Cien días…

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Contar cien días de una administración como tiempo para medir resultados ya dejó de funcionar como lapso fatídico y sirve ahora sólo para la crítica y la queja y señalamiento de los adversarios.

Para cualquier nivel de gobierno en el estado de Tlaxcala los antes tan temidos cien días son ahora simplemente el cumplimiento de poco más de tres meses al frente del poder. Si hay o no resultados pasó a segundo término, a un asunto sin importancia, a algo dejado a los ociosos y material para los periodistas fijados.

Tlaxcala, un estado ya acostumbrado a los casos aislados y a las coincidencias continuas, a una rutina de muertes violentas diarias, al robo normal de unidades del transporte público, a la ineptitud natural de los funcionarios, a la cuota obligada de impunidad y corrupción, no puede detenerse a pedir o rendir cuentas de apenas cien días de gobierno. En qué ley dice que ese lapso es termómetro para medir el éxito o el fracaso.

Así es que en estos tres meses y cacho de las nuevas administraciones gubernamentales las cosas están igual a como empezaron: en ceros; aunque hay que reconocer y aceptar que en algunas áreas del sector estatal y en muchas presidencias municipales efectivamente, las cosas no están como al principio: han empeorado. No importa si esa situación o condición es de nacimiento y es su condena continuar así hasta el fin de los eternos cuatro años y ocho largos meses.

Cien días de funcionarios que en muchas oficinas siguen preguntándose qué demonios hacen ahí y qué es lo que les dijeron que se hace ahí. Cien días en que no cuentan con un proyecto o propuesta de trabajo, disfrutando de las miles de poder logradas por apoyar al candidato, por el compadrazgo o por ser la cuota partidista y la recomendación de quien está más arriba. Tiempo sin duda insuficiente para digerir la realidad y entender el transcurrir del tiempo y el por qué del paso de los días y la inmortalidad del cangrejo.

Cien días de gobiernos publicitando como propias las obras pendientes de la pasada administración y exhibiéndose en eventos simples y sin trascendencia ni inversión ni beneficiarios pero traduciéndolas como el enorme, el gran y desgastante trabajo del régimen y del funcionario, que trata con fotografías y convenios con los medios, explicarse y explicar a quienes ahí lo pusieron que cumple su palabra y que así es como pretende sacar adelante a la sociedad y trasladar al primer mundo a esta entidad de fantasía y a esos municipios sucursales de la isla encantada.

Cien días de esperanza de cambios en el primer círculo del poder o soñando con nuevos nombramientos por parte de aquellos que no fueron llamados a compartir el pastel desde el principio. Y nada; lo peor es que no hay para cuando; no hay señales, no hay posibilidades. Sólo se oyen reproches, acusaciones de parálisis, de falta de resultados, de incapacidad para gobernar, de ingratitudes y de traiciones, pero de “lo otro”, del cumplimiento de acuerdos y de pactos políticos: nada.

Cien días que se pueden medir en meses, en horas, en tiempo pues. Pero también en resultados, en realidades, en situaciones. Cien días que son vistos desde diferentes perspectivas por el gobierno y por el pueblo y con lenguajes distintos y cuyo significado definitivamente no es el mismo pues la distancia entre el gobernante y el gobernado es ahora mayor aunque los discursos, las estadísticas y las gráficas hagan su trabajo diciendo lo que les plazca.

Este tiempo sin embargo tiene su propio mensaje y este no beneficia al poder. Sin ánimos de abonar a la crítica de los opositores, sin deseos de denostar o acusar sólo por inercia o por exponer frustraciones, se recoge la opinión social y esta coincide en que desde los ayuntamientos y desde la administración estatal el balance es negativo, que las expectativas no tienen visos de cumplimiento y que al parecer no hay rumbo… cierto, son cien días apenas, es el inicio del aprendizaje y el entendimiento del poder, pero… cómo pesan, cómo marcan el rumbo, cómo son la señal ominosa que persigue atenta la sociedad que sabe que lo que empieza mal acaba mal y que todo principio es el signo del futuro…

Urgen nuevas señales de los gobiernos, diferentes y positivos mensajes para la sociedad, un cambio de actitud, la marca de un rumbo que indique que se está interpretando el mensaje y mandato del pueblo; algo que nos diga que esos cien días de los que hablan los necios no son el destino de las actuales administraciones ni del estado.

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