. 

La historia así lo registra. En 1952 mediante su política intervencionista apoyó el golpe de estado que derrocó a Fulgencio Batista en Cuba; en el 54, en su carácter de policía del mundo dirigió el golpe de estado que tiró a Carlos Armas; en 1973 organizó y ejecutó el golpe de estado que puso fin al gobierno de Salvador Allende; en 1976 apoyó el golpe de estado en contra de Isabel Perón, en Argentina; Brasil tuvo intervencionismo gringo en 1964 en el golpe de estado que derribó a Joao Goulart. 

Todo el continente americano ha sufrido la transgresión norteamericana. En 2002 desde Washington se trabajó en el golpe de estado fallido por cierto, en contra de Hugo Chavez, en Venezuela. En el año 2004, Estados Unidos, junto con Francia y Reino Unido derrocaron por medio de un golpe de estado a Jean Bertrand Aristide, de Haití y para no seguir exponiendo las atrocidades concluiré con señalar el golpe de estado orquestado por los fascistas en Honduras, en 2009, cuando bajaron del poder a Manuel Zelaya. 

Todas estas acciones intervencionistas, o la mayoría, tienen como común denominador la oposición de sus gobiernos a seguir las políticas dictadas desde Estados Unidos, desde el Fondo Monetario Internacional y con el silencio cómplice o la subordinación de la Organización de las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y muchos organismos presuntamente defensores de los derechos humanos y en pro de la defensa de la libre determinación de los pueblos. 

Lo de Evo Morales en Bolivia es apenas una miserable muestra de la ambición de los invasores norteamericanos. Trabajaron tan fino que lograron que los indígenas Incas repudiaran a quien como nadie los ayudó, reconoció y defendió. Lo corrieron del país y ahora, al abrir sus ojos pero aun sin entender su realidad, reconocen que hicieron mal. Lo quieren de regreso pero eso no se va a poder: Estados Unidos va por sus recursos naturales como el Litio; lo mismo que por el petróleo de Venezuela o el oro y la plata de México o el cobre de Brasil. 

Estados Unidos pretende su supervivencia mediante la fuerza de sus armas, el exterminio de las razas y la naturaleza, la sangre de los pueblos originales y hasta por la ignorancia de quienes creen saber algo o mucho y opinan como si supieran lo que dicen. En la ambición gringa no existen religiones ni partidos políticos, aunque por ahí entran a saquear. El fanatismo es otro de sus aliados. Todo les funciona y les funciona bien. 

Mientras una nación posea recursos naturales que les sirvan a los gringos habrá garantía de una intervención. Si se es una nación pobre o miserable entonces, entonces pueden vivir en paz, en la miseria e indiferencia del mundo, pero en paz; no los matarán las balas de una invasión, sino el hambre y el desprecio mundial. Los gringos no defienden ni invaden ni atacan territorios que producen camote, sino las que tienen petróleo, diamantes, uranio, litio, oro, plata…

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