Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Febrero es, en términos de consumismo, el mes del amor y la amistad, mes en que los sentimientos y efectos se miden en el precio o tamaño del objeto como regalo, del tiempo dedicado a la pareja y de los memes y buenos deseos de los conocidos, no precisamente amigos. El pretexto de la celebración sirve para reencuentros, para ratificar y rectificar relaciones, para el encuentro causal, para el inicio de una aventura o un romance y hasta para el rompimiento amoroso.
En términos generales, el Día de San Valentín tiene un origen, sentido y objetivo, romántico, color de rosa, lleno de besos y abrazos, sabor a miel y eco de juramentos; se escuchan rumores de promesas de unión eterna, de olvidos imposibles e indeseables, de proyectos y planes por una vida eterna juntos y de la mano por los senderos del universo declamando poemas en las buenas, en las malas y en las peores. Hasta parece telenovela; ya Silvia Pinal quisiera una historia de estas… se haría más millonaria.
Pero como siempre, maldita sea, la realidad se impone. El 15 de enero se empieza a develar el misterio de tanta dulzura esparcida en cafés, restaurantes, parques, hoteles y tiendas de regalos: el objetivo se cumplió si se alcanzó el precio de la felicidad momentánea. El susurro de amor se convierte en estridente grito y el aroma de los perfumes se transforma en olor a violencia de cualquier tipo y nivel, teniendo como víctima, generalmente, a la mujer. Las flores se secan y sólo dejan a la vista las espinas, el peluche en el rincón, los chocolates se terminan y la tarjeta alusiva va a parar a la basura.
El resto de los meses y de los días de cada año son de una realidad lacerante, vergonzosa, humillante, indigna: la violencia hacia la mujer y cualquier forma de violencia y hacia cualquier ser humano. De nada sirven los discursos triunfalistas de los gobiernos, las patrullas rosas, las policías capacitadas en razón de género, las luchas femenistas violentas o pacíficas, los presupuestos, las dependencias y los grupos defensores de los débiles.
La violencia no tiene origen en el género, o no sólo proviene del hombre. Ejemplos hay, tristemente, en el que la mujer agrede a la mujer, la violenta, la ataca, la desprecia y humilla; los casos son, por desgracia, muchos más de los que se visibilizan, se denuncian, se atienden, se castigan. Y tampoco conocen de niveles económicos ni académicos. Esa forma de violencia entre el mismo sector, el femenil, se da en lo educativo, laboral, político sobre todo, religioso y familiar.
La violencia hacia la mujer, con el origen o destino que tenga, no decrece, no baja de intensidad, no disminuye en su gravedad y las consecuencias de esa barbarie y estupidez humana son gravísimas, ni siquiera imaginadas o conocidas por las autoridades que se solazan en logros imaginarios, en la foto para la prensa y en la autocomplacencia. El problema es muy grave y no hay siquiera una esperanza de que se tenga cura o remedio.
Todo el show mediático, ilusorio, consumista, mentiroso, del 14 de febrero, es la cruel realidad de la mujer, mujer como víctima o victimaria, como verdugo o mártir, inocente o culpable, rica o pobre, joven o madura, de aquí o de allá. La mujer, como centro de la violencia, la mujer siempre protagonista y personaje central, como cifra y estadística, pero siempre la que sale perdiendo, ya sea que calle o hable, que lo permita o lo impida se cuide o se libere.
No hay ni habrá forma de frenar la violencia hacia la mujer si no hay educación, respeto, conciencia y voluntad del hombre y la mujer por impedir a toda costa su recurrencia y la permisibilidad para golpear o ser golpeada, para agredir y ser agredida, para matar o morir… y eso no se aprende en los discursos gubernamentales, no se va a lograr con cualquier presupuesto, con planes y proyectos, con buenas intenciones ni con policías o más dependencias con más burocracia. La convivencia respetuosa y de tolerancia y armonía se va a lograr cuando ambos, hombre y mujer, entiendan que la violencia no es, no debe ser, siquiera la última opción ni la mínima alternativa.
Dejen de inventar el agua tibia: la violencia hacia la mujer, la violencia en el hogar, la violencia infantil, la violencia generalizada, tienen que ver con la ausencia de valores humanos, con la ignorancia de los derechos y deberes de los ciudadanos, con la educación nacida y basada en el hogar y con el ejemplo de los adultos, conceptos y aspectos que no hay en las aulas, que no existen en los planes de estudio, en el modelo educativo.
Pero bueno, quién soy yo para opinar… lo importante es que este 14 de febrero el consumismo cumplió su objetivo y ellas y ellos recibieron un peluche, un estuche de chocolates, un ramo de escuálidas y carísimas flores, un momento de pasión y besos y luego, bueno, el después parece que no importa.