Consulta y buenas intenciones

Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista

Numéricamente, la consulta ciudadana que busca saber si la gente quiere enjuiciar a los anteriores presidentes de la República fue un fracaso. Como ejercicio democrático, como una nueva forma de medir la percepción social respecto a la impartición de la justicia y para tener el pulso del país, creo que fue un acierto. Total, si no se hubiera intentado, nunca se hubiera sabido que a la inmensa mayoría de los mexicanos no les llamó la atención volver a las urnas y mucho menos por un tema que es más de aplicación de la ley que de opiniones.

Para muchos mexicanos la ley no se consulta: se aplica. Esos muchos consideran que para algo existen las leyes, procedimientos legales, recursos jurídicos, magistrados (carísimos, por cierto); para eso está la Constitución Mexicana, la Cámara de Senadores y la Cámara de Diputados donde se hacen y modifican las leyes y se adiciona la carta magna. Si habremos de consultar su obediencia cada que haya que aplicar la ley estamos fritos.

Luego hay quienes asumen la postura de que el que acusa tiene la obligación de probar y como se vio, nadie de los que fueron a votar sabe de bien a bien de qué acusar a los anteriores presidentes. Si se les preguntara a esos pocos que acudieron a las urnas este uno de agosto si les consta que cometieron delitos específicos, con día, hora y lugar, con montos y cifras, con pruebas técnicas y científicas, con argumentos jurídicos, dirían que no porque simplemente nadie reúne esos requisitos. Dicen lo que les han dicho, creen lo que les dicen y se suman al linchamiento popular y mediático, pero no cuentan con evidencias irrefutables de su dicho o creencia.

La ley dice que si alguien conoce de un delito y no lo denuncia, entonces se convierte en cómplice. Luego entonces, acusar de algo a los anteriores mandatarios de la nación nos vuelve cómplices y nos llevaría a la cárcel.

La pregunta, inocente, tendenciosa, confusa, respecto a si está usted de acuerdo o no con que se mande al bote o cuando menos se juzgue a los pasados gobernantes, se respondió sola pues ni modo que el porcentaje mayor de los pocos votantes hubiera dicho que no, si a los mexicanos les urge echarle la culpa de todo a alguien para explicar la desidia, la pobreza voluntaria o inducida, la mediocridad personal y la apatía a conveniencia. Imagínese un resultado de: 99 por ciento de ciudadanos se oponen al juicio a los ex presidentes pues los considera inocentes de todo y culpables de honradez y honestidad. Ja.

La gente que no fue a votar está consciente de que esos individuos ahora indeseables y antes admirados, maldecidos y vituperados, merecen la horca, la silla eléctrica, el paredón, el despellejamiento en vida y hasta ser capados, pero también saben que el linchamiento no es la mejor forma de hacerlos pagar por sus muchas culpas y atrocidades. Para eso están las leyes y si esas no funcionan entonces hay que cambiarlas. Para aplicar la ley están los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y si estos son igualmente corruptos e incapaces e ineptos pues hay que sacarlos del poder e instrumentar nuevos y mejores mecanismos para poner fin a la impunidad.

Dicen los que sí fueron a votar por el castigo improbable que su opinión servirá para dejarles claro a esos hijos de la patria que la sociedad, el pueblo, la raza o la bola los sentencia y condena y los tiene en la mira. Uy, el miedo que tuvieron esos individuos. Seguro que la noche del sábado para el viernes no pudieron dormir, y menos porque supieron que Juan Pérez iba a sufragar en su contra. Hasta las ganas de comer se les quitó con tamaña amenaza. Al perder la dignidad, el honor, la vergüenza y el respeto, esos malos gobernantes perdieron el miedo.

Porque, amigo lector, déjeme decirle que mientras en México se llevaba un proceso acusatorio y condenatorio por medio del voto, mientras el INE preguntaba si se aplica la ley o no, los presidentes enjuiciados por la sociedad navegan en su yate por el mar Caribe, o cenaban en cualquier suite de Dubái, o planeaban inversiones millonarias en dólares en cualquier parte del mundo. A ninguno de los señalados les quitó el sueño la famosa e inútil encuesta.

Saben y saben bien que a algunos de ellos nada, absolutamente se les va a poder comprobar algo, poquito siquiera. Los otros tienen abogados de los más caros e igualmente corruptos que ellos y uno que otro simplemente va a dejar pasar sabiendo que nada, absolutamente nada les va a pasar. Estamos en México… saben que este ejercicio no pasa de ser una catarsis, una oportunidad de tirarle al negro de la feria. Saben que a alguien le beneficia políticamente pero que no va a pasar nada.

De todos modos, la consulta popular es mejor que no hacer nada. Puede servir como experiencia, buena o mala. Todo es perfectible; desde luego, para cosas y asuntos más importantes, o más útiles. La consulta del domingo uno de agosto no fue más que un asunto de buenas intenciones. De algo ha de servir.

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