¿Así tenía que terminar el conflicto?

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Para la sociedad tlaxcalteca, la tragedia, consecuencia del conflicto en la Escuela Normal Benito Juárez de Panotla, no era necesaria. Nunca debió ocurrir una desgracia de esa magnitud, piensa la mayoría. El sentido común dice que cualquiera que hayan sido los logros alcanzados, los beneficios obtenidos, la idea de ganar o perder de ambas partes, gobierno y normalistas, el costo resultó demasiado caro, muy caro.

Tras la desgracia, queda la idea en la población de que no quedó claro cuáles fueron los alcances de la negociación y cómo es que, tras la muerte de la joven estudiante, las negociaciones se volvieron tersas, fluyeron, se llegó a consensos, hubo acuerdos y el fin del problema y la confrontación. Antes del accidente de la chica las partes se mostraban irreconciliables, sus posturas eran diametralmente opuestas y unos y otros no estaban dispuestos a ceder.

Durante el tiempo que duró la crisis existió un sentimiento de violencia innecesaria, de provocación estéril, de una lucha ajena a la reivindicación de derechos, del uso y abuso de la fuerza y hasta de la existencia de intereses ajenos a la educación o a las demandas estudiantiles. Los mal pensados expresaban la seguridad de que tal lucha no era más que un intento por desestabilizar al gobierno estatal. Ese argumento o versión de que las normalistas buscaban una o varias víctimas para justificar su violencia y rechazo se mantuvo hasta justo antes de ese terrible acontecimiento mortal.

Pero ¿De verdad era necesario que alguien se sacrificara hasta ese nivel para terminar con una racha de enfrentamientos o disponibilidad para la violencia? ¿El costo valió la pena? ¿Los estudiantes se sienten satisfechos con sus logros o con el precio que tuvieron que pagar? ¿El gobierno ganó? ¿Quién salió perdiendo? El pueblo de Tlaxcala no está ni estará de acuerdo con cualquier versión de cualquiera de las partes. No hay justificación, no hay argumentos ni pretextos de nadie para tratar de convencernos de que nunca hubo otra opción ni alternativa.

Cuando platiqué con las normalistas o al menos con el comité de prensa, después de la entrevista en el estudio, hablamos de sus demandas, del origen objetivo de las normales rurales, de lo que ellas llamaron su lucha y de cuál era su postura ante el gobierno. Les pedí no claudicar y hablamos de Lucio Cabañas y de que como han dicho los filósofos de las luchas sociales: ser joven y no ser rebelde es un contrasentido.

Y les dije que admiraba su determinación, su energía de jóvenes idealistas, de guerreras, pero… que no me interesaba una luchadora muerta, que no necesitaba ni eran necesarias mujeres valientes en el panteón, que una estudiante fallecida no le servía a nadie, a ninguna revolución. Luchen, les dije, pero sean inteligentes; no sean carne de cañón, no sean estadísticas, no sean pretexto de nadie para usar la fuerza, no sirvan de discurso para justificar la violencia en su contra, jamás permitan ser utilizadas para beneficio de nadie y no permitan que sus batallas cubran las ambiciones o los intereses de nadie. De eso y de muchas otras cosas hablamos.

Quiero pensar que su lucha era limpia; quiero creer que la forma y el fondo de esa manera de pedir, de exigir y hasta de arrebatar era su última opción, que fue la última alternativa que tuvieron. Ojalá la confrontación se explique, aunque no se justifique, por la necesidad de una parte y la cerrazón de la otra. Una muerte a esa edad, la muerte de una mujer con todo el futuro por delante, con el amor de sus padres y la esperanza de la familia tuvo que valer la pena, tiene forzosamente que merecer una explicación; el pueblo tiene el derecho de saber la verdad.

Ninguna lucha, por muy urgente e inevitable que se crea, toda forma de pedir y de exigir, todo derecho que reclamar o que defender, nunca, por ningún motivo, debe o puede tener como alternativa o posibilidad la violencia. Ninguna lucha puede tener como precio la vida o la integridad de nadie y menos de una mujer y menos de alguien con todo el futuro por delante. No, no es aceptable ninguna explicación, justificación o pretexto para decir que se tuvo que llegar los extremos de acabar con la vida de alguien por las exigencias o derechos de quien usted quiera.

No, no tenía por qué terminar así ese desencuentro por cuestiones materiales o monetarias o políticas. No es justo un desenlace así. Los tlaxcaltecas no merecemos algo así de cruel y doloroso. No es aceptable el silencio de los familiares de la estudiante; sin duda algo se está haciendo mal y hay alguien o algunos que merecen ser castigados, aunque eso, eso ya para que serviría.

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