Crisis de credibilidad y respeto

Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista

Al final de una administración tanto en el gobierno estatal, en las presidencias municipales y el congreso del estado, se vive una grave crisis de credibilidad y respeto a las instituciones, situaciones que ponen en peligro la gobernabilidad y que se derivan de ambiciones, ineptitudes e incompetencias, pero sobre todo, por corrupción y abuso del poder.

Las salientes autoridades heredan a los nuevos gobiernos un clima de desconfianza e incredulidad que habrán de servir para sospechar de todo, rechazar mucho y para enfrentar conflictos que quiérase o no, frenarán algunos proyectos e impedirán la puesta en marcha del plan de gobierno que prometieron y por el que llegaron al poder. En Tlaxcala, el sistema de gobierno está en una muy difícil situación que va a requerir de una gran capacidad de sensibilidad, dialogo, conciliación y acuerdos muchas veces y en muchos lugares, escaso o nulo.

Los conflictos municipales eran innecesarios. Son broncas gratuitas. Son el resumen de una cadena de errores surgidos de los excesos, de los abusos, de la falsa idea del poder, de la corrupción y de la pérdida del sentido de autoridad. Los alcaldes que terminan su gestión de casi cinco años con serios problemas salen por la puerta de atrás, entre el repudio de la gente a la que no se atreven a ver a la cara ni a hablar de frente y no por vergüenza misma que desconocen, sino porque saben que les van a partir su progenitora.

Fue mucho el tiempo que tuvieron para hacer y deshacer a su antojo, violando las más elementales normas de dignidad, honor, honradez y respeto. Se sintieron hacendados de la época porfirista, dueños de vidas y recursos. Abusaron de la confianza de la población, se dieron el lijo de disponer a quien apoyar por conveniencia y a quien negar toda forma de atención por cuestiones políticas y de venganzas personales.

Ha sido triste su imagen de ciudadanos alcoholizados, derrochadores del dinero público, acosadores de empleadas que muchas veces no denunciaron por necesidad del trabajo, arbitrarios jueces que despedían a quien no les fuera de su agrado y negando obras si no había de por medio el moche, el diezmo, la corrupción en toda su aborrecible expresión.

Desde el congreso del estado de Tlaxcala llega la peor historia de ineptitud, corrupción, abuso de poder, traición al pueblo y robo descarado al erario. Nunca como ahora, los diputados se mostraron como seres ambiciosos sin llenadera. No hubo límite al reparto injusto e ilegal del dinero con fines meramente políticos buscando perpetuarse en el poder. La LXIII legislatura del estado pasa a ser la vergüenza por indigna y corrupta. Ahí es donde dejaron en claro que el pueblo es lo que menos importa y que llegando el poder se pierden todos los valores que hacen de las personas dignas de sus condiciones de seres humanos.

Tales aseveraciones, amigo lector, no son producto de frustraciones, ni tienen origen o destino la venganza o envidia… son la percepción de miles de tlaxcaltecas decepcionados que vieron impotentes los abusos de presidentes municipales y diputados. Hay en la percepción social la idea de que como nunca, los políticos y servidores públicos traicionaron al pueblo, abusaron del poder y se enriquecieron de forma indigna y vergonzosa.

La gente en los cafés, en las plazas, en los tianguis y hasta las familias en sobremesa hablan de los excesos del poder pues conocen de primera mano o por los medios de comunicación de casos que no pueden y no deben ser la norma en el gobierno. Se habla de personas con nombre y apellido, de montos y cifras, de lugares y condiciones en las que se dio el abuso y la corrupción.
De los diputados locales ninguno se salva del repudio social. En cambio, en lo que a presidentes municipales se refiere, hay algunos, por desgracia demasiado pocos, los que se salvan del linchamiento social pues no le fallaron a su gente. Hay uno que otro que puede decir misión cumplida y puede mirar a sus vecinos de frente con la conciencia limpia y eso, su pueblo lo sabe a pesar de que sus contrarios tengan que hacerle reclamos, pero no porque sea justo, sino por inercia, costumbre y tradición.

Luego entonces, en los municipios con conflicto se adivina un inicio de gestión confuso, errático, sin rumbo, originado por las condiciones en las que dejaron la administración los salientes. En el congreso a los nuevos diputados les va a costar mucho y tal vez hasta no lo logren, recuperar la confianza social en la cámara de diputados, misma que tiene la imagen y el sello del centro total del abuso del poder y la corrupción.

Qué triste que sea esta la realidad de nuestro estado; los tlaxcaltecas no lo merecemos.  ¿O sí?

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