Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Lo que entendemos como educación en México está muy lejos de ser gratuita y en muchos aspectos dista de ser educación. La llegada del mes de agosto representa el cumplimiento de una maldición o la realización de un castigo para los padres de familia con sólo pensar en los uniformes, en las inscripciones, en los inútiles útiles escolares y en las elevadas cooperaciones por concepto de voluntariamente obligatoria inscripción, misma que en cualquier momento servirá para crear un conflicto entre directivos y sociedades de padres de familia.
La tan cacaraqueada reforma educativa no pasó por estos aspectos. Nadie que se precie de conocedor del tema podrá decir que ésta vino a disminuir la presión económica o a aliviar la economía de los papás. Por el contrario, las cuotas para inscripción, pese a no ser obligatorias pero sí a la fuerza, se eleven en su monto y desde el momento mismo de presentar los documentos para matricular al niño, confrontan a los involucrados en discusiones que de nada sirven: o pagas o no hay inscripción, aunque la autoridad educativa grite quedamente y susurre como para que no lo oigan que las cuotas no son obligatorias y no deben condicionar el ingreso de un niño a un plantel.
Los uniformes son también motivo de confrontaciones. No falta el directivo abusivo que haga negocio con ellos, que autorice a un solo distribuidor la dotación de los ropajes a cambio, claro están del obligado diezmo. Si bien el vestuario no es obligatorio, se hace forzoso por aquello de la igualdad y de la prevención de la discriminación. Pero el hábito no hace al monje, así es que podemos ver a estudiantes vestidos perfecta y exactamente iguales, pero sin que ello garantice el aprovechamiento escolar, la educación y la garantía de que continuarán sus estudios convirtiéndose en profesionistas exitosos. El uniforme se vuelve artículo de precios exorbitantes, de costos elevados, producto inalcanzable…
Los padres de familia pegan el grito en el cielo en agosto por la compra de útiles escolares. La lista parece carta a los Reyes Magos pues se pide de todo, y mismo que a medio ciclo lectivo sigue sin estrenar o se ha extraviado pues nunca se utilizó. Antes, hace al menos 20 años, la lista de esos productos escolares se traducía en una libreta profesional, un cuaderno cuadriculado, un cuaderno de hojas blancas, un lápiz, un lapicero de tinta negra y un sacapuntas. Y no todo al mismo tiempo. Creo que entonces el aprovechamiento era mayor. Había disciplina, orden, obediencia, respeto… y eso era educación, ese era el objetivo.
La gratuidad de la educación es un mito cuando se confronta el discurso con la realidad. Se vuelve un negocio cuando intervienen los intereses económicos pues el sector siempre será un negocio para quien busca más el enriquecimiento que formar ciudadanos. La educación es rehén de la política cuando se utiliza para privilegiar a grupos de poder. La educación tiene un precio y costo muy elevados porque no busca crear consciencias ni despertar la mente, sino producir seres obedientes y carentes de crítica y reflexión.
La educación para ser democrática, justa, completa, total, libre, formadora y creadora de seres inteligentes y sabios, debe alejarse del poder político y económico y debe involucrar a los padres no sólo en la dotación de los útiles y en las cooperaciones, sino en la verdadera educación de sus hijos basada en valores humanos y principios de honradez, tolerancia, prudencia, honestidad, servicio y respeto. De otra forma la educación es negocio e intereses, es un asunto de viejos problemas con viejas propuestas de solución.
Educar a un hijo es gratis… tenerlo en la escuela cuesta mucho dinero.