Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
La actual crisis de salud que ensombrece al planeta tierra lejos está de significar el fin del mundo, más bien parece ser un ensayo de una futura e inevitable hecatombe de enormes proporciones que entonces sí, asolará a las naciones y eliminará a enormes masas de todos los continentes. En estos tiempos son mucho más los males físicos, mentales y de conciencia que matan a millones de seres humanos al año que los que caen víctimas del virus de moda.
No es el tiempo del caos total y definitivo. De este trance la humanidad saldrá casi indemne. Las cifras de contagiados y de fallecidos por el COVID 19, sumados, no representan siquiera el mínimo porcentaje de personas que habitamos la tierra, así aumenten los registros en todos los países y así algunos consideren apocalíptica la situación actual en la que predomina la incertidumbre, la negación, los mitos, los intereses económicos mundiales y el fracaso de las religiones, políticas de salud, las creencias y fanatismo.
Esta emergencia internacional pasará a la historia no por la fortaleza, conocimientos, avances tecnológicos, inteligencia y amor e igualdad de las sociedades y culturas que actualmente habitan al mundo, sino porque no será tan letal ni generalizada; una crisis de mayores proporciones no será de esta forma, no se presentará con estos argumentos, no dará tantas oportunidades a los humanos ni sus consecuencias serán tan superficiales.
De esta pandemia el hombre saldrá casi tal y como entró pues no alcanzará a entender que lo que viene después es otra oportunidad y que perdió la posibilidad de modificar actitudes, de cambiar de impulsos, de reflexionar y hacer compromisos para merecer el planeta que le fue dado en préstamo y para valorar la vida que no es otra cosa que es un supremo instante y una maravillosa experiencia irrepetible. La lección no ha sido aprendida, el mensaje no ha sido escuchado, la llamada de atención no ha sido suficiente.
Porque una vez que pase la emergencia, una vez que los gobiernos levanten las prohibiciones y el mundo recobre su libertad limitada y su salud siempre endeble y quebradiza, el hombre volverá a sus instintos y ambiciones seguro de que fue su poder el que dominó a la pandemia y que así puede tomar el control del mundo y de la suerte. La crisis emblema de estos tiempos no es ni será causa ni motivo para iluminar la mente, liberar el espíritu, abrir el corazón y ver y aceptar el rumbo del hombre y que no es el camino que ha tomado.
La próxima e inevitable prueba global será como esta: tomará desprevenido al mundo. Y también enfrentará la incredulidad y negación de la raza humana. Igualmente la ciencia, la consciencia y la economía no estarán preparadas para desafiar el poder destructivo del mal y nuevamente las religiones, credos, filosofías y economías caerán ubicándolos en su realidad de humo, en su naturaleza de mentira y en su innecesaria existencia.
Tras la crisis del COVID 19 de este 2020 el usurero regresará a sus cobranzas de agio, el político reiterará su perorata odiosa, la corrupción reaparecerá con más imaginación y bríos, la impunidad volverá a su trono, los contagios se reafirmarán como reyes, se fortalecerá la venta de mujeres y de niños y la mujer continuará en su proceso de exterminio. Luego de esta crisis impugnable se reanudará la carrera armamentista, los pobres seguirán pobres y los ricos más ricos, los clérigos y pastores seguirán vendiendo boletos al paraíso y la esperanza será argumento en desuso.
El hombre está lejos, muy lejos de entender que su misión en este mundo es servir y que su destino se basa en lo que da y no en lo que recibe. No es suficiente este amago para entender que no hay premios ni castigos, sino consecuencias. Más allá del edén y del averno, más allá de los credos y negaciones, del bien y el mal desde el concepto humano, están la urgencia, el derecho, la obligación, el mandato y la seguridad y compromiso por sabernos iguales, infinitamente iguales, mortales, frágiles, enfermizos, temporales.
La actual es una pandemia de miedo. Es una amenaza mediática, es un virus creado para acomodar los mercados internacionales y para reconfigurar los mapas económicos. Es un ensayo de la naturaleza para vislumbrar el comportamiento del hombre al momento de la prueba definitiva y final. Pero no es esta una situación irremediable. Es apenas el principio del fin.