Diócesis y asociaciones civiles reforzarán acciones de causa común en favor del medioambiente

Redacción

Para conmemorar el Día Mundial del Medio Ambiente, la Comisión Diocesana de Pastoral Social, la Pastoral de Derechos Humanos de la Diócesis de Tlaxcala, el Centro Fray Julián Garcés Derechos Humanos y Desarrollo Local, A.C., la Coordinadora por un Atoyac con Vida y la Red de Jóvenes en Defensa de los Pueblos convocamos el día de hoy, al VI Congreso Diocesano por el Medio Ambiente, con el fin de continuar el diálogo entre los agentes de Pastoral de la Diócesis de Tlaxcala y tomar decisiones sobre el necesario y urgente cuidado de nuestra casa común, en respuesta al llamado del Santo Padre Francisco, quien, en su encíclica Laudato Si’ (Alabado Sea), hizo un señalamiento a todas las personas del mundo, creyentes o no, sobre el clamor de la madre Tierra “por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”.

Con dolor debemos decir, que este clamor se escucha muy fuertemente en nuestra Diócesis a causa de un sinnúmero de circunstancias que aquejan al medio ambiente y la salud de las personas. En todo el territorio de Tlaxcala podemos dar testimonio de procesos de urbanización descontrolada y de la instalación de miles de industrias que vierten sus residuos contaminantes, sin tratamiento alguno, en los cauces de los ríos Atoyac, Xochiac, Zahuapan y sus afluentes; estamos presenciando también la pérdida acelerada de las pocas zonas forestales que quedan en nuestro estado, especialmente en las faldas de nuestro volcán Matlalcuéyetl y el aumento continuo en la generación de residuos sólidos urbanos por las prácticas nocivas de consumo que, en los rellenos sanitarios y basureros que existen en nuestro territorio, terminan generando lixiviados que se infiltran en el subsuelo y contaminan los mantos acuíferos que tanto necesitamos para abastecernos de agua de consumo doméstico en los hogares.

Bien dice el Papa Francisco que “hemos crecido pensando que éramos [los] propietarios y dominadores [de la Tierra], autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra que ‘gime y sufre dolores de parto’ (Rm 8,22)”.

Sin embargo, al mismo tiempo que nuestra Madre Tierra sufre, lo hacen también numerosas personas en nuestra diócesis, afectadas por enfermedades crónico-degenerativas como el cáncer, la leucemia infantil, la enfermedad renal crónica, la púrpura trombocitopénica, la anemia y otras más, derivadas de la exposición crónica y creciente a las emisiones tóxicas de las industrias, al uso no reglamentado de sustancias agroquímicas tóxicas y a la falta de saneamiento de nuestras preciosas corrientes de agua, como lo son nuestros ríos Atoyac, Xochiac y Zahuapan.

En relación con la grave situación de contaminación de la cuenca Atoyac-Zahuapan, la Pastoral Social de la diócesis de Tlaxcala en coordinación con las organizaciones convocantes, el último año hemos impulsado la adopción de la Propuesta comunitaria para el saneamiento integral de la cuenca Atoyac-Zahuapan y la reparación del daño a las comunidades dentro del Programa Integral de Restauración Ecológica de la Cuenca exigido por la Comisión Nacional de Derechos Humanos a las autoridades federales, estatales y municipales responsables, queremos manifestar nuestra preocupación por la ausencia, a esta fecha, de un mecanismo entre las autoridades y las comunidades de un diálogo respetuoso y constructivo, a una solución real y eficaz para una crisis ambiental y de salud que ha durado ya más de dos décadas sin una solución efectiva, que permita la restitución de los derechos humanos de quienes habitan y transitan por el territorio de la cuenca.

Tal es el daño que se ha generado en la salud humana que, el día de hoy, hemos escuchado, durante la exposición de la Dra. Regina Montero, investigadora el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, que “la capacidad de excreción de los tóxicos[1] de referencia está disminuida en los niños de Tepetitla. Esto se asocia con un estado general de oxidación incrementado que se refleja en el aumento de daño genotóxico en comparación con los niños de Ixtenco, en quienes se realizaron los mismos estudios como población de referencia. Un estado oxidante elevado y el daño genotóxico se asocian con envejecimiento prematuro y enfermedades crónicas, como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares”. Asimismo, los estudios de la Dra. Montero encontraron un retraso en el crecimiento corporal de los niños de sexo masculino de Tepetitla quienes, en promedio -aunque eran mayores en edad que los niños de Ixtenco- mostraron un índice de masa corporal promedio inferior.

