Creímos que iba a ser diferente

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

Los acontecimientos en Tlaxcala, recientes o añejos, lo menos que causan en el ciudadano común, es preocupación. Ocurren cosas que dan una idea de ingobernabilidad, o de falta de autoridad, o de ausencia de voluntad e imaginación para impartir justicia y poner en orden las cosas lo que actualmente da una idea de inseguridad y de criterio o razón.

El hecho de que el Congreso del Estado de Tlaxcala haya cedido a la presión de los líderes del transporte público no sólo evidencia la falta de quehacer legislativo y la carencia de argumentos legales en las iniciativas de ley, sino también ponen en relieve la debilidad de carácter de quienes las promueven y pretender convertir en ley. A partir de ahora sólo se requiere de un grupo que exija la desaparición de poderes o la derrota de un proyecto para que esto pase o deje de pasar. Todo tiene que ver con los intereses, con el poder, con la ley del más fuerte o la ley de la selva.

Muy, pero muy mal que el Congreso cediera. No debió entregarse tan fácilmente y por tan poco. Así hubieran quemado el Palacio Legislativo y se tuvieran que contabilizar lesionados; ambas partes necesitaban víctimas y siempre debieron ser los que tienen la razón, no la fuerza. Para un enorme sector de la población tlaxcalteca, la inmensa mayoría, los miles y miles que no tienen intereses en el sector del transporte, están del lado del congreso y de la ley pues saben que los líderes del servicio público persiguen todo, menos el estado de derecho o el bienestar social. Sus intereses pasan por encima de cualquier otro argumento.

En términos generales, en materia de transporte público de pasajeros, salvo honrosas excepciones, estamos de mal a pésimo. Empresas como ATAH, USU, Taxi Tlax, Elite y Contlas entre otras muchas, son la vergüenza en el estado y en ejemplo de que la autoridad, tanto estatal como federal, ha sido rebasada y dan la certeza de que son esas mafias las que mandan. Pese a lo que digan las autoridades del sector, no pueden contra el desorden y los vicios que ahí se tienen y dejan al usuario indefenso y siempre en riesgo.

Por lo que respecta a los taxis, señores autoridades estatales y federales, son una calamidad más que un servicio o la respuesta a una necesidad. También con excepciones, la enorme cantidad de sitios estorban al resto de los vecinos que tienen estrictamente prohíbo acercarse a los espacios públicos de los que se han apoderado. Casos son innumerables en los que choferes agreden de forma violenta incluso a mujeres y ancianos que se detiene así sea unos segundos a bajar a sus familiares en donde los taxis se asolean.

Abusos de taxista son muchos, aunque no haya denuncia. Y el servicio es extremadamente caro. En Tlaxcala, caso específico Chiautempan, de la colonia Reforma al centro el banderazo es de 60 a 90 pesos. De Chiautempan al congreso de Tlaxcala cobran de 100 a 120; demasiado oneroso. En algunas ciudades del sur del país por ejemplo, de Tapachula, Chiapas, a Cacahuatán o a Talisman, la dejada es de 30 pesos y cuando mucho, en 50. Por esa distancia en nuestro estado cobrarían 300 pesos o más.

La atención, ya sea en las combis que conectan municipios, ya sean microbuses (ATAH) que comunican estados o taxis que se mueven dentro de los municipios, es pésima. Desde luego que apartando las excepciones, los choferes no saben decir buenos días ni buenas tardes. Ignoran al usuario cuando pregunta si llegan a cierto lugar, escuchan música estridente, mensajean por el teléfono celular y conducen de forma imprudente. Esa es la realidad, esos son los grupos que derrotaron vergonzosamente al congreso, ellos son los amos.

Viajar en esos monopolios transmunicipales siempre es un riesgo… viajar en los taxis siempre será un abuso. Para los primeros no hay opción, para los segundos, basta con no utilizarlos. De cualquier forma en esta lucha de fuerzas entre las empresas, la ley y el poder, quien sale perdiendo siempre es la gente, la sociedad, los pobres que no tenemos automóvil.

De cualquier forma, la idea de quién manda o de cómo obtener por la fuerza lo que se desea, ya está dada. Y hasta creímos que en estas administraciones las cosas iban a ser diferentes.

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