Barbas a remojar

Vista la tragedia acontecida en el mercado de pirotecnia en Tultepec, Estado de México, el martes pasado que dejó hasta el momento 29 muertos, y luego la explosión el miércoles de un taller de fabricación de ese tipo de artefactos en Sanctorum, sin consecuencia, las autoridades de los distintos municipios deberían endurecer sus reglas para dar permisos de venta de pirotecnia en sus mercados y tianguis de temporada.

Sin embargo, sabemos que los requisitos son verdaderamente laxos y muchas autoridades de protección civil no hacen una labor de inspección verdaderamente profunda que disipe riesgos, pues finalmente los mercaderes ya pagaron y es más importante llenar la hacienda municipal.

Aunado a lo anterior, hay cientos de puertitas que en esta época decembrina son utilizadas para la venta de cohetes que, en muchos casos, no solo no tienen regulación, sino que venden las conocidas palomas u otros artefactos que “truenan duro”.

Ya está visto el riesgo que significa manejar pirotecnia. En Tlaxcala se tuvo en marzo de 2013 la tragedia de Tepactepec, en Nativitas, donde en una procesión religiosa al menos 17 personas murieron al estallar una camioneta cargada de gruesas y otras tantas que se quedarán con las secuelas para siempre.

Pero tal parece que el apetito por consumir ese material peligroso es insaciable, sobre todo en nombre de la festividad religiosa o de la fiesta en sí misma. Aunque haya quien consume en pocas cantidades y son cohetes de baja intensidad y aparentemente inofensivos, lo peligroso es cuando se acumula en grandes cantidades en los mercados y tianguis de temporada, así que la vigilancia debe ser extrema tanto por parte de vendedores como de autoridades, pues al final una negligencia desde administrativa hasta por acción, podría generar un desastre que nadie quiere.

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