Demagogia pura

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Salvo muy honrosas excepciones, extremadamente pocos de los cientos de candidatos que buscan el poder en las elecciones de este año, tienen un discurso diferente, creíble, alejado de lo trillado y lo común. En términos generales, el mensaje de los políticos en acción es el mismo de todos los años, de todas las campañas, de todos los partidos y de todas las ofertas proselitistas; son inverosímiles, tediosos, repetitivos y de muy difícil cumplimiento o imposibles de llevar a cabo.

Los candidatos dicen lo mismo; total, prometer no empobrece. Se solazan abundando en lo que creen que van a hacer o lo que pueden hacer en caso de ganar. Y lo dicen para ganar, aunque de llegar al triunfo, muy probablemente no lo hagan pues no saben cómo, ni por cuánto, ni dónde o para quiénes y por qué. En estos momentos se trata de hablar, de prometer, de convencer, de ofrecer hasta lo imposible. Saben lo que quiere oír la gente y eso es lo que dicen.

Cómo divierte la perorata de los candidatos cuando hablan de un gobierno de puertas abiertas… ni siquiera saben qué es eso. Si ganaran la elección no sabrían cómo atender o recibir o permitir el ingreso a las oficinas de gobierno a todo aquel que los busque. Ese discurso es pura demagogia pues es sabido por la experiencia acumulada por décadas que los políticos al ungirse simplemente no reciben a nadie. Siempre han utilizado esta mentira para ganar y ahora, otra vez mienten.

Dicen estar preocupados por nuestro bienestar cualquiera que sea la idea que de bienestar tengan. Pero lo cierto es que una vez en el poder jamás se van a acordar de uno de nosotros. Nos utilizan para ganar, para llegar, para encumbrarse, después nada. Después van a negar la amistad, la promesa, la oferta, las juramentaciones, y no van a saber cómo ni cuándo hacer realidad el cambio, ese cambio que en el discurso era posible y que tan buenos resultados les dio.

Las promesas y el catálogo de buenas intenciones se vuelven demagogia pues de lejos se ven mejor los toros. En la práctica no sabrán cómo lidiar con las presiones y el fuego amigo o enemigo, no tendrán la capacidad para negociar, conciliar y acordar, no podrán abstraerse de la corrupción y no permitirán alejarse del nepotismo y los arreglos bajo la mesa. Desde lejos, en campaña, como meras propuestas, las cosas se ven simples, fáciles; en los hechos el poder es un monstruo, una permanente y creciente tentación, una prueba que pocos, casi nadie, pasa.

El poder marea, enajena, pervierte, confunde, cambia a algunas personas y a otras las muestra tal y como han sido siempre. El poder envilece o envicia a quienes no tienen origen y destino en la administración. El poder no está hecho para miserables ni para timoratos. El poder debiera tener como objetivo servir y hacer amigos, debería ser utilizado para dejar huella, para sembrar en los gobernados el sentimiento de gratitud y el recuerdo perenne de una administración inolvidable.

Pero no es así. La mayoría de los candidatos se lanzan a una aventura en busca de fortuna. Se avientan como el borras, quien quita y es chicle y pega. Y sí, a veces pega. Y para que eso ocurra hay que hablar como si se supiera lo que se dice y como se supiera hacer lo que se promete. Hay que hablar de ponerle fin a la corrupción y abatir la impunidad, hay que jurar que somos diferentes y que nosotros representamos el cambio porque sabemos qué es, con qué se come y hasta a que huele y sabe el tan famoso cambio.

Hay que prometer, hay que jurar, firmar compromisos ante notario si fuera necesario; total, después ya nadie se va a acordar, a nadie le va a interesar, si la gente tiene memoria de muy corta duración. Hay que repetir que nosotros somos diferentes, que no vamos a robar, ni mentir ni traicionar al pueblo; de todos modos, esto no es más que la frase de moda que pocos entienden.

Lo que importa es llegar y no importan los medios. Hay que prometer hasta lo imposible si al final de cuentas, nunca va a faltar quien nos crea. Juremos que, bajo nuestro gobierno, hasta el nombre del pueblo habremos de cambiar; total, se trata de hablar y hablar y hablar… demagogia pura, pues.

Relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button
WP Twitter Auto Publish Powered By : XYZScripts.com