Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Como nunca antes y más por protagonismo e intereses políticos u objetivos que nada tienen que ver con la educación, en los días recientes se ha desatado una intensa y hasta furiosa discusión por los libros de texto. Muchos de los que opinamos ni siquiera nos hemos tomado la molestia de abrir un ejemplar de los libros que habrán de recibir los niños en el próximo ciclo escolar, pero hablamos como expertos.
No conozco un libro que carezca de errores ortográficos y de diseño o de contenidos. Aunque la literatura por ser un arte debe, tiene que ser perfecta, simplemente los errores ocurren. Aunque revisen el material dos, tres o más personas. Obras de Gabriel García Márquez o Juan Rulfo o de quien usted me diga, publicadas por importantes editoriales, tienen gazapos de dedo, fallas en la acentuación o puntuación; ninguno es voluntario, aunque tampoco no por eso es muy aceptable
Coincido con algunos opinadores en el sentido de que los errores deben representar una oportunidad. Tienen que ser una oportunidad para absolutamente todos. Nadie es perfecto y no debemos obligar a nadie a serlo. La escuela es o debe ser el universo de la libertad en el aprendizaje en la que toda la sociedad tiene que involucrarse si el interés es genuino y es por la educación de esta y las futuras generaciones.
Qué bueno que estos nuevos libros de texto gratuitos hayan abierto la posibilidad para la discusión, el análisis y la participación. Por fin hay el interés de los políticos y críticos por los libros y por la educación. Bien por ello. Algunos de los muchos mantenidos por el pueblo sólo así han abierto un ejemplar. Luego entonces, ya podemos hablar de contenidos, pero, sobre todo, y esto es lo más importante y maravilloso del momento y la circunstancia, nos podemos involucrar.
Esta es nuestra oportunidad de participar en la educación de nuestros hijos. Por fin se nos abre la posibilidad de introducirnos en el modo, la forma, los tiempos, los contenidos, objetivos e intereses de la educación en México. De esta circunstancia el beneficio es ya no dejar la tarea sólo a los maestros ni a las autoridades educativas ni a los iluminados o intelectuales: vamos todos juntos por la formación de los estudiantes.
Ojalá así nos demos cuenta de que el futbol, en la televisión o el de los domingos, no lo es todo. Que las telenovelas no son didácticas, que las redes sociales no son cultura, que el reguetón no es arte ni música, que el lenguaje inclusivo distorsionado no incluye a nadie, que el lenguaje vulgar, ofensivo y agresivo ya normalizado entre los jóvenes y en el hogar no es normal, que el alcoholismo enseñado y aprendido desde la casa no es socializar y que el chisme y el rumor no son comunicación.
Si los libros de texto gratuito contienen sesgos ideológicos o amagos de adoctrinamiento, es nuestra oportunidad de crear entre los adultos y entre los estudiantes la capacidad de discernir, de opinar cos bases, de enseñar que hay opciones y alternativas… qué bueno que ahora haya la oportunidad de decirles a los chicos que la violencia no es sinónimo de tradiciones y costumbres, que la violencia hacia la mujer es un cáncer, que el machismo le ha hecho mucho daño a la civilización y que la compra y venta de personas no debe ser aceptado.
Ahora es nuestra oportunidad de ir a la escuela con los estudiantes y de la mano de quienes toman las decisiones en materia educativa. Ya podemos reforzar los contenidos y hasta modificar los planes de estudio si creemos que el poder está equivocado, si sentimos que nuestros hijos corren el riesgo de ser adoctrinados y programados para pensar como los aquellos que tienen nocivos intereses políticos, económicos o de culto o de los que sean.
Si, hay errores en los libros, definitivamente, pero los hay más, muchos más, en la desidia y desinterés de los padres de familia que ocupan su tiempo en cosas completamente ajenas a la formación de sus hijos, hay más fallas en los adultos que creen que la adquisición de conocimiento en lo mismo que educación, que han olvidado la enseñanza, desde el ejemplo y desde el hogar, de los valores humanos.
Ojalá estos errores sean la oportunidad para leer un libro frente o al lado de los hijos, para encontrar en el servir la satisfacción del deber cumplido, para ser solidario, para erradicar toda forma de violencia, para conocer de respeto, tolerancia y prudencia. Qué bueno que ahora podamos decir a nuestros hijos lo que representa la política real en México, lo que son las religiones, lo que significan los intereses económicos y lo que no nos conviene como sociedad, cultura y civilización.
Opino que esta disyuntiva nos tiene que llevar a actuar, no únicamente a opinar. Si va a ser así, entonces, ¡Benditos libros de texto! El mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión.