¿Control? al alcoholismo 

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Pocas veces tenemos el valor, o la sensibilidad o voluntad de reconocer acciones buenas o las buenas intenciones de los gobiernos; muchas veces nos gana la frustración o el desconocimiento de lo que hacen o dejan de hacer aquellos a quienes les pagamos por servirnos y por administrar honradamente nuestros impuestos traduciéndolos en obras. Debemos aplaudir esas buenas acciones y buenos propósitos, aunque finalmente reconozcamos que no solucionan los problemas de forma y fondo.

Recientemente el gobierno del estado publicó a un decreto en el que se regula la venta de bebidas embriagantes e impone horarios a lugares y fechas o tiempos con el fin de prevenir accidentes o actos constitutivos de delitos derivados del consumo irresponsable de alcohol, principalmente entre los jóvenes y en los fines de semana o conmemoraciones específicas.

La medida debe recibir el reconocimiento social generalizado toda vez que ya es preocupante el nivel de alcoholismo que se da entre los muchachos, principalmente estudiantes de diversas preparatorias y universidades y hasta secundarias a lo largo y ancho del estado de Tlaxcala. Para nadie es ajeno que, en estado inconveniente, ya sin juicio, los muchachos protagonizaban escenas bochornosas y denigrantes de su edad y su uniforme, incluso poniendo en riesgo su vida.

Los medios de comunicación son la crónica diaria por la que sabemos de accidentes fatales en los que uno o más muchachos mueren en choques o víctimas de la violencia que provoca el estado de embriaguez que lleva a la irresponsabilidad y a la inconciencia. El alcohol, siempre lo he dicho y lo reitero con conocimiento de causa, es el antecedente de toda tragedia. Muchos de quienes en estos momentos están en la cárcel, tuvieron como origen de su situación, el alcohol.

La medida se aplaude y se reconoce porque es urgente salvar a los chicos no sólo de esa terrible adicción al alcohol que es la puerta a otras dependencias nocivas, sino de las consecuencias que ellas traen a la salud, a la familia, a la economía, al desarrollo social y personal. Una vida se corta, se frustra, se limita, se degrada y se modifica para mal a causa del descontrol en el consumo de cualquier forma de droga.

Pero por desgracia, esas regulaciones no vienen a inhibir, frenar, controlar, prohibir o normar suficientemente la venta y consumo de bebidas embriagantes. La nueva ley omite diversas medidas para impedir que existan tantas cantinas, bares, botaneros, oxxos, tienditas, pulquerías y michelandias que expenden sin control todo lo emborrachable y embrutecedor cerca, frente, a un lado y junto de las escuelas.

Parece chiste de mal gusto saber que muchos jovencitos conocen todos y cada uno de los puntos de venta de alcohol cualquiera que sea su denominación y giro de negocio, mucho mejor que sus materias y calificaciones. Las nuevas disposiciones, definitivamente, poco, pero de verdad muy poco, van a venir a disminuir el consumo de alcohol en los jóvenes estudiantes pues ellos siempre, siempre, van a encontrar la forma y el lugar.

Otra omisión de esta modificación a la ley tiene que ver con la venta de bebidas embriagantes en los campos deportivos y canchas de absolutamente todo el estado. Porque todos los domingos, absolutamente todos, después de los partidos de fut bol soccer o rápido, los jugadores, jóvenes en su mayoría, consumen cerveza en cantidades industriales y ofrecen espectáculos terribles de peleas y escenas grotescas con sus compañeras y familiares. Muchas veces esto concluye en lesiones, en detenciones, en confrontaciones con la autoridad, en violencia familiar o malestares físicos.

La venta de alcohol en los campos y unidades deportivas nadie la regula, nadie se preocupa por normarla. Hay dejadez, ignorancia y hasta complicidad de las autoridades de comunidad, de los ayuntamientos cuyos regidores ni enterados están del problema y del Estado que tiene muy corta visión y muy poca voluntad.

Ojalá y algún día sea normal hacer las cosas bien, completas, integrales, incluyentes, generalizadas. Buscar proteger a la juventud de las adicciones, impedir que caigan en el alcoholismo y las drogas no sólo debiera contemplar reducir horarios o acotar los sitios en donde se permita o se prohíba. Los que ofrecen y los que consumen siempre van a encontrar opciones y cómplices. Los que venden droga y los que vencen alcohol no están muy preocupados.

Agradezco la intención y la buena voluntad. Aplaudo la iniciativa y el despliegue de la imaginación, pero también critico la muy corta visión de quienes intentaron hacer algo por la juventud, pero pues, otra vez se quedaron en el intento.

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