Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Son innegables los resultados en materia de combate a la delincuencia, cuando menos en algunos rubros. Si habremos de hacer caso a lo que reportan los funcionarios de gobierno, los medios de comunicación y las redes sociales, en los días recientes las policías, en sus diferentes niveles han logrado importantes golpes a los malos y nos han compartido los métodos con los que dan seguimiento a los automóviles con los que se han cometido delitos o que han sido arrebatados a sus dueños a la mala.
Estemos de acuerdo o no, la detención de integrantes de peligrosas bandas de delincuentes que operaban sobre territorio tlaxcalteca es un rotundo éxito de quienes tienen la obligación de cuidar los bienes, intereses y vidas de los ciudadanos. Más allá de que esos logros den la oportunidad para el protagonismo oficial o que sean victorias anónimas o silenciosas, hay la percepción de que sí se está atendiendo el problema de la inseguridad. La recuperación de vehículos, de acuerdo a la información difundida, es trascendente.
Cierto, quienes han elegido el mal camino son muchos, están organizados, tienen recursos humanos y económicos y cuentan con armamento a veces mejor que el de las autoridades. Todo esto les permite actuar con extrema agresividad, comprar los servicios de determinados policías y pagar la impunidad y la ayuda de algunas autoridades. La lucha es frontal, tengo entendido, y sé que el lema de Cero Impunidad funciona al menos para los bribones.
Definitivamente no somos el estado más seguro del país, al menos no para la percepción de la sociedad tlaxcalteca y mucho menos para los que están en contra de todo y a favor de nada. Esa versión es propagandística y con tintes políticos, dicen, aunque, nos guste o no, tampoco estamos en igualdad de circunstancias que otras entidades de la república en donde hay verdaderas matanzas con víctimas por mayoreo. En este sentido, habrá que ser justos, objetivos. En Tlaxcala se vive con menos peligro y tensión que en otros lados.
En materia de seguridad y de justicia hay pendientes y eso todos lo sabemos. No se ha podido erradicar la corrupción, la prepotencia y falta de preparación en algunos cuerpos policiacos municipales. Falta coordinación y objetivos comunes para combatir la delincuencia y se sigue teniendo como segura la complicidad de ciertos mandos con las bandas. No es creíble que los grupos delincuenciales sigan operando en las narices de las autoridades. Para recuperar la confianza social hacia las autoridades falta mucho y se está haciendo poco al respecto.
Pero… también hay que aceptar que algunas cosas no funcionan, que otras funcionan mal y que las menos requieren voluntad e imaginación. No sólo se trata de buenas intenciones o de estadísticas o cuentas alegres. La percepción de corrupción en las policías se mantiene, la idea de una mala administración de la justicia es permanente y el calificativo de corrupción en el gobierno sigue intacta a pesar del discurso y el recurso para hacernos creer lo contrario.
Para la gran mayoría, los principios y filosofía de la cuarta transformación no operan en Tlaxcala, no hay figura visible que encabece un cambio tangible, real, congruente. La austeridad republicana no se observa por ningún lado si es que se ha puesto en marcha. En esta entidad no ha habido una señal de cambio drástico, no ha habido una muestra de que hay modificaciones en el trato hacia el pueblo, no ha cambiado la regulación gubernamental y los acciones que pretendieran modificar el rumbo del pasado no son del dominio público, si es que existen.
En Tlaxcala no hay abrazos para sustituir los balazos. Si bien se aplica la ley a rajatabla y se lleva la cura en regla, aunque se muera el enfermo, se requiere diplomacia, diálogo, negociaciones, conciliación y acercamiento con los grupos y sectores. Políticamente no se ve cambio alguno que haga la diferencia con los regímenes anteriores y la sociedad no nota diferencia alguna de los gobiernos pasados con el actual. Los errores, que son los que más se ven, para los opositores son los mismos o más graves que cuando mandaba el PRI, el PAN o el PRD, de los que se tiene la sospecha que son los mismos.
Luego entonces, para opinar, habrá que tratar de ser objetivo, conocer de fondo y de forma la realidad tlaxcalteca y abordar los temas sin apasionamientos políticos. No, no estamos en la gloria ni somos una sucursal del paraíso, pero tampoco estamos en la antesala del infierno. No hay el crecimiento que nos ubica como potencias europeas tal y como se nos quiere hacer creer pues los pueblos alejados no hay la obra que haga la diferencia ideológica.
Falta mucho para hacer realidad un cambio tangible, visible y, creíble.