Bienvenidos a la incertidumbre

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

Cualquiera que sea el discurso del gobierno de cualquier nivel ya sea en México o de otra  parte del mundo, lo cierto es que la actual crisis de salud tomó desprevenido al planeta y en nuestro país, quedó demostrado que simplemente autoridades y pueblo no estamos preparados para enfrentar una pandemia de esta magnitud y que es el miedo el peor enemigo de una situación así, pues la falta de infraestructura hospitalaria, la ausencia de estrategias y la casi nula cultura de la prevención, así como desinformación, ignorancia, desobediencia y rechazo a acatar disposiciones serán la constante y la posibilidad de empeorar las cosas en estos tiempos de reclusión obligada.

El virus es real, el riesgo de contagio y muerte son auténticos, la mejor forma de reducir el impacto de una crisis de este nivel, efectivamente, es el aislamiento voluntario u obligado, pero también es verdad que el impacto económico nacional, regional y local serán brutales. El caos que genera la pandemia repercute en la salud, en los mercados, en la estabilidad social y política de los pueblos y después de esta experiencia, nada volverá a ser igual en lo individual y colectivo, ya sea porque las autoridades siempre tuvieron razón o porque fueron más graves las consecuencias del miedo que nos inocularon que los resultados del virus.

Las ideologías en el poder, los sistemas financieros mexicanos, latinoamericanos y mundiales dictan ahora las políticas de sobrevivencia, los credos callan, las religiones se relegan y repliegan, los seres presuntamente iluminados con la verdad anticipada fracasan y la ciencia reconoce estar atrás de los males que aquejan a la humanidad. Ante el miedo es mejor ocultarnos, ante la incertidumbre es mejor pronosticar y prevenir, ante la fragilidad humana es mejor dejar de caminar, de circular, de ser visible, de vivir.

Ante la duda y la posibilidad de todo y nada, por si acaso, por aquello del quién quita, el hombre descubre su flanco débil y se exhibe vulnerable. Ante la imposibilidad de explicar el origen, motivo y destino u objetivo del mal, el ser humano retrocede y modifica sus costumbres y se muestra símil al resto de sus congéneres pero sin aceptar la innegable igualdad desde su creación. Aun con toda su ciencia, sabiduría o conocimiento, con sus visionarios y religiones, el hombre no sabe de bien a bien qué le pasa y qué le espera. Hoy como en otros momentos de su historia, el presunto homo sapiens, se asombra de su pequeñez, de su insignificante grandeza y vuelve a expresar su terror ante lo desconocido y tal vez ante el elemento de su extinción.

El nombre no entiende por qué si el SIDA mata a 2 mil 950 personas en dos meses, a 716 mil 498 fumadores en 60 días, a 358 mil 471 alcohólicos y cobra la vida de 153 mil 696 seres suicidas en todo el mundo en ese tiempo, el gobierno no recluye pronto a la gente. La gripe normal, la que se hace presente por temporadas, eliminó del planeta a 69 mil 602 seres en los primeros 90 días de este 2020 y no por ello se decretan cuarentenas ni se ahuyenta la inversión y el turismo ni hay la amenaza o posibilidad de exterminios masivos.

La psicosis hace presa de culturas y sociedades, las grandes potencias económicas y militares se pulverizan, las fortunas se evaporan, las religiones se aceptan como fraudes, la medicina y la ciencia en general no son eficientes, ni suficientes, ni efectivos ante la terrible realidad que implica reconocer que es mayor el miedo en esta situación posible que la realidad tangible que representa el saber que si bien son miles los infectados del COVID 19, la capacidad letal es insignificante, que es más posible morir de rabia o por un rayo e incluso ganar la lotería, que ser víctima mortal del virus de moda.

El miedo, la incertidumbre, la falta de un plan B o alternativa, la garantía de que es poco lo que se sabe y nada lo que se tiene seguro están haciendo lo suyo y la gente, si no va a enfermar de COVID 19, sí de otros padecimientos relacionados al encierro, a la inactividad, a la seguridad de que en este mundo nada material es propiedad.

Y es precisamente en estos momentos de incertidumbre en que se debe entender que la vida es sagrada y una oportunidad, que la igualdad debe ser la mayor certeza y que para llegar a la civilización y a la inteligencia, el hombre aún debe recorrer tal vez su propia historia.

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