Los resultados de los estudios coordinados por la Dra. Montero son importantes porque muestran que la exposición crónica a niveles bajos de contaminantes tiene un efecto medible en los niños en crecimiento que puede afectar el que se desarrollen plenamente o empiecen con enfermedades crónicas a edades muy tempranas. Así, su estudio se suma al enorme cúmulo de evidencias científicas que señalan que los altos niveles de concentración de sustancias tóxicas como metales pesados, hidrocarburos, solventes, pinturas, compuestos orgánicos volátiles y persistentes e, incluso, coliformes fecales, son una de las principales causas de la alta incidencia de la mortalidad por cáncer y otras enfermedades en varias localidades de la cuenca del río Atoyac. Esto ya había sido señalado por la Recomendación 10/2017 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la cual estableció el nexo causal entre la contaminación de las corrientes de agua, la falta de saneamiento y los impactos en la salud de la población.

De acuerdo con un análisis elaborado por el Centro Fray Julián Garcés, con datos oficiales del Registro de Emisiones y Transferencia de Contaminantes (RETC), encontramos que a nivel nacional sólo 0.72% de las industrias manufactureras reportan al Registro; para el caso de Tlaxcala, la situación no es muy distinta, ya que de las 11 mil 95 empresas establecidas en el estado, sólo 86 reportan al RETC, es decir, sólo 0.77%. Lo anterior resulta sumamente grave si consideramos que, no solamente no tenemos acceso a la información sobre los contaminantes a los que estamos expuestos cotidianamente ―considerando que el 61% de la población tlaxcalteca vive a menos de tres kilómetros de una gran industria―, sino que ninguna de las empresas está obligada a reportar a este registro.

El impacto que la exposición crónica de diversos contaminantes y sustancias tóxicas emitidas por todo tipo de empresas tiene sobre la población es un problema que debe atenderse de manera inmediata, ya que, de acuerdo con el análisis elaborado por el Centro Fray Julián Garcés, encontramos que en el estado: hay localidades de Tlaxcala cuya mortalidad por cáncer es el doble de la media nacional, el caso más alarmante se encuentra en el municipio de San Martín Texmelucan, Puebla y otras localidades de Tlaxcala cercanas al río Atoyac, en donde encontramos que la mortalidad por cáncer puede llegar a ser de 950-1,304% más alto que la media nacional de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). Además hay localidades en Tlaxcala donde la mortalidad por cáncer en niños y jóvenes menores de 24 años es tres veces más alta que la media nacional.

Por estas razones es que, hoy más que nunca, es urgente e indispensable que las autoridades federales, estatales y municipales entablen un dialogo abierto con las comunidades para dar inicio a una solución efectiva a esta crisis y evitar con ello la pérdida adicional de vidas y garantizar un futuro viable a las próximas generaciones.

Asimismo, como parte de los acuerdos de este Congreso Diocesano, establecimos que seguiremos realizando acciones en cada una de las parroquias sobre el cuidado de la casa común:

  • A nuestros hermanos sacerdotes les hacemos un llamado a acompañar en sus parroquias esta misión pastoral por el cuidado de la casa común, como lo ha encomendado Su Santidad, el papa Francisco.

  • A los laicos y laicas, les animamos a dar continuidad en el camino iniciado hace seis años por el trabajo a favor del cuidado de la casa común, que al mismo tiempo es, como dijo el papa Francisco, la defensa de la vida y la preservación de la vida de las futuras generaciones.

  • A los que contaminan y dañan la casa común, les hacemos un llamado para reconocer el daño que han hecho al medio ambiente y a la población, como dice el papa Francisco, las empresas deben existir para servir y no para ganar dinero a costa de la salud de la gente y la posibilidad de un futuro para las siguientes generaciones. A ellos les pedimos que transformen, de forma viable, sus procesos productivos de forma que se respeten el ejercicio de los derechos de las personas a vivir en un medio ambiente sano.

  • A las autoridades les exigimos que atiendan, de manera urgente, éste grave desastre ambiental y evitar con ello la perdida adicional de vidas y garantizar un futuro viable a las próximas generaciones, lo cual necesariamente implica un diálogo abierto y cordial con las comunidades afectadas por la contaminación de la Cuenca Atoyac-Zahuapan. A ellos les recordamos, que su quehacer político no debe estar sometido a la mera lógica del cálculo de costos y beneficios, sino debe velar por el bien común de aquellos a quienes representan.

  • Respecto al caso emblemático de contaminación de la cuenca Atoyac-Zahuapan, llamamos a las autoridades responsables a que, en un acto de elemental justicia, escuchen la voz de las comunidades afectadas por la contaminación de los ríos y que sea tomada en cuenta en las deliberaciones del Plan de Restauración Ecológica de la Cuenca.

Nuestro compromiso, como ayer y como hoy, se basa en la Sagrada Escritura y en el mensaje expresado por el papa Francisco de que “el suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. La historia de la propia amistad con Dios siempre se desarrolla en un espacio geográfico que se convierte en un signo personalísimo, y cada uno de nosotros guarda en la memoria lugares cuyo recuerdo le hace mucho bien. Quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio cuando vuelve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad”.

[1] Por excreción de los tóxicos nos referimos a la capacidad de las personas para expulsar los tóxicos a los que están expuestos permanentemente.

